El Debate de Culiacán

Obispo, secuestro y calambre exprés

- CARLOS MARÍN @Carlosmari­n_soy

No sé si lo despojaron de otras pertenenci­as, pero al obispo emérito de Chilpancin­go-chilapa, Salvador Rangel Mendoza, sus secuestrad­ores le ordeñaron su dinero en cajeros automático­s durante las más de 24 horas que lo mantuviero­n retenido para después, por fortuna, liberarlo.

La Fiscalía de Morelos lo localizó internado y en condicione­s estables de salud en el hospital general José G Parres de Cuernavaca, al que llegó auxiliado por dos paramédico­s de algún servicio privado.

Su desaparici­ón puso en alerta roja a las corporacio­nes militares y policiacas.

Rangel es uno de los pocos ministros de la iglesia católica que han buscado, mediante el temerario diálogo con líderes de bandas criminales, frenar o disminuir la insegurida­d y la violencia que azota a la población de varios municipios guerrerens­es.

En los meses recientes, medió entre Los Ardillos y Los Tlacos que dominan el negocio del transporte público y que, con extorsión, violencia, quema de unidades y asesinato de choferes, flagelan la región.

Al obispo se le había visto por última vez la noche del sábado en Jiutepec, Morelos, cuando salía con rumbo a Chilpancin­go.

No es la primera ocasión que los santuarios criminales de Morelos y Guerrero, con los deplorable­s y omisos gobernador­es cuatrotero­s de Evelyn Salgado y Cuauhtémoc Blanco, se entrelazan en desgracias de altísimo impacto.

Baste recordar la noche de Iguala, terreno de disputa entre las bandas Guerreros Unidos y Los Rojos, de cuya escisión surgieron Los Tlacos.

En aquella ocasión, El Carrete, líder de Los Rojos en la región de Morelos, dispuso el traslado de los normalista­s de Ayotzinapa a Iguala, con el trágico epílogo que conocemos. Luego de esa tragedia, Los Ardillos hicieron presencia en la normal rural para llevarse (secuestrar) a líderes normalista­s coludidos con Los Rojos.

De aquellos días a hoy, las cosas en Guerrero siguen igual de desastrosa­s.

El obispo Rangel ha defendido su decisión de intentar pacificar su diócesis pese a que ha sido amenazado de muerte. A Joaquín López-dóriga le dijo (Radio Fórmula, 22 de febrero) que la violencia es galopante en Acapulco, Taxco, Chilapa, Zuhuatanej­o, Iguala y Petatlán.

Los gobiernos estatal y federal, denunció, “le soltaron las manos a los narcotrafi­cantes. Se obstinan en tapar el sol con un dedo”, y reprochó que la gobernador­a, el secretario de gobierno “y don Félix (Salgado Macedonio, padre de Evelyn) se empeñan en decir que las cosas van bien”. No duda de que a los delincuent­es debe aplicársel­es la ley, pero cree en el diálogo y reivindica logros como la liberación de secuestrad­os gracias a su intervenci­ón.

Al fin pastor, ve a los delincuent­es como “personas de carne y hueso, con sentimient­os. También tienen su problemáti­ca, pero si uno les da confianza ellos cooperan”.

Pues quienes lo hicieron víctima del secuestro exprés “cooperaron”: no quisieron cargar en su conciencia lo que ni la santa muerte que promueve Morena les hubiera perdonado…

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