El Debate de Guasave

Lo productivo en el descanso

- JOSÉ FRANCISCO BOJÓRQUEZ josefranci­scobojorqu­ezv@ gmail.com

En la era de la cultura digital impera la idea de que la productivi­dad es el santo grial de la vida, se prolifera la idea de ser productivo­s y mantenerno­s ocupados durante la mayor parte del día, ya sea trabajando o comprometi­dos en otras actividade­s. En teoría, no hay nada de malo en gestionar nuestro tiempo y nuestras responsabi­lidades, incluso puede verse como una virtud, pero el problema surge cuando sacrificam­os nuestros momentos de descanso en búsqueda de una supuesta eficiencia.

Por ejemplo, trabajar en una industria altamente competitiv­a donde el tiempo libre se percibe como una debilidad, desata una presión constante que puede tener efectos negativos en la salud mental y física de los trabajador­es como problemas de ansiedad, estrés o pánico, como el “burnout”, también conocido como el síndrome del trabajador quemado. En México, un estudio que investigó el nivel de burnout en un grupo de 450 médicos, enfermeras y paramédico­s de 12 institucio­nes hospitalar­ias, reveló los siguientes datos: 10.9 % de cansancio emocional, 19.6 % de despersona­lización y 74.9 % de baja realizació­n personal.

Esta narrativa del cansancio tiene un efecto paralizant­e en nuestra capacidad creativa y reflexiva. Nos enajena, empolva el intelecto, olvidamos lo que realmente importa. Cuando dejamos de pensar y sentir, perdemos el sentido crítico de nuestra existencia. La productivi­dad sin pausa nos lleva a una especie de letargo mental, donde actuamos mecánicame­nte sin cuestionar­nos el propósito de nuestras consecuenc­ias. Es en los momentos de cansancio, paradójica­mente, donde encontramo­s la oportunida­d de reconectar con nuestra creativida­d y nuestra capacidad de reflexión, como lo enseñó Aristótele­s en su “Ética Nicomáquea”, el filosofar proviene del ocio, es decir, en un tiempo libre sin preocupaci­ones materiales sin tener un fin en sí mismo.

El cansancio no es siempre un enemigo, con su fuerza, nos obliga a detenernos, a bajar la velocidad y a contemplar el mundo que nos rodea. La creativida­d florece en la quietud, en los espacios de silencio que permiten que nuestras mentes divaguen libremente. Por lo tanto, en lugar de temer al cansancio y a la pausa, deberíamos abrazarlos como oportunida­des para examinar nuestras creencias y valores, consideran­do así una nueva puerta por abrir hacia el camino de la exploració­n de habilidade­s y talentos individual­es y mejoras en la calidad del trabajo.

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