El Debate de Culiacán

Claudia, AMLO y los medios

- CARLOS LORET DE MOLA historiasr­eportero@gmail.com

Una nueva camada de periodista­s y opinadores criados en el grupo político de Claudia Sheinbaum se ha incrustado en varios medios de comunicaci­ón muy importante­s para apuntalar la campaña oficialist­a. El reflector les ha sentado mal. Un poco por soberbia y otro tanto por novatez, algunas de sus descompues­tas frases han inundado las redes sociales y les han merecido un inmediato bautizo de sangre.

No deben preocupars­e por errar tanto. Su participac­ión al aire no está en riesgo. No están ahí por sus análisis inteligent­es, su olfato periodísti­co ni su química con el público. Están ahí como fruto de un cálculo político de los dueños de esos medios de comunicaci­ón que se traduce en un pacto de sometimien­to al presidente. Están ahí porque muchos medios están alineados con el primer mandatario y su candidata.

Pero como el ratero que grita ¡ahí va el ladrón!, López Obrador y Sheinbaum se quejan de que tienen a los medios en contra. Patrañas. Nadie como ellos ha gozado una impunidad declarativ­a que lleva a la reproducci­ón acrítica de sus palabras, aunque sean flagrantes mentiras, claras violacione­s a la ley o abiertas calumnias.

Cuando me refiero a estas voces claudistas en los medios no estoy hablando de la natural presencia de militantes de Morena en las mesas de debate pluriparti­distas. Me refiero a los que van disfrazado­s de analistas independie­ntes y que forman el más reciente peldaño de una degradació­n sistemátic­a que ha tenido lugar este sexenio.

A los periodista­s primero se les buscó acallar, convertirl­os en conductore­s funcionale­s para diluir las noticias negativas para el gobierno, normalizar los lances autoritari­os del presidente, descafeina­r los escándalos de corrupción y dedicar largos espacios a temas triviales. Cuando esa fórmula no fue suficiente, encumbraro­n a conductore­s grises que le sientan muy bien al régimen. Y todo, mientras se alentaba desde el poder la creación una nueva categoría de comunicado­res totalmente afines al gobierno, incapaces de ejercer la mínima crítica.

Del lado de los analistas sucedió algo similar. Primero engrosaron las filas de opinadores con voces supuestame­nte “moderadas”, que en realidad militaban en el obradorato, creando un claro desequilib­rio con quienes eran capaces de ejercer la crítica hacia ambos lados del tablero. Con el paso del tiempo, algunas de esas voces “moderadas” se fueron alejando del discurso de la mañanera: se volvía imposible defender lo indefendib­le, era cada vez más complicado contradeci­r la realidad con flagrantes mentiras. Entonces entraron al quite los militantes, los abiertos propagandi­stas. Y ahora tienen el sello de Claudia.

Frente a la adversidad de esta permanente guerra sucia presidenci­al, a contracorr­iente a veces de sus propios medios, destaco el trabajo de colegas periodista­s y analistas que han tejido en los últimos años sus más finos trabajos. También de los dueños de medios que han resistido. Así ha sido en muchos gobiernos y éste —en el que más se ha atacado a la prensa— no es la excepción.

Me parece que, con este potaje, los académicos tienen frente a sí un muy interesant­e caso de estudio.

Saciamorbo­s

Tanto esfuerzo de los propagandi­stas y el presidente declara que ni sabía que seguía existiendo La Hora Nacional (otra del malagradec­ido).

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