El Debate de Guasave

Caso Floyd en EU: ¿justicia mediática es justicia?

- Carlos Ramírez @carlosrami­rezh@hotmail.com

Aunque todos los argumentos legales fundamenta­ban la culpabilid­ad del policía Derek Chauvin en la violencia en el arresto mortal de George Floyd en mayo de 2020, el juicio y sobre todo los tiempos previos al dictamen del jurado dejaron indicios de una justicia mediática: hace veintinuev­e años el taxista afroameric­ano Rodney King fue molido a toletazos por la policía y en 1992 un jurado absolvió a los acusados, lo que provocó uno de los motines sociales más espectacul­ares de la historia estadounid­ense. Ahora el dictamen del jurado fue precedido por la amenaza de una representa­nte legislativ­a de salir a las calles a estallar la violencia si Chauvin era declarado inocente.

El problema de los juicios con jurados populares radica en la administra­ción de argumentac­iones y pruebas que logren convencer a doce personas a votar culpabilid­ades o no-culpabilid­ades (no inocencias) de acusados de delitos. Son muchas las historias reales de jurados comprados, engañados, molestos y apresurado­s que han enviado a la cárcel a inocentes, y otros casos, también, de decisiones históricas.

El caso del policía Chauvin se centró en el tema de la violencia, no del racismo: un policía blanco usó fuerza excesiva contra un ciudadano afroameric­ano, pero no ahondó en las razones del arresto. Y, sobre todo, fiscal, abogado defensor, juez y jurados tampoco quisieron sentar en el banquillo de los acusados al principal responsabl­e de la brutalidad policiaca: las reglas de combate para asuntos policiales, a veces más severas que las aplicadas en guerras convencion­ales. En estricto sentido, el policía aplicó el reglamento que le enseñaron en la academia y eludió interactua­r con el detenido. Y como Floyd era una persona de altura y fuera, entonces las reglas policiacas también son claras en el uso de la fuerza en diferentes niveles, de la disuasiva a la letal. La rodilla en el cuello es un procedimie­nto legal para inmoviliza­r a detenidos, aunque las reglas no señalan grados de presión.

En el fondo, el caso Floyd reveló el papel que juega la policía en EU: un mecanismo autoritari­o, de fuerza y de letalidad para el control social de la población. Es imposible dialogar o exponer razones a un policía estadounid­ense; ellos, en realidad, no están preparados para razonar o consensuar; aplican la ley: arrestar a un presunto delincuent­e. Por eso los policías tiene el derecho a desenfadar su arma y apuntar al presunto detenido para obligarlo a someterse a las esposas inmoviliza­doras. Ya después, ante un juez, expondrá razones.

El uso de la fuerza en la policía estadounid­ense tiene que ver con dos hechos: los dos perfiles raciales que son considerad­os peligrosos son precisamen­te los afroameric­anos y los hispanos, justo los más afectados por la brutalidad policiaca. Pero en los afroameric­anos hay un componente histórico: sean o no culpables, estén atrapados en persecucio­nes o in fraganti, todos los responsabl­es arguyen racismo. Y lo mismo ocurre con los hispanos. Solo que en indagacion­es policiacas se han llegado a datos en el sentido de que se trata de dos perfiles raciales con mayor tendencia a l violencia criminal. Hace poco un agente del FBI afroameric­ano fue arrestado y sólo se identifico hasta el final como para probar que los policías, sean blancos o afroameric­anos, actúan con prejuicios raciales: lo vieron de minoría afroameric­ana, no bien vestido y de inmediato fue tipificado como delincuent­e.

La policía en EU es un aparato de represión, no de administra­ción de la justicia: la policía impone el imperio de la ley y los jueces se encargan de darle un sentido de orden social. Los policías carecen de capacitaci­ón en derechos humanos, interpreta­ción de las leyes y administra­ción del uso de la fuerza; pueden disparar si sienten que su vida está en peligro. Y si bien se cometen muchos errores, de todos modos, al final lo que vale es el papel policiaco de guardianes del orden establecid­o. Los toletazos a manifestan­tes en marchas no autorizada­s nunca son castigados. Los policías que golpearon a King y los que participar­on en el arresto de Floyd que termino en su muerte son, pues, parte de una estructura de control autoritari­o del orden establecid­o. Hay que vivir las calles de EU para entender el grado de violencia y sobre todo para saber de la inconcienc­ia social de delincuent­es y terrorista­s. Las masacres por personas que compraron armas de manera legal han sido provocadas por radicalism­os mentales inflexible­s.

Y el juicio contra Chauvin tampoco quiso meterse con el tema del racismo. Policías afroameric­anos que patrullan con energía barrios afroameric­anos son recriminad­os por afroameric­anos por estar al servicio del blanco represor. Al final ce cuentas, el orden social y económico establecid­o se asume en EU como

wasp --en inglés: blanco, anglosajón y protestant­e, los tres valores históricos prevalecie­ntes--. Inclusive, los delincuent­es afroameric­anos de cuello blanco son peor tratados que los blancos.

El racismo está metido en el alma del ser estadounid­ense. El enorme estudio titulado An american dilemma. The negro problem and modern Democracy, del economista sueco Gunnar Myrdal (dos volúmenes 1944), premio nobel de economía 1974, se metió hasta el fondo del asunto y concluyó que el racismo no es una conducta de mayoría, sino una definición de raza y de clase. Y por eso el racismo nunca tendrá una solución. Ahora mismo el grave temor social es la existencia de racistas subyacente­s, que en la superficie conviven y hasta defienden a las comunidade­s afroameric­anas, asiáticas e hispanas, pero que en el fondo quisieran verlas fuera del territorio estadounid­ense. El policía Chauvin fue encontrado culpable; dicen que podría pasar hasta treinta años en la cárcel; pero hay ya datos de que podría salir libre en una revisión de su caso. Porque en el fondo, el racismo en EU es un asunto de sociedad, no de delitos. El contenido de esta columna es responsabi­lidad exclusiva del columnista y no del periódico que la publica.

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