CIEN DÍAS AMBICIOSOS: UNA DOSIS DE ESPERANZA, PERO NO PARA TODOS El doctor Meade hace un análisis de los primeros días de Gobierno del nuevo presidente estadounidense, Joe Biden
El jueves 29 de abril, el Mandato del presidente Joe Biden cumplió 100 días — una vara de medir tradicional en la política estadounidense.
Lo más destacado es el proceso de vacunación, y ha sido un exitazo. El 8 de diciembre, un mes antes del inicio de su Gestión, Biden prometió administrar 100 millones de dosis de la vacuna en los primeros 100 días de su Administración. El 25 de marzo, dobló la apuesta hacia 200 millones de dosis. Alcanzó esta meta el 22 de abril. Hoy en día, 43 por ciento de la población ha recibido por lo menos una dosis de la vacuna.
Para capturar el significado de esta meta, Biden citó a una enfermera en Arizona, quien la describió como “una dosis de esperanza”. Una población totalmente vacunada y una sociedad abierta brillan en el horizonte.
Claro, el desarrollo de la vacuna antecedió a Biden y formó parte de un esfuerzo global. Pero, la nueva Administración mejoró mucho a las cadenas de distribución y la colaboración con las autoridades estatales y locales.
Comunicación
El reto más grande era comunicativo: superar a la resistencia y el escepticismo sobre la vacuna, desmentir a los mitos y las teorías de conspiración sobre la pandemia, y divorciar los medios sanitarios de la política partidaria. Todavía hay mucho por hacer en este aspecto, pero la calidad de la comunicación ha sido incuestionablemente mejor bajo Biden.
El cambio de tono se refleja en mucho en la política de Biden — reasentó a los Acuerdos de París y la Organización Mundial de la Salud, suprimió la prohibición de entrada para ciudadanos de varios países musulmanes, y canceló el gran muro quijotesco en la frontera con México. No es solamente una cuestión de dar reversa a la política cínica y cruel de Trump. Biden ha repetido el aviso de que en varios aspectos —infraestructura, educación pública, cambio climático, democracia electoral— hemos llegado al “punto de inflexión”. Si seguimos en el mismo camino, el declive será inevitable, y nuestros principios sagrados más y más ahuecados. Para contrarrestar este declive, Biden ha presentado una serie de reformas e inversiones transformacionales, a una escala que no hemos visto en más de medio siglo.
En Tijuana, se encuentran 2 mil personas en un campamento en la plaza enfrente del puente peatonal para entrar a los Estados Unidos, la mayoría centroamericanos buscando asilo político.
u China y Rusia
A pesar de la grandeza de sus propuestas, no puedo escapar el sentimiento persistente de que el nuevo presidente está peleando la última guerra.
En su presentación, ahora estelar, cuando Biden señaló la lógica detrás de estas grandes inversiones, repitió una y otra vez una competencia mortal con China y otros países autocráticos. Proyectó también el espectro de la amenaza militar de Rusia. Y vinculó el triunfo global en contra de estas fuerzas nefastas con el resguardo de la clase media estadounidense, particularmente los de “collar azul” (sin títulos universitarios). Es un lenguaje prestado de la Guerra Fría, empaquetado de nuevo con los grandes problemas del siglo XXI. No cuestiono la existencia de estas amenazas, pero las ausencias sí son preocupantes.
Norteamérica
México no ameritó mención, ni Canadá tampoco — los dos socios económicos más importantes del país. Cuando Biden habló de “comprar estadounidense” hubiera sido tanto más honesto que más estratégico hablar de “comprar norteamericano” — más honesto porque con las cadenas de abasto existentes, no podemos producir la mayoría de bienes y servicios que utilizamos en aislamiento, pero con el resto del continente sí sería posible; más estratégico porque nuestros vecinos son democracias vibrantes, con los cuales compartimos los grandes retos estructurales identificados por Biden a un nivel íntimo e inmediato. Por eso la colaboración continental ofrece un contrapeso visible y viable en contra de las fuerzas autocráticas del mundo. El presidente Biden mencionó a los migrantes centroamericanos y reconoció la maraña de “violencia, corrupción, pandillas, inestabilidad política, hambre, huracanes, temblores y desastres naturales” detrás del fenómeno. Pero no mencionó la crisis humanitaria actual en la frontera.
Migración
En Tijuana, se encuentran 2 mil personas en un campamento en la plaza enfrente del puente peatonal para entrar a los Estados Unidos, la mayoría centroamericanos buscando asilo político. Carecen de agua potable, comida, ropa, albergue, servicios de salud y, sobre todo, información. No saben ni cuándo van a tener la oportunidad de presentar sus casos, ni cómo hacerlo. En esta brecha, han entrado bribones, contrabandistas y criminales de todo tipo. Es así por toda la frontera. Por desesperación, muchos han decidido cruzar por el desierto, el río o el mar. Como consecuencia, 2021 podría ser el año con más muertos en la frontera, tal vez en la historia del país. Perdidos en el desierto o el monte, ahogados en el río, muertos en acci
No es solamente una cuestión de dar reversa a la política cínica y cruel de Trump. Biden ha repetido el aviso de que en varios aspectos —infraestructura, educación pública, cambio climático, democracia electoral— hemos llegado al “punto de inflexión”.