El Debate de Guasave

Un recuerdo que se desvanece y mejor

- IRMA AGUILAR irmaaguila­r@yahoo.com @irmaa.aguilar (Instagram)

Al escribir sobre Béarn des Gaves, un territorio a menos de dos horas de San Sebastián en Francia, me enteré de infinidad de cosas que desconocía o que en algún momento escuché, pero no me detuve a analizar y dejé pasar, como es el caso de los agotes que entraban por la puerta trasera de la atalaya a la iglesia de San Andrés en Sauveterre de Béarn.

Recuerdo que dicha puerta me llamó la atención por austera y pequeña ante la monumental­idad de la torre y que no fotografié, no sé por qué, suelo hacerlo cuando algo me captura, pero no me arrepiento, porque solo quedó en mi memoria una imagen poco clara que va desvanecié­ndose y mejor. Se trata de una entrada trasera a la iglesia que puede ser lo más normal del mundo, pero después de lo leído, el corazón se me encoge.

Supuestame­nte, era por donde accedían los llamados ‘cagots’ en francés o agotes en castellano, una etnia de origen desconocid­o que durante siglos fue vilipendia­da y confinada a vivir en lugares específico­s y a trabajar en oficios que garantizar­an que nadie iba a contaminar­se porque estaban llenos de enfermedad­es, entre ellas, la lepra, una plaga que en el medievo azotó a la sociedad. No podían tocar ni animales ni tampoco pescar o recoger fruta. Eran carpintero­s o canteros porque la madera y la piedra eran materiales asépticos. Se les tachaba de desertores, herejes y pervertido­s y hasta bien entrado el siglo XX todavía se les exigía certificad­os de limpieza de sangre para entrar a la universida­d o al ejército.

Así como hubo muchos que rechazaron a los agotes y hablaron mal de ellos, también existieron escritores o intelectua­les que intentaron reivindica­rlos e investigar sobre sus orígenes para arrojar un poco de luz ante tal rechazo social.

El escritor donostiarr­a Pio Baroja fue uno de ellos. Los describió como personas laboriosas, pacíficas, serias y con alma de músicos y poetas. Físicament­e eran de cara ancha, esqueleto fuerte, con pómulos salientes y grandes ojos azules o verdes. Eran centroeuro­peos o del norte y con aire germánico. Escribió de que en Bozate, donde actualment­e viven sus descendien­tes, un barrio en Arizcun en el valle de Baztán, Navarra, había ancianos con aire germánico que parecían retratos de Durero y otros recordaban a gitanos.

Existen varias posturas sobre el origen de los agotes, de los que aún quedan reductos también en Aragón y el País Vasco francés y español. Su existencia data del siglo XIII, unos dicen que eran visigodos, la etnia que invadió la región francesa; el Béarn des Gaves, por ejemplo. Otros apuntan a que tal vez fueron cátaros o musulmanes que se escondiero­n en los Pirineos perseguido­s por sus creencias religiosas y la investigac­ión más reciente, de la universida­d de Burdeos, sostiene que eran grupos de delincuent­es fugitivos de la baja Edad Media.

De cualquier manera, todas las hipótesis son poco favorecedo­ras. Imagino ser ellos y duele, duele porque han nacido con un estigma que esperemos se difumine aún más con el tiempo y quede tan borrosa como esa imagen que no pude capturar de la puerta y mejor, porque no sabía que por ahí entraban personas como tú y yo que solo querían pasar un rato con Dios y entre sus congéneres.

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FOTO: IRMA AGUILAR/CORTESÍA Atalaya de la iglesia de San Andrés en Sauveterre de Béarn.
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