La Educación está en campaña
Sueño con un estado en el que todas las niñas, niños y jóvenes asistan a escuelas donde aprendan sin importar su origen ni el lugar donde vivan. Quiero para Mazatlán, Concordia, Rosario y Escuinapa – mi Distrito -, escuelas donde todas y todas disfruten de una educación que les brinde lo necesario para enfrentar su entorno y construir su propio destino. Mi activismo a favor del derecho de las niñas, los niños y los jóvenes a aprender comenzó hace 15 años, al exigir a los gobiernos que cumplan con su tarea de garantizar una mejor educación. Tuve el inmenso privilegio de encabezar la Secretaría de Educación Pública y Cultura (SEPYC) en Sinaloa, y de caminar entre la determinación de miles de docentes por abrirles oportunidades a sus alumnos y sus escuelas. La escuela es vital para muchas familias, quienes sólo tienen una oportunidad para hacer del esfuerzo el mejor mecanismo para una vida más digna.
Sin importar si soy funcionario o activista, tengo una causa: que el origen nunca determine el destino. Veo en la escuela pública el mejor camino para lograrlo. La escuela es el motor de cualquier cambio. En estos años, guardo en mi experiencia la emoción compartida con compañeras y compañeros al querer cambiar las cosas y no lograr los resultados esperados. Aunque ninguna frustración fue más grande que el gozo de atestiguar como, escuelas que tenían todo en contra en Sinaloa, lograron alcanzar el segundo mejor puntaje del país en la prueba PLANEA durante el 2019 para tercero de secundaria, y repetir la hazaña para tercero de preparatoria en el 2020. En ambos casos, nuestro estado estaba en el lugar 27 y 23, respectivamente. Lo dicho: tengo una CAUSA.
En Sinaloa se vive una enorme confusión. Se confunde a la escuela y sus docentes con el problema, cuando ambos son la solución. Lo preocupante de la confusión son sus efectos. Cada vez que una escuela no genera oportunidades, reproduce desigualdades. Es urgente no abandonarlas a su suerte.
Una escuela es una comunidad de aprendizaje y para eso necesita personas que aprendan en espacios dignos, con el apoyo de autoridades y sociedad para afrontar los desafíos de su entorno. No le puede faltar nada de esto o no se aprende.
Esto quiere decir que, si tienes una infraestructura digna, pero no un currículum que responda a las necesidades del entorno de las y los alumnos, no funciona; si tienes docentes comprometidos, pero no asesores que los acompañen, se vuelve complicado; directores dispuestos a tomar decisiones, pero funcionarios burocráticos centradas en controlar, se frena.
En México, sólo el 41% de las escuelas tienen lo que necesitan para ser una verdadera escuela. De ahí la importancia de preguntarnos: ¿de quién son las escuelas públicas? La respuesta parece obvia, pero no lo es. La escuela pública es de TODXS, no es de gobierno.
Sirva este comentario para que, la hoy encargada de despacho de SEPYC, Catalina Esparza Navarrete, revalore la prohibición para que las escuelas reciban apoyos en la mejora de su infraestructura. Es insensato e indeseable abandonar a las y los directores a su suerte. Flaco favor le hace al Gobernador del Estado, un experto en educación, al impedir ayudas que beneficien a las y los niños, sus familias, los docentes, el Sindicato y sus profesores.
Sin duda, el tema merece debate; mientras tanto, no los abandone.
Que así sea.
PD. Agradezco a Armando y Quel Galván el apoyo incondicional que brindaron para levantar una barda derrumbada durante dos años en una escuela de Mazatlán, lo mismo que a las gestiones realizadas por Edgar Alonso Campos, Director de la Facultad de Arquitectura de la UAS. Yo sólo encontré la escuela. Los citados aquí arriba se encargaron de lo demás.