Aspirar a la felicidad
(fragmento)
Por: Antonio Velarde Sicairos
Afrontar ahora la incomodidad temporal de cambiar o sufrir permanentemente después, esa es la cuestión.
Todavía, en medio de la pandemia mundial provocada por la covid-19, estamos resintiendo ya los efectos de la nueva gran pandemia, una para la cual no podremos encontrar vacuna, ni será posible resolverla gracias al descubrimiento de nuevos fármacos, sino que la vía para superarla implica cambiar profundamente nuestra manera de ser y de estar en el mundo.
¿Cuál es esta nueva pandemia?
La salud mental. Antes de que termines de leer este párrafo, una persona se suicidará en algún lugar del mundo, y tan solo durante el día de hoy, alrededor de 20 personas lo harán en México. A nivel mundial, cada año se suicidan más de 800 mil personas, y el suicidio es ya la segunda causa de muerte entre los jóvenes de 15 a 29 años. Sin embargo, el problema de la salud mental, que tiene al suicidio como el tema más crítico y doloroso, va mucho más allá, y es verdaderamente alarmante. De acuerdo a la OMS, la depresión afecta a más de 300 millones de personas en el planeta, otros 260 millones padecen ansiedad; 60 millones, trastorno afectivo bipolar; 47.5 millones, demencia; y 21 millones, esquizofrenia y psicosis, refiriéndonos solo a los trastornos mentales más comunes.
Es innegable que el confinamiento y todos los problemas relacionados con la covid-19 tienen un impacto en la salud mental, pero sería ingenuo pensar que es la causa de la compleja situación que enfrentamos. La covid-19 ha alterado la salud emocional de personas que nunca habían experimentado episodios depresivos o de ansiedad, ha agravado la condición de quienes ya vivían con estos padecimientos, ha aumentado las fobias, los ataques de pánico, el personal médico está viviendo con burnout o síndrome de estar quemado, las relaciones de pareja se resienten, y el tema de la salud mental se está visibilizando, pero cuando la crisis de la covid-19 haya pasado, la pandemia de la enfermedad mental todavía estará allí. Es importante no confundirnos, ya que la covid-19 es la detonante y agravante, pero no el causante de la nueva pandemia de salud mental.
Covid-19 y salud mental
Como psicoterapeuta que atiende diario en consultorio, y como responsable del área de apoyo emocional del call center covid del Gobierno estatal, me ha tocado seguir de cerca la evolución de la pandemia en el aspecto emocional, y he visto cómo han incrementado diversos trastornos, especialmente los de ansiedad y depresión. Desde hace más de un año, estamos viviendo una situación de incertidumbre generalizada y dificultades, que de manera natural repercuten en nuestras emociones y, en caso de no contar con ayuda profesional, pueden tener un impacto duradero en nuestra salud mental y deteriorar nuestra calidad de vida, pero el tema viene de antes y seguirá. Thomas Merton, monje católico, afirma que los hombres no son islas, y que no solo es egoísta, sino ingenuo, aspirar a la felicidad individual sin hacer nada para aliviar el dolor y sufrimiento del mundo.
Esto es lo que sostiene también la terapia Gestalt, cuando señala que es necesario trascender la dualidad individuo y mundo, como dos entes separados, ya que en realidad somos un campo organismo-entorno, donde al mismo tiempo que modificamos el mundo con nuestra presencia, el mundo en que vivimos nos modifica a nosotros, en un proceso de cocreación y coafectación permanente. Esto abre una dimensión política para la psicoterapia, porque no se trata ya de pretender adaptarnos a una sociedad enferma, sino de transformar y sanar esa sociedad, que es la causante del sufrimiento individual. Visto de esta manera, el consultorio se convierte en un espacio de lucha política, pero el compromiso como psicoterapeutas tendría que ir más allá del consultorio e involucrarse en el trabajo comunitario, social e, incluso, político.