Un triunfo
En El Padre (2021, Reino Unido y Francia), no tardamos nada en conocer a Anne (Olivia Colman), hija de Anthony (Anthony Hopkins). Ella debe poner en pausa su vida, que en ese momento incluye una mudanza, para encargarse del asunto con su padre. Dicho “asunto” se resume en volver a encontrar a la persona indicada que aguante todos los embates del cada vez más decadente Anthony. Porque, eso no es secreto, el octogenario patriarca padece demencia senil. Y sí, cierto, esta historia ya ha sido tocada antes en el cine. Sin embargo lo interesante de esta propuesta, dirigida y escrita por Florian Zeller, autor de la obra de teatro original, y que co-escribió el guion con Christopher Hampton, reside en el hecho de que ese mundo caótico en el que vive Anthony, uno en el que hasta su propia hija, Anne, pueda verse en ocasiones como Olivia Colman o como Olivia Williams, sea el mundo que vemos-conocemos-vivimos.
El Padre es una película que nos sitúa en la piel de un hombre cuyo presente se torna, día con día, minuto a minuto, más difuso. Uno cuyo pasado se manifiesta sin piedad y sin concierto. Y cuyo futuro, bueno, simplemente es inevitable. En caso de dejarnos llevar por ese ataque (porque estamos ante un verdadero ataque a nuestro sentidos), habrá momentos en los que sentiremos que con el solo abrir de una puerta ya hemos aceptado el abrazo de un thriller: ¿Qué misterio está desentrañando, quizá como último suspiro, la mente de Anthony?
¿Hay algo que todos esos cambios, sean de personas, sean de mobiliario, sean de momentos, que pretende revelarnos sobre el pasado del personaje? Interesante que nuestra mente juegue de esa forma con tan hábil guion firmado, repito, por Zeller y por Hampton: tendemos a buscarle lógica a todo, no nos gusta quedar a la deriva en nada. Tememos que algunas cosas puedan quedarse ajenas de significado y por eso inventamos esa manía de contarnos historias. Nos convertimos en trovadores, en juglares, en cuentistas, novelistas, dramaturgos y cineastas solo para llenar los huecos que quedan en eso que nos convencimos en llamar realidad. Y pocas películas han llegado tan lejos en hincar su colmillo en ese punto: ¿Qué significa la realidad cuando aquello que la administra se cae a pedazos por el propio pasar del tiempo?
Por eso diré ahora: qué gran cinta es El Padre. La vi hace semanas pero ya está hasta arriba en la lista de mis favoritas de este 2021 (que, acá entre nos, simplemente está resultando una secuela bastante derivativa del 2020). Y bravo por ese trabajo de cámara de Ben Smithard, que convierte con sus artes de luz y encuadre en un borgiano laberinto ese departamento en el que vive Anthony. Bravo también al diseño de producción de Peter Francis, que complementa y aumenta ese terrorífico descenso al caos que captura Smithard. Y bravo a Yorgos Lamprinos, a cargo de una edición que seguramente será analizada y estudiada por años.
Y sí, bravo a esa impresionante actuación de un Anthony Hopkins canalizando toda una vida dedicada al a veces malagradecido arte de vivir otras vidas, ser otras personas. Todo con el único fin de darle sentido a nuestra casi siempre anodina realidad.