La crisis sanitaria y económica de México
Por más que el Gobierno de México insiste en decir y asegurar que el proceso de vacunación va viento en popa y todo marcha bien, la realidad ha rebasado los buenos propósitos, dejando en la indefensión a un país entero.
En México, el proceso de vacunación avanza muy lento y es muy limitado. Arribos de lotes de vacunas por miles, cuando deberían de ser de millones de dosis, dificulta la aplicación a grupos vulnerables tan urgidos de que sean vacunados, como el personal médico, de enfermería y de hospitales.
A todo se le suma una planeación sin pies ni cabeza, estrategia que no acaba de aterrizar como es debido, lo cual se ve reflejado por las constantes manifestaciones de personal médico al que aún no se le aplica ni siquiera la primera dosis de la vacuna anticovid, ni qué decir de la población adulta de más de 65 años, primer eslabón de la cadena de vacunación que ha sido atendida de forma aislada. ¿Cómo entenderse el suministro de dosis en zonas alejadas, incluso algunas en semáforo amarillo o verde, y dejar para después centros urbanos con grandes cantidades de personas contagiadas y con índices de letalidad altos?
Recordemos que el primer “pico” de la pandemia se registró en agosto del año pasado, y a partir de ahí los contagios empezaron a bajar hasta finales de noviembre, que los casos volvieron a crecer hasta finales de enero. Hemos vivido una tendencia a la baja, pero es muy probable que vuelva a ocurrir un nuevo incremento de contagios derivado de las vacaciones de Semana Santa y Pascua; de hecho, países de Europa y en nuestro continente, Brasil, viven un aumento en casos de contagios de forma alarmante, y más con la aparición de nuevas mutaciones o cepas del virus.
El difícil equilibrio entre economía y salud es lo que los Gobiernos de los tres niveles intentan librar y manejarlo de la mejor forma. Cierto, en un país como México, donde no se privilegió esquemas y programas de apoyo y soporte a las miles y miles de mipymes que han cerrado sus cortinas y que han ocasionado un desplome en la economía, lo único que nos queda es esperar y valernos por nosotros mismos. Se reconoce, el Gobierno no puede hacerlo todo, pero debería de mostrarse solidario, con decisión y liderazgo en ir al auxilio de un pueblo que vive al día y cuya economía es sostenida por miles de emprendedores y empresarios que luchan día a día por sobrevivir.
Ante la pandemia y la crisis económica, parece que en nuestro país no aprendemos, ni en lo que le toca a hacer a los Gobiernos ni los ciudadanos. A estas alturas, y en fechas vacacionales en puerta como el periodo de Semana Santa y de Pascua, se percibe un escenario muy relajado, como si no pasara nada y no existiera la pandemia, ¿Por qué insistir en regresar a la “normalidad” antes de tiempo, cuando no hay condiciones para ello? Como dijo recientemente, el embajador de México en la Organización de las Naciones Unidas, Juan Ramón de la Fuente, “la ciencia fue mucho más rápida y eficiente que la política, la diplomacia, los servicios de salud pública y la producción industrial, por mencionar algunas de las actividades humanas que tienen que ver con las vacunas contra el SARS-COV-2”. Desgraciadamente, el tener el remedio para resolver el problema de la pandemia no lo es todo. Las vacunas, que deberían ser un bien común global, las han acaparado las grandes potencias mundiales, se han impuesto los derechos de propiedad intelectual, intereses económicos y los nacionalismos en los controles de suministro, lo cual ha propiciado el acaparamiento y la distribución desigual. Las excepciones en flexibilizar los derechos de las patentes para que las vacunas se reproduzcan en otros países han sido de AstraZeneca y Novavax.
El gran tema de fondo es la desigualdad y la falta de solidaridad de esos organismos financieros internacionales y donantes poderosos que, en mucho de los casos, no han cumplido.
Por lo pronto, la única solución para contener el aumento de nuevos casos del nuevo coronavirus sigue siendo el distanciamiento social, evitar acudir a lugares concurridos, seguir las recomendaciones sanitarias y esperar con paciencia que el proceso de vacunación avance con más rapidez.