El Debate de Guasave

A sus 104 años, Cuquita echa un vistazo al pasado

- Carlos Bojórquez carlos.bojorquez@debate.com.mx

María del Refugio Santana Palafox nació el 1 de diciembre de 1918 en Apango, un pueblo jalisciens­e enclavado entre el Nevado de Colima y el lago de Chapala. Llegó al mundo cuando este apenas se apaciguaba tras la rendición de las potencias centrales y el fin de la entonces llamada Gran Guerra, pero ese conflicto bélico había sido impercepti­ble para aquella pequeña comunidad del occidente mexicano. Durante sus primeros años de vida aprendió la técnica artesanal de elaboració­n de ixtle a partir de pencas de maguey, pues sus abuelos se dedicaban a la fabricació­n de sogas, y desde muy niña le tocaba darle al malacate, que es la herramient­a para hilar. Estudió hasta tercer año de primaria, su papá ya no la dejó ir a la escuela porque debía ayudarle en las labores. “Mi papá hacía canastas, chiquihuit­es le dicen allá, y hacía escobetas. Los sábados íbamos a entregar a Sayula, y yo me iba con él. Era puro camino de pura piedra. Nos llevábamos los burros cargados, y ya de regreso, él se montaba en un burro y yo en otro”, recordó.

Cuquita, como la llaman cariñosame­nte, muestra una lucidez envidiable a sus recién cumplidos 104 años, mientras narra su historia sentada en el porche de su casa, en la colonia Jiquilpan de Los Mochis.

La Guerra Cristera

Su papá era sacristán cuando estalló la Guerra Cristera, surgida por la resistenci­a a la aplicación de la Ley Calles, la cual proponía limitar y controlar el culto católico. Cuquita recuerda que el sacerdote de la comunidad huyó a una cueva y ahí oficiaba misa.

“A una hermana ahí tocó que la bautizaran, en una cueva”, mencionó. Entonces, su papá también tuvo que esconderse, pues los federales lo amenazaban con tal de que revelara dónde estaba el sacerdote.

Preguntaba­n: ‘¿quién vive?’; y contestába­mos: ‘¡Cristo rey!’ porque si no contestába­mos así, nos mataban.”

“Se iba al volcán de Colima y ahí se escondía, luego se iba a otro lugar y así se la pasaba huyendo. Dice que una vez lo agarraron y lo colgaron, lo levantaban poquito, lo bajaban y le preguntaba­n dónde estaba el padre, y lo levantaban otra vez, diciéndole que lo iban a ahorcar, pero él les dijo: ‘no sé, no sé, y no sé’; y no lo sacaron de ahí”, narró. Pero después le tocó vivir en carne propia la persecució­n de que fue objeto su papá, y quizá, si no hubiera estado ahí, tal vez no lo hubiera vuelto a ver.

“Me acuerdo como si ahorita fuera. Nos salieron en unos peñascos, en un cerro. A él lo bajaron del burro y me preguntaro­n que si qué era de él, yo les dije que era su hija, y yo estaba llore y llore porque se lo iban a llevar. Yo creo que tenía como 10 años. Y les decía que no se lo llevaran, porque me iba a quedar sola”, contó. “Entonces, uno les dijo que dejaran a mi papá. Pobrecita la niña, se va a quedar sola, les dijo. Y sí soltaron a mi papá. Pues súbase al burro y váyase, no lo queremos volver a ver, le dijeron”.

Y en otra ocasión, les tocó también ser víctimas de los cristeros.

“Llegaban y preguntaba­n: ‘¿quién vive?’; y contestába­mos: ‘¡Cristo rey!’ porque si no contestába­mos así, nos mataban... Una vez llegaron y se metieron a la casa. Teníamos un tapanco donde mi papá guardaba maíz, frijol, calabaza. Se subieron y todo se llevaron”, dijo.

Complacida por su vida

Ya concluida la Guerra Cristera, un tío de Cuquita que trabajaba en las vías ferroviari­as invitó a su papá, y fue así como este llegó a Sinaloa, primero a Mazatlán y después a Los Mochis, donde se estableció. Cuando tenía unos 14 años, su papá fue por ella, y aunque encontró ‘puro monte’, venía emocionada por aquel lugar que prometía una vida diferente. Después, de a uno, su papá fue trayendo al resto de la familia.

“Me daba mucho gusto venir a Mochis, porque luego me puse de novia, y más gusto me daba”, compartió con una gran sonrisa.

“El primer novio que tuve, con guitarra me llevó serenata”, añadió.

Cuquita recuerda que le tocó ver la construcci­ón del Santuario de Guadalupe y de la parroquia del Sagrado Corazón de Jesús, y que sus paseos eran al cerro de la Memoria. Sitios icónicos de la ciudad.

“Un tiempo vivimos por la calle Tamaulipas, que era la principal, y enseguida vivía una señora que recibía mujeres a las que les gustaban los hombres. Veíamos llegar al dueño de la fábrica, porque iba con mujeres ahí, cuando estaba joven”, compartió.

Pudo atestiguar el crecimient­o y desarrollo de Los Mochis. Tenía 16 años cuando se decretó a la ciudad como cabecera municipal y se trasladaro­n los poderes del Ayuntamien­to desde la Villa de Ahome.

Y tiene la dicha de conocer a 22 nietos, 40 bisnietos y tres tataraniet­as. Se dice complacida por su vida. “Darle gracias a Dios es lo primero, por darme muchos años. Yo le digo a Dios: ‘tú sabes hasta cuándo me vas a llamar, yo aquí estoy a tus órdenes’”, expresó.

Darle gracias a Dios es lo primero, por darme muchos años de vida.”

 ?? FOTO: LIBERTAD MONTOYA ??
FOTO: LIBERTAD MONTOYA

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico