La utopía de Luis Donaldo Colosio
Cuántos libertadores modernos conocen? ¿Dos, tres? Los que la historia oficial nos ha heredado en la educación primaria y secundaria; sin duda, nos hablan de aquellos hombres y mujeres valientes que se enfrentaron al sistema para imponer nuevas ideas.
Más o menos así era la propuesta de un hombre llamado Luis Donaldo Colosio Murrieta, un libertador que desafió el status quo de la política mexicana en 1994, para ser exactos. En el marco de su aniversario luctuoso el día de hoy «23 de marzo» les comparto una narrativa nostálgica de su tragedia y la utopía del México que anhelaba.
Cerraba el año de 1993, el entonces presidente de México, Carlos Salinas de Gortari, preparaba su salida y aún no elegía al candidato que continuaría con su legado en el país. Todo indicaba que Manuel Camacho Solís sería el idóneo para seguir con la modernidad que había traído Salinas al México moderno; Camacho -decían los analistas de esa época- prometía la sucesión en materia diplomática y económica, pero sobre todo, su candidatura permitiría que el presidente Salinas siguiera participando en las decisiones de México, razón por la cual aparecía en todas las proyecciones a los comicios de agosto de 1994.
Sin embargo, en el transcurso del mes de enero del siguiente año, el PRI y el presidente se enfrentaron a la fecha decisiva, entre escándalos mediáticos y vitoreos políticos. Carlos Salinas de Gortari cimbró los rumores sobre la candidatura presidencial con una frase icónica: “No se hagan bolas, hay un solo candidato presidencial”, entendiéndose que este sería Luis Donaldo Colosio Murrieta, quien también al igual que Manuel Camacho figuraba en la lista de potenciales candidatos. Colosio, un profesional de la política pero también hombre con ideales, sabía que la puerta de Los Pinos solo se podía abrir desde adentro, y desde adentro tenía que construir su candidatura. La conjugación entre esta disciplina partidista de un hombre con gran trayectoria dentro del PRI y sus ideas libertadoras hizo de Colosio el candidato perfecto que el México de esa época necesitaba. Una serie de eventos desafortunados para Salinas, como el surgimiento del movimiento zapatista en Chiapas, hizo que Luis Donaldo creara en su mente castillos de papel, ideas utópicas que al conocerlas pusieron en riesgo el status quo del poder, porque evidenciaba las malas prácticas y prometían a su vez desenmascarar a lobos vestidos de oveja, razón por la cual comenzó a convertirse en un “candidato incómodo” para los hombres de poder que habían vivido del sistema y de la misma clase política que tenía el poder por el mango. Sus comentarios sobre el autoritarismo y su visión democrática metía en problemas a una herencia política de más de 70 años. Contra corriente, el 06 de marzo de 1994 ante los mexicanos expresó lo que llamarían después los medios su sentencia de muerte.
En un emblemático discurso en el Monumento a la Revolución de la Ciudad de México, se comprometió a “reformar el poder para democratizar y acabar con cualquier vestigio de autoritarismo”, su mensaje no lo dejó a interpretaciones, fue contundente con cada palabra. “Yo veo un México con hambre y con sed de justicia, de gente agraviada por las distorsiones que imponen a la ley quienes deberían de servirla, de mujeres y hombres afligidos por las autoridades o por la arrogancia de las oficinas gubernamentales, sabemos que el origen de los males se encuentra en una excesiva concentración del poder que da lugar a los abusos… y a los excesos”. “Un nuevo equilibrio en la vida de la república”, “es hora de reformar el poder”, “de cerrarle el paso al influyentismo” entre otras frases, marcaron la línea entre Salinas de Gortari y un hombre que emergió como héroe por la lucha de un México casi utópico.
Luis Donaldo representaba el sentimiento de un pueblo que se sentía alejado de las autoridades, que sin saberlo, necesitaba de un ideólogo que viniera desde el poder para confirmar lo que todo el país suponía pero que nadie se atrevía a decir. Con estas palabras, Colosio confirmó su distancia con el presidente y con el sistema, acabó con los rumores de que se le podría sustituir por Camacho Solís y se ganó el cariño de la gente, pero también se quedó completamente solo.
Pero ese sueño duró solo 17 días. El 23 de marzo de 1994, en la colonia Lomas Taurinas en la ciudad de Tijuana se terminó el sueño de un México distinto, dos disparos cambiaron la historia de un pueblo con justos reclamos y que avizoraba en el candidato presidencial un nuevo rumbo para la historia del país.
La utopía de Luis Donaldo, a 26 años de su muerte, aún sigue siendo la causa de políticos y políticas que vimos en Colosio un ideario para construir un México distinto. Muchas de nuestras viejas prácticas ya no funcionan, se han convertido en mera rutina política y aún se continúan realizando. Estamos alejados de una política partidista con ética de la responsabilidad y moralidad pública, todo lo contrario, seguimos justificando las malas decisiones de los candidatos que postulamos. No tenemos una política que proponga ideas, sino que seguimos practicando politiquería que solo se basa en desacreditar al adversario. No nos dimos cuenta que se nos terminaron los triunfos asegurados a base del sistema y del clientelismo, hasta que los perdimos.
Como todos los libertadores de la historia, Luis Donaldo terminó muerto por luchar por sus ideales, tal parece que la prisión o las balas son el destino para quien sueña con utopías y se enfrenta al desafío de construirlas.
Nos vemos en la próxima.