El Debate de Culiacán

El marasmo de Culiacán

- ANA LUZ RUELAS analuz.ruelas@gmail.com

No hay razón aparente para que las calles de Culiacán luzcan cada vez más plagadas de basura, polvo y descuido. No siempre ha sido así. Hace 10 años, expertos en urbanismo que nos visitaron se sorprendie­ron gratamente del aspecto del Centro. En un recorrido por el área circundant­e del mercado Garmendia, los directores de transporte público de Toronto y Montreal, así como el Director del Instituto de Transporte de la UCLA, y otro académico de Atlanta, comentaron lo limpio que se veía el centro histórico, en comparació­n con el de otras ciudades.

Estamos hoy ante un abandono en el mantenimie­nto urbano, que en otros tiempos era más eficiente. La ciudad irradiaba optimismo social, pero hoy cede paso a un rutinarism­o y pasividad preocupant­e. también los ciudadanos estamos de brazos caídos. No se trata únicamente de negligenci­a del gobierno municipal, sino de la misma gente que descuida sus banquetas, fachadas, pasillos, andadores, sitios de recreación.

La Perla del Humaya, otrora urbia progresist­a cede liderazgo ante la Perla del Pacífico, pues el puerto de Mazatlán en las últimas dos décadas se ha convertido en el principal centro del desarrollo regional de Sinaloa. Incluso los censos económicos y las encuestas de INEGI muestran que la economía de la capital precariza su mercado laboral y muchas de sus fortalezas productiva­s se relocaliza­n.

Detrás de esto hay densas realidades que es necesario entender. No es casualidad que fuéramos escenario de guerras con los Culiacanaz­os de 2019 y 2023, ni el multitudin­ario secuestro de familias de ayer, que nos conmociona­n. Tampoco que nos hayamos convertido en un territorio poblado de punteros, y que los grupos delincuenc­iales incursione­n en las actividade­s lícitas por medio de la extorsión sofisticad­a. Han avanzado en sus métodos de extracción de dinero, que hasta facturan el cobro de piso. El sistema de partidos está quebrado y la clase política tradiciona­l y emergente, con sus prácticas indecorosa­s ratifican que somos una tierra de pícaros, que logran salirse con la suya, cambiando de afiliacion­es, credos y conviccion­es con tal de sacar ventajas. Tenemos a varios sujetos con perfiles impresenta­bles que aparecen como candidatos. ¿Qué hace un Químico Benítez, un Estrada Ferreiro, un Cuen en las listas de candidatos?

Las institucio­nes se marchitan. Contamos con una de las legislatur­as estatales más mediocres de que se tenga memoria, con bajísimo nivel de discusión y trabajo legislativ­o. Los propios diarios tradiciona­les, que conservan un periodismo profesiona­l muy valioso para la vida comunitari­a, pierden penetració­n por la irrupción de informació­n basura en las redes sociales.

Pero lo más alarmante quizás sea que las universida­des públicas, la UAS y la UADEO sean ejemplo de desprecio de la ley, corrupción, autoritari­smo, carcomiend­o con ello las bases de la civilidad, porque nuestros jóvenes y la sociedad en general se acostumbra­n a que la trácala, la mentira y el abuso sean el modus operandi para tener éxito. Nos preguntamo­s por qué si se reformó la ley orgánica de la UADEO no se convocó de nuevo a elecciones como reclama la mayoría de esa comunidad, para que el impuesto rector Pedro Flores se someta al escrutinio de las bases. Los diputados optaron por alargarle la mecha a la descomposi­ción que se vive al interior.

La cereza del pastel de todo este mundo bizarro son los funcionari­os que nos gobiernan a nivel estatal y municipal, con bajísimos perfiles, pobres desempeños, donde los buenos servidores son la excepción.

Todas estas contrahech­uras son el trasfondo del abandono de Culiacán. Algo tendremos que hacer entre todos.

Hacemos votos porque las familias secuestrad­as puedan recuperar la libertad.

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