Tiempo perdido en el Congreso de sin a lo a
TENER por segunda ocasión continua mayoría en el Congreso de Sinaloa y contar con gobernador y presidente de la república del mismo partido, no le ha servido a Morena para su causa. Feliciano Castro, un político solitario y sin base social, logró la diputación y el liderazgo parlamentario por el respaldo de Rocha, pero resultó un fiasco. Tiene en contra a propios y extraños. ¿En dónde está la otrora aguerrida Victoria Sánchez? ¿Por qué parecen anodinos los antes diligentes parlamentarios Marco Antonio Zazueta, Cecilia Covarrubias y Marco César Almaral? Son relegados por el protagonismo cavernario de Feliciano. Es sabido que la diputada Covarrubias es nulificada por sus viejas diferencias con la anterior líder, Graciela Domínguez. El experimentado profesor Ambrocio Chávez está convertido más en burócrata que en legislador. José Manuel Luque no ha logrado que su Comisión saque la nueva ley de educación superior, atrasando a Sinaloa en la agenda nacional. El secretario general del Congreso, José Antonio Ríos Rojo, antes poderoso, permanece ahora en el ostracismo, alejado del proceso legislativo. Feliciano no promueve a los cuadros de Morena y enfrenta un patente rechazo que perjudica al grupo en el poder. De los opositores poco puede esperarse, salvo aisladas críticas. Vaya forma de perder oportunidades políticas.
LAS MALAS PASADAS DEL PASADO
La última despedida a la doctora Rosario Quiñónez, líder histórica del sindicalismo de la UAS, realizada en el Edificio Rosalino el lunes 28 de noviembre, encabezada por el rector Jesús Madueña y el gobernador Rubén Rocha, resultó un reencuentro amistoso y solidario de universitarios de diferentes trayectorias.
Fue muy motivante escuchar las palabras laudatorias del doctor Rocha Moya al reconocer en público que las diferencias políticas que tuvo con Chayito nunca mellaron la amistad que los unía. Es que vivíamos en la contradicción como ocurre el político, afirmó el badiraguatense.
A pesar de su estilo descrispado, que en sus primeros pasos como político le valió el mote de El Cura, ahora que está en el poder, al mandatario olvida eso que ahí señaló. Le molesta cualquier crítica, y nos da la impresión que su equipo de asesores, los del Tercer Piso, no le ayudan a que dialogue con altura. Es común que ante señalamientos incómodos responda con juicios ad hominem, descalificando al interlocutor, para luego darse baños de pureza sobre su trayectoria, en vez de contra argumentar con hechos. Vicente Fox calificaba a los críticos a su gobierno como consultores gratuitos, pues dedicaban tiempo impago a evaluar su administración. Al doctor Rocha convendría asumirlo así.
Los columnistas de buena fe podemos equivocarnos, pero en cierta medida cuando abordamos la problemática de Sinaloa somos sus asesores pro bono.
Además, tiene por costumbre pintar su gestión en la rectoría de la UAS (1993-1997) como de ensueño, pero en la memoria de miles de universitarios están los desfiguros y conflictos que generó poniendo a la UAS al borde del colapso por imponer a toda costa a su sucesor. La elección de rector de 1997, fue un proceso oprobioso y abusivo, con pretensiones de instaurar un maximato, que no le resultó por el rechazo del nuevo rector Jorge Guevara, quien al inicio de su gestión denunció que su antecesor repartió al irse alrededor de 500 plazas de profesores y administrativos.
Su estilo fue confrontacional. ¿Quién olvida que dividió al SUNTUAS Académicos para imponer un Comité Ejecutivo incondicional? Es inexacto que fuera un patrón ejemplar; escamoteaba el pago de becas al desempeño académico y estableció convenios especiales con el sindicato de profesores para erradicar el derecho de cubrir interinatos del personal y llenar las vacantes con contrataciones chatarra, transitorias o por honorarios que cancelaron la escalera de movilidad laboral que existía. Esto solo es una muestra. Al final, el balance de su rectorado fue positivo, pero no a niveles de santidad como pregona una y otra vez.
¿Qué hacemos cuando recordamos? Dice el filósofo español Manuel Cruz que al hacerlo reconstruimos la historia, ocultando o resaltando lo que nos conviene. Por eso es importante el diálogo y la crítica, para evitar las malas pasadas del pasado que nos inducen a todos a actuar con error.