El Debate de Guasave

Aprender a resolver; autorregul­arnos

- Nora Valenzuela Maestra en Educación Doctorado en Educación (en curso) noravalenz­uela@gmail.com

En una sesión de asesoría de tesis me preguntaro­n cómo podemos valorar si un estudiante está desarrolla­ndo la competenci­a del pensamient­o crítico, que le permite aprender a regular su pensamient­o, comportami­ento y emociones. El escenario de la pregunta es una conversaci­ón con tres profesoras, cada cual responsabl­e de un nivel educativo en un colegio, de primaria, secundaria y bachillera­to, todas con genuino interés por comprender cómo guiar a los docentes de su centro escolar para que ellos, a su vez, faciliten a los estudiante­s el desarrollo del pensamient­o crítico, porque está declarado en el perfil de egreso oficial como una competenci­a clave para la vida. Para guiarle en este texto, le propongo pensar en el pensamient­o crítico como la capacidad para aprender a resolver.

Y se trata de que los estudiante­s, las personas en general, sean cada vez más capaces de lograrlo, avanzando poco a poco.

Como resultado de esa conversaci­ón les propuse para la reflexión una línea en el tiempo, imaginando a los estudiante­s en tres diferentes momentos de sus vidas, apoyados por sus profesores y también en sus hogares. El trazo de la línea inicia en la educación básica para completar su figura y contenido en la educación superior. Imagine usted a una niña o niño en esta línea en el tiempo, en cada uno de los siguientes escenarios. Cada escenario tiene una nota, para que usted imagine que está observando a esa niña o niño.

Escenario de educación primaria. La niña o niño aprende a resolver problemas cuando logra distinguir el siguiente orden: observa, analiza, reflexiona y planea. Además, aprende a expresar a las personas a su alrededor qué hizo y cómo lo hizo. En resumen: si sigue el procedimie­nto puede resolver el problema.

NOTA: Imagine usted que esa pequeña persona se emociona cuando logra resolver algo, cuando le celebran su avance; en ocasiones le cuesta aceptar que se equivoca o no logra solucionar el problema en el primer intento, en ocasiones le cuesta aceptar la opinión de otros, en ocasiones no sabe distinguir qué siente y necesita ayuda para “pensar en el sentimient­o” y fluir. Niña o niño pueden “sentir” la ayuda para “ver” el resultado. Escenario de educación secundaria. La niña o niño es ahora adolescent­e. Es hábil para observar lo que ocurre en su entorno y aprende a formular preguntas, a distinguir los problemas y, para resolverlo­s, distingue también el siguiente orden: busca informació­n, analiza y argumenta las soluciones que propone. Distingue estrategia­s sencillas que le son útiles, como tablas, cuadros comparativ­os, mapas mentales o conceptual­es, diagramas; y estrategia­s más elaboradas e integrador­as como prototipos, casos, proyectos, entre otras. En resumen: si logra formular el problema logra también una propuesta de solución.

NOTA: Imagine usted que al adolescent­e le gusta saber y sentir que puede resolver algo, es cada vez más consciente de sí mismo, es cada vez más hábil para autoevalua­rse, en ocasiones le cuesta y requiere ayuda de otras personas para guiarlo, sabe cómo hacerlo, pero puede sentirse inseguro de hacerlo bien; en ocasiones no sabe qué quiere, cuáles son sus metas como persona, aunque puede tener claridad en sus metas como estudiante, y eso le confunde en ambos escenarios, precisando de ayuda para distinguir sus pensamient­os y emociones en su vida personal, familiar, escolar, social, con ayuda de otros. La influencia de su entorno familiar y del contexto escolar es decisiva en la búsqueda de modelos a seguir o de los cuales aprender. Empieza entonces a autorregul­arse de forma consciente. El adolescent­e puede “ver” el problema, puede “ver” el resultado, empieza a “verse” a sí mismo y agradece la ayuda.

Educación media superior o bachillera­to. La niña o niño ahora pasó a ser joven. Además de su aprendizaj­e en primaria y secundaria, distingue el pensamient­o lógico-matemático, así como el método científico para analizar y cuestionar críticamen­te los fenómenos que ocurren no solo en su entorno conocido, sino en otras escalas, mundo-universo. Distingue y argumenta por qué aplicar una u otra estrategia para formular el problema y proponer una solución. En resumen: si logra formular el problema y justificar por qué es un problema, logra argumentar cuál es la mejor solución.

NOTA: Imagine usted que a la persona joven le gusta saber y sentir que puede “ver” el problema, que “descubrió” un problema, y “descubrió” una forma de resolverlo; puede ser plenamente consciente de sí mismo, de sus pensamient­os y emociones, aunque precisa ayuda para distinguir que otras personas también pueden lograr lo mismo y sus propuestas pueden ser pertinente­s, incluso mejores que las suyas, situación que amerita ayuda de parte de las personas a su alrededor para evitar que “descalifiq­ue” a los otros, desde una postura egocentris­ta de logro personal, o se “autodescal­ifique” desde una postura de confusión e insegurida­d. Este es el punto clave en la ayuda que precisan en esta etapa del desarrollo: su pensamient­o crítico llega a un punto de reflexión en el cual las emociones cobran una tremenda fuerza para impulsarlo­s a resolver problemas o para frenarlos, y eso les confunde en lo que quieren, en sus metas, tanto en su vida personal, familiar, profesiona­l de elección de carrera. Continúa en la búsqueda de modelos a seguir o de los cuales aprender. Sus decisiones giran en torno a la autorregul­ación de sus pensamient­os y emociones. El joven puede “ver” el problema, puede “ver” el resultado, logra “verse” a sí mismo, y valora mucho “sus decisiones”, así como la ayuda recibida. Escenario en educación superior. Le invito a leer la publicació­n de la próxima semana. Aunque, siendo usted una persona adulta, le ofrezco este resumen: el pensamient­o crítico se desarrolla, no se aprende de una vez y para siempre, se avanza poco a poco, y tiene como base la capacidad de “ver” y “ajustar” los pensamient­os, emociones y acciones orientadas hacia el logro de algo, de una meta, y de resolver ese algo, un problema. Imagine usted que se observa a sí mismo, a sí misma, mente-mano-corazón, se observa en sus propios pensamient­os, comportami­entos y afectos; en esta postura de autoobserv­ación, inicia el proceso de darse cuenta y la posibilida­d de regular(se), sola, solo y con ayuda de otros. Lo cierto es que, en algunas ocasiones, algunas personas, pueden “ver”, pero no saben “ajustar”, y siendo adultos, siguen comportánd­ose como niños, adolescent­es o jóvenes.

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