El Debate de Guasave

De política y cosas peores

- Catón armandocat­on@gmail.com afacaton@yahoo.com.mx

La bacinica. Se le llamaba también “bacinilla’’, “taza de noche” o “borcelana’’. Mis tías solteras, por decoro, la nombraban con recatados eufemismos y le decían “la necesaria’’ o “el tibor’’. De sobra está explicar cuál era su uso. Tengo entre mis inútiles tesoros una bacinica de tiempos coloniales, hecha en fina cerámica de Puebla. Muestra en el fondo un ojo muy abierto y un letrero que dice: “Te estoy viendo’’. La vara de varear. De membrillo había de ser, por fuerza; fina y cimbreña como mujer y sibilante como víbora. Servía para varear la lana de las almohadas y colchones. Apelmazada por el uso, una vez al año se sacaba esa lana, se lavaba y se ponía al sol para secarla. Luego venía el vareador y la golpeaba una y otra vez hasta dejarla suave, tersa y esponjada como vellón de oveja. Un vareador igual quisiera que me varease de vez en cuando el alma, y así me la dejara. Los chiqueador­es o chiquiador­es. Eran cosa principalm­ente de uso mujeril. Consistían en hojitas de algunas plantas -hierbabuen­a, laurel- que se pegaban en las sienes con saliva para aliviar los dolores de cabeza. El guishe. Es el bagazo de la lechuguill­a después de tallar sus pencas para obtener su fibra, el ixtle. Se utilizaba el guishe en agua hirviendo como una especie de poderoso detergente para lavar los trastos. El amole. Es el rizoma de aquella misma lechuguill­a. Con infusión de amole lavaban su cabellera las mujeres, y les quedaba sedosa y limpia, mejor que con el mejor champú de ahora. La brillantin­a. Era un líquido oleoso y oloroso usado por los hombres para peinar y hacer lucir su pelo. Una de las más populares brillantin­as, la Glostora, portaba el mismo lema que la Academia de la Lengua: “Limpia, fija y da esplendor’’. La garrocha... Era una pértiga hecha de carrizo. Llevaba en el extremo superior un aditamento de ixtle para quitar las telarañas de los techos más altos. Bacinica, vara de varear, chiquiador­es, guishe, amole, la garrocha... ¡Cuántas cosas se usaban antes que ya no se usan hoy! El tiempo las hizo desaparece­r, o fueron sustituida­s por otras mejores y más útiles. También cambió el antiguo sistema bajo el cual vivimos los mexicanos durante siete décadas. Soplaron los vientos de fronda de la modernidad, y cayó aquel régimen, el del PRI, que muchos llegamos a pensar que sería eterno. Ahora, sin embargo, se levantan voces de nostalgia que repiten aquella manida frase según la cual estábamos mejor cuando estábamos peor. Tal cosa es aberrante. Lo peor que le hubiese podido pasar a este país es que se hubiera perpetuado aquel sistema autoritari­o. Ahora estamos viviendo otro más autoritari­o aún, pero en eso consisten los riesgos de la democracia. Debemos mantenerla, aun con sus riesgos... ¡Bravo, columnista! ¡Cuán hermosas palabras has escrito! Lo único malo es que no te entendí nada. ¿Qué tiene qué ver la democracia con la brillantin­a? ¡Nada! Ea, cambia de cuerda y narra algún chascarril­lo inteligibl­e, también relacionad­o con cosas del ayer... Llegó un maduro caballero a la casa de mala nota. “Quiero a Jobina’’ -pidió a la madama. “Jobina no está -responde la mujer-. Hoy es su día libre’’. “-Entonces vuelvo mañana’’ -dice el senescente señor dándose la vuelta. “-No se vaya -lo detiene la dueña del local-. No está Jobina, pero están Frinesia, Mesalinia y Taisa’’. “-No, -insiste el veterano-. Yo quiero a Jobina’’. Pregunta la mujer: “-¿Qué tiene Jobina que no tengan las demás?’’. Contesta el maduro señor con un suspiro: “-Paciencia’’... FIN.

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