Virtudes y vicios (13). Mejor que lo perfecto
PARA SABER. “Mejor es callar y que duden de tu poca sabiduría, que hablar y eliminar cualquier duda sobre ello” (Abraham Lincoln). La prudencia nos indica cuándo hablar y cuándo es mejor callar. A veces se entiende erróneamente la prudencia como una actitud temerosa que lleva a no actuar. Pero la persona prudente es creativa: razona, evalúa y actúa. No se deja llevar por emociones o presiones, sino actúa con inteligencia y libremente.
PARA PENSAR
Un empresario invitó a cenar a su anciano profesor de filosofía. Quería saber si su hijo estaba suficientemente maduro para traspasarle sus negocios. El profesor lo observó al cenar. Al final, a solas, le preguntó a su profesor. “¿Y bien?”. Le contestó: “Aún le falta madurez a tu hijo”. “Pero, ¿cómo lo sabes?”, preguntó. “Porque le puso sal a la comida antes de probarla. No sabía si necesitaba sal o no, pero se la puso. Significa que actúa sin pensar. Quien así actúa se puede equivocar mucho”. El empresario agradeció y alabó su perspicacia.
Se precisa pensar antes que actuar. Aristóteles decía que el hombre prudente es capaz de deliberar y juzgar de una manera conveniente. Santo Tomás la llamó “la recta razón en el obrar”, y dirige las otras virtudes.
PARA VIVIR
Ante las dudas para obrar correctamente, no se puede decidir con una moneda. La prudencia aconseja medir la situación, recordar experiencias pasadas, pedir consejo. Por eso es la cualidad de los gobernantes, pues armoniza los muchos puntos de vista. La prudencia enseña que “Lo perfecto es enemigo de lo bueno”. Cuando se pretende mucho refinamiento, no se termina lo comenzado. Es preferible algo bien realizado que nunca acabar. Jesús enseña a vivir la prudencia, como cuando describe al hombre sensato que construyó su casa sobre roca, y la del insensato, en cambio, sobre arena. Recomienda ser prudentes como las serpientes y sencillos como las palomas. Invita a ser santos, pero inteligentes, porque sin prudencia, es fácil equivocarse y hay que saber elegir el camino que conduce al bien y a la vida verdadera.