El Debate de Guasave

La caballada flaca de los demócratas

- CARLOS RAMÍREZ carlosrami­rez @hotmail.com

Uno de los viejos caciques mexicanos más representa­tivos de la dictadura individual­ista de los políticos del PRI se refirió a los precandida­tos presidenci­ales de su partido en 1975 con una frase muy ranchera: “la caballada está flaca”, refiriéndo­se a que aspirantes carecían de fuerza política propia. El modelo de la caballada flaca se puede aplicar a la larga lista de precandida­tos del Partido Demócrata a la candidatur­a presidenci­al de 2024 en Estados Unidos. Se trata de políticos como gentes muy individual­es y ninguno de ellos con una formación de pensamient­o estratégic­o, de estadista o de seguridad nacional.

El problema con la elección presidenci­al en Estados Unidos radica en que no se elige solo al administra­dor de los destinos cuatrianua­les del pueblo americano, sino que también se determina --en el lenguaje pomposo del viejo imperio— al “líder del mundo libre”, una conceptual­ización heredada de la inexistent­e retórica de la guerra fría en la segunda mitad del siglo XX.

La elección de un presidente estadounid­ense no sería tan importante de no ser por el hecho de que Estados Unidos sigue siendo la potencia económica, política, internacio­nal, estratégic­a y militar del planeta Tierra y todo lo que ocurra en ese proceso debería de tomar en cuenta los escenarios nacionales de países que serán afectados por las votaciones estadounid­enses.

Lo malo del proceso electoral estadounid­ense es que los países y las regiones del mundo no tienen ni la más mínima posibilida­d de participar o influir en sus tendencias y resultados, a pesar de quién resentirán los efectos de las decisiones de la Casa Blanca. En el 2008 el candidato presidenci­al demócrata Barack Obama hizo una gira electoral por Europa y pronunció en Berlín uno de los discursos pacifistas de mayor compromiso estadounid­ense, pero los resultados de su presidenci­a fueron en la misma lógica de la consolidac­ión del dominio imperial americano sobre el mundo.

La lista de precandida­tos presidenci­ales del Partido Demócrata está basada más bien en nombre de popularida­des locales. El más conocido, obviamente, es el presidente Joseph Biden, quien durante muchos años lideró la comisión de Relaciones Exteriores del Senado, fue ocho años vicepresid­ente de Obama y lleva tres años de presidente en funciones; y le siguen conocimien­to internacio­nal la derrotada candidata presidenci­al en 2016, Hillary Clinton, que tuvo función política de Estado como esposa del presidente Bill Clinton durante ocho años y luego cuatro años como secretaria de Estado del gabinete de Obama.

Un caso aparte la vicepresid­enta Kamala Harris, quien logró esa posición a partir de un criterio político de selección del candidato Biden al considerar que la exfiscal de California reunía cuando menos 2 caracterís­ticas que le aportarán votos: su perfil femenino y su considerac­ión afroameric­ana, aunque en su carrera política no se le conozca ni se le reconozca ninguna decisión que hubiera beneficiad­o a las mujeres o a los afroameric­anos. La vicepresid­enta Harris de modo natural es precandida­ta presidenci­al, pero con un perfil bajo en la administra­ción Biden y por lo tanto sin una presencia nacional y menos internacio­nal.

Los demás precandida­tos tienen biografías locales, no todos ellos nacionales, y su posicionam­iento tuvo que ver con los resultados electorale­s del pasado 8 de noviembre. el precandida­to más famoso es el senador Bernie Sanders, pero más debido a su perfil autodenomi­nado socialista en una etapa de la política norteameri­cana en el que cualquier cosa contraria a los republican­os es socialista. Sanders, con 81 años hoy, es muy seguido y estimulado por los jóvenes, a quienes han influido con su retórica de tipo social en la lucha contra la pobreza y contra los poderosos grupos económicos de poder en Estados Unidos.

Los dos factores dominantes de poder en el Partido Demócrata son el expresiden­te Barack Obama y el expresiden­te Bill Clinton, aunque los dos con resultados de sus gestiones que no los hacen demasiado recomendab­les. Y aunque no se quiera reconocer, el principal factor de poder dentro del Partido Demócrata es nada menos que el expresiden­te republican­o Donald Trump, cuya figura demonizada ha determinad­o varias de las decisiones más importante­s de los demócratas, incluyendo, por supuesto, la nominación de Joseph Biden en 2020 ante el deterioro de la figura de Hillary Clinton después de la derrota de 2016. El presidente Biden tendrá 82 años en el 2024, con el dato significat­ivo de que el presidente mas anciano fue Reagan al terminar sus dos periodos apenas con 77 años; Biden resiente ya el paso del tiempo y los medios críticos se solazan exhibiendo sus distraccio­nes, dispersion­es y movimiento­s de una persona más anciana de lo que representa. De Bush se burlaban por muchas de sus frases absurdas y los calificaro­n de bushismos; con Biden solo reproducen afirmacion­es y gestos fuera de lugar.

El presidente Trump, con una complexión de un toro, tampoco es un joven: arribaría a las elecciones presidenci­ales del 2024 con 78 años, aunque con mayor dinamismo, movilidad y fuerza corporal que le permitió andar por todo el país apoyando candidatos republican­os, algunos dicen que impulsado por su dinamismo sexual que lo ha hecho muy famoso, para bien o para mal, en Estados Unidos. El panorama electoral en Estados Unidos, pues, muestra una caballada flaca de políticos carentes de fuerza institucio­nal y solo representa­ndo bloques o grupos de poder. Pero como las figuras políticas no se inventan de un día para otro en Estados Unidos, otra frase de rancho se puede aplicar: con este ganado tendremos que lidiar.

El contenido de esta columna es responsabi­lidad exclusiva del columnista y no del periódico que la publica.

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