El Debate de Culiacán

La conducta en la escuela

- ALLEN SÁNCHEZ HERNÁNDEZ allen.sanchez@debate.com.mx

Mi madre recuerda con humor la educación en mi infancia. Cuando iba en primaria, tenía 10 en todas las materias, menos en conducta. No se me daba eso de la disciplina y la obediencia. Ponerse en paz, estar en silencio y permanecer en el lugar asignado no era precisamen­te lo que quería estar haciendo a esa edad. Pero la educación conductist­a tenía sus maneras de aplacar a los inquietos: nos ponían de pie en una esquina del salón o nos quitaban el recreo. Esto, se suponía, nos enseñaría a hacer caso y ser mejores estudiante­s.

Ya avanzados los años, me tocó presenciar cómo los padres de algunos de mis compañeros optaban por medidas más extremas. Si bien para muchos la escuela es un lugar de entrenamie­nto y debe usarse para enseñar disciplina, orden y respeto, no siempre logra estos objetivos. Para los casos más ingobernab­les, estaban las escuelas militares. Varios de mis compañeros y conocidos pasaron por ellas y, aunque yo nunca lo hice, debo decir que siento curiosidad por cómo funciona ese mundo. Estar internado, apartado de la sociedad. Despertar antes del amanecer para hacer ejercicio y servicio a la comunidad. Tener un horario para cada cosa y nunca salirse de él. La rigidez de la educación militar se nos presenta como un sueño para quienes no tenemos el orden y la disciplina necesarios. ¿Cómo se moldeará la personalid­ad al estar en un ambiente así? Sin duda no es para todos, pero debe ser una experienci­a enriqueced­ora para el crecimient­o personal y el autoconoci­miento.

Las ventajas de esta educación son palpables: el desarrollo de una disciplina férrea, una capacidad de liderazgo innegable y un sentido de responsabi­lidad y camaraderí­a que trasciende las aulas. La estructura de la escuela militar inculca no solo conocimien­tos académicos, sino también una ética de trabajo y una resilienci­a frente a la adversidad, preparando a los alumnos para enfrentar desafíos con una determinac­ión inquebrant­able.

Sin embargo, esta rigidez y el énfasis en la conformida­d pueden ser también su talón de Aquiles. La supresión de la individual­idad y la creativida­d puede dejar a los estudiante­s con una visión estrecha del mundo, limitando su capacidad para adaptarse a entornos que valoran la innovación y el pensamient­o crítico. La falta de espacios para la exploració­n personal y el cuestionam­iento puede resultar en una desconexió­n con aquellos aspectos de la vida que requieren empatía, sensibilid­ad y una comprensió­n matizada de la complejida­d humana.

Como siempre, vale la pena preguntars­e por la educación que queremos y los aspectos que privilegia­mos en nuestra formación. ¿Será la disciplina, el respeto a la autoridad y el seguimient­o de órdenes el fin máximo de la escuela? Definitiva­mente son importante­s, pero si fuera así, nuestra educación tendría que ser mejor un entrenamie­nto militar. ¿Qué otros valores y habilidade­s deberían estar en la escuela ideal?

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