Los caminos, las calles y sus baches, ahora: `Hoyoacan'
De nuevo estamos en crisis ante la pandemia del covid-19, aunque ya lo sabemos, no queda de otra que protegernos y cuidar a los demás. Culiacán, capital del estado de Sinaloa fundada en 1531 por Lázaro de Cebreros y Nuño Beltrán de Guzmán, derivada del náhuatl Colhuacan o lugar de culebras, cerros torcidos, o donde los caminantes tuercen el camino, se llamó primeramente Villa de San Miguel o caserío donde habitaban las etnias de las tahues. Sus calles no enfrentaban problema alguno de circulación, pues las carretas que poseían sus primeros habitantes no requerían de pavimento, pero después de casi 500 años, el asfalto es muy necesario. Nuestra ciudad, como muchas del país y del mundo, tiene sus vialidades llenas de baches, producto de la mala calidad de los materiales que se utilizan en su pavimentación y del deterioro que se genera por el alto flujo vehicular, las lluvias y fugas de agua. Los baches son parte de nuestro paisaje urbano y resulta imposible que la autoridad logre erradicarlos por más esfuerzo que se realice, o dicho de otro modo, ¿de qué van a vivir los que reparan llantas, rines y suspensiones? El presidente Andrés Manuel López Obrador recientemente expresó en Tijuana que la primera queja en contra del gobierno por parte de los ciudadanos es por los baches, y recordó a Jesús Estrada Ferreiro, alcalde de Culiacán: “Si no quieres ver baches, no pases por donde hay baches”. Entonces, deberíamos cambiar parte de la historia de Culiacán, y en lugar de Colhuacan, utilizar la terminología, Hoyoacan… ¡Qué golpe tan duro!