Lo productivo en el descanso
En la era de la cultura digital impera la idea de que la productividad es el santo grial de la vida, se prolifera la idea de ser productivos y mantenernos ocupados durante la mayor parte del día, ya sea trabajando o comprometidos en otras actividades. En teoría, no hay nada de malo en gestionar nuestro tiempo y nuestras responsabilidades, incluso puede verse como una virtud, pero el problema surge cuando sacrificamos nuestros momentos de descanso en búsqueda de una supuesta eficiencia.
Por ejemplo, trabajar en una industria altamente competitiva donde el tiempo libre se percibe como una debilidad, desata una presión constante que puede tener efectos negativos en la salud mental y física de los trabajadores como problemas de ansiedad, estrés o pánico, como el “burnout”, también conocido como el síndrome del trabajador quemado. En México, un estudio que investigó el nivel de burnout en un grupo de 450 médicos, enfermeras y paramédicos de 12 instituciones hospitalarias, reveló los siguientes datos: 10.9 % de cansancio emocional, 19.6 % de despersonalización y 74.9 % de baja realización personal.
Esta narrativa del cansancio tiene un efecto paralizante en nuestra capacidad creativa y reflexiva. Nos enajena, empolva el intelecto, olvidamos lo que realmente importa. Cuando dejamos de pensar y sentir, perdemos el sentido crítico de nuestra existencia. La productividad sin pausa nos lleva a una especie de letargo mental, donde actuamos mecánicamente sin cuestionarnos el propósito de nuestras consecuencias. Es en los momentos de cansancio, paradójicamente, donde encontramos la oportunidad de reconectar con nuestra creatividad y nuestra capacidad de reflexión, como lo enseñó Aristóteles en su “Ética Nicomáquea”, el filosofar proviene del ocio, es decir, en un tiempo libre sin preocupaciones materiales sin tener un fin en sí mismo.
El cansancio no es siempre un enemigo, con su fuerza, nos obliga a detenernos, a bajar la velocidad y a contemplar el mundo que nos rodea. La creatividad florece en la quietud, en los espacios de silencio que permiten que nuestras mentes divaguen libremente. Por lo tanto, en lugar de temer al cansancio y a la pausa, deberíamos abrazarlos como oportunidades para examinar nuestras creencias y valores, considerando así una nueva puerta por abrir hacia el camino de la exploración de habilidades y talentos individuales y mejoras en la calidad del trabajo.