Aprender a resolver; autorregularnos
En una sesión de asesoría de tesis me preguntaron cómo podemos valorar si un estudiante está desarrollando la competencia del pensamiento crítico, que le permite aprender a regular su pensamiento, comportamiento y emociones. El escenario de la pregunta es una conversación con tres profesoras, cada cual responsable de un nivel educativo en un colegio, de primaria, secundaria y bachillerato, todas con genuino interés por comprender cómo guiar a los docentes de su centro escolar para que ellos, a su vez, faciliten a los estudiantes el desarrollo del pensamiento crítico, porque está declarado en el perfil de egreso oficial como una competencia clave para la vida. Para guiarle en este texto, le propongo pensar en el pensamiento crítico como la capacidad para aprender a resolver.
Y se trata de que los estudiantes, las personas en general, sean cada vez más capaces de lograrlo, avanzando poco a poco.
Como resultado de esa conversación les propuse para la reflexión una línea en el tiempo, imaginando a los estudiantes en tres diferentes momentos de sus vidas, apoyados por sus profesores y también en sus hogares. El trazo de la línea inicia en la educación básica para completar su figura y contenido en la educación superior. Imagine usted a una niña o niño en esta línea en el tiempo, en cada uno de los siguientes escenarios. Cada escenario tiene una nota, para que usted imagine que está observando a esa niña o niño.
Escenario de educación primaria. La niña o niño aprende a resolver problemas cuando logra distinguir el siguiente orden: observa, analiza, reflexiona y planea. Además, aprende a expresar a las personas a su alrededor qué hizo y cómo lo hizo. En resumen: si sigue el procedimiento puede resolver el problema.
NOTA: Imagine usted que esa pequeña persona se emociona cuando logra resolver algo, cuando le celebran su avance; en ocasiones le cuesta aceptar que se equivoca o no logra solucionar el problema en el primer intento, en ocasiones le cuesta aceptar la opinión de otros, en ocasiones no sabe distinguir qué siente y necesita ayuda para “pensar en el sentimiento” y fluir. Niña o niño pueden “sentir” la ayuda para “ver” el resultado. Escenario de educación secundaria. La niña o niño es ahora adolescente. Es hábil para observar lo que ocurre en su entorno y aprende a formular preguntas, a distinguir los problemas y, para resolverlos, distingue también el siguiente orden: busca información, analiza y argumenta las soluciones que propone. Distingue estrategias sencillas que le son útiles, como tablas, cuadros comparativos, mapas mentales o conceptuales, diagramas; y estrategias más elaboradas e integradoras como prototipos, casos, proyectos, entre otras. En resumen: si logra formular el problema logra también una propuesta de solución.
NOTA: Imagine usted que al adolescente le gusta saber y sentir que puede resolver algo, es cada vez más consciente de sí mismo, es cada vez más hábil para autoevaluarse, en ocasiones le cuesta y requiere ayuda de otras personas para guiarlo, sabe cómo hacerlo, pero puede sentirse inseguro de hacerlo bien; en ocasiones no sabe qué quiere, cuáles son sus metas como persona, aunque puede tener claridad en sus metas como estudiante, y eso le confunde en ambos escenarios, precisando de ayuda para distinguir sus pensamientos y emociones en su vida personal, familiar, escolar, social, con ayuda de otros. La influencia de su entorno familiar y del contexto escolar es decisiva en la búsqueda de modelos a seguir o de los cuales aprender. Empieza entonces a autorregularse de forma consciente. El adolescente puede “ver” el problema, puede “ver” el resultado, empieza a “verse” a sí mismo y agradece la ayuda.
Educación media superior o bachillerato. La niña o niño ahora pasó a ser joven. Además de su aprendizaje en primaria y secundaria, distingue el pensamiento lógico-matemático, así como el método científico para analizar y cuestionar críticamente los fenómenos que ocurren no solo en su entorno conocido, sino en otras escalas, mundo-universo. Distingue y argumenta por qué aplicar una u otra estrategia para formular el problema y proponer una solución. En resumen: si logra formular el problema y justificar por qué es un problema, logra argumentar cuál es la mejor solución.
NOTA: Imagine usted que a la persona joven le gusta saber y sentir que puede “ver” el problema, que “descubrió” un problema, y “descubrió” una forma de resolverlo; puede ser plenamente consciente de sí mismo, de sus pensamientos y emociones, aunque precisa ayuda para distinguir que otras personas también pueden lograr lo mismo y sus propuestas pueden ser pertinentes, incluso mejores que las suyas, situación que amerita ayuda de parte de las personas a su alrededor para evitar que “descalifique” a los otros, desde una postura egocentrista de logro personal, o se “autodescalifique” desde una postura de confusión e inseguridad. Este es el punto clave en la ayuda que precisan en esta etapa del desarrollo: su pensamiento crítico llega a un punto de reflexión en el cual las emociones cobran una tremenda fuerza para impulsarlos a resolver problemas o para frenarlos, y eso les confunde en lo que quieren, en sus metas, tanto en su vida personal, familiar, profesional de elección de carrera. Continúa en la búsqueda de modelos a seguir o de los cuales aprender. Sus decisiones giran en torno a la autorregulación de sus pensamientos y emociones. El joven puede “ver” el problema, puede “ver” el resultado, logra “verse” a sí mismo, y valora mucho “sus decisiones”, así como la ayuda recibida. Escenario en educación superior. Le invito a leer la publicación de la próxima semana. Aunque, siendo usted una persona adulta, le ofrezco este resumen: el pensamiento crítico se desarrolla, no se aprende de una vez y para siempre, se avanza poco a poco, y tiene como base la capacidad de “ver” y “ajustar” los pensamientos, emociones y acciones orientadas hacia el logro de algo, de una meta, y de resolver ese algo, un problema. Imagine usted que se observa a sí mismo, a sí misma, mente-mano-corazón, se observa en sus propios pensamientos, comportamientos y afectos; en esta postura de autoobservación, inicia el proceso de darse cuenta y la posibilidad de regular(se), sola, solo y con ayuda de otros. Lo cierto es que, en algunas ocasiones, algunas personas, pueden “ver”, pero no saben “ajustar”, y siendo adultos, siguen comportándose como niños, adolescentes o jóvenes.