La Inquisición en Sinaloa
La tranquilidad de la villa de Culiacán fue turbada en marzo de 1627, cuando sus habitantes fueron llamados a declarar por el tribunal de la Santa Inquisición, inculpados en prácticas de hechicería y brujería. El 25 de marzo de 1627, el pregonero Juan de San Diego recorrió las calles de la villa de Culiacán convocando con voz fuerte a los habitantes, hombres y mujeres, de catorce años de edad en adelante, para que por orden del Santo Oficio, representado por el jesuita Hernando de Villafañe, acudieran a las ocho de la mañana del domingo 28 de ese mes a la parroquia lugareña, para someterse a un interrogatorio que así convenía “al servicio de Dios nuestro señor y del Santo Oficio de la Inquisición”. El pregonero enfatizaba que aquel que no se presentara sería excomulgado. Después de la lectura del Evangelio, y con la presencia del Cabildo y el Alcalde Mayor de la villa, Roque de Cervantes; el Justicia Real, Juan de Cárdenas; el Comisario del Santo Oficio, el padre Hernando de Villafañe; el Notario de la Inquisición, el padre Lorenzo de Figueroa, se leyeron el edicto general y otros de carácter particular, ante la expectación de los citados. En los días siguientes denunciados y autodenunciados pasaron ante el comisario, el notario y dos testigos de calidad, a proporcionar la información que la Inquisición requería.