Año de pesadilla
Estamos cumpliendo a nivel nacional un año de que el país empezó a recibir los embates de la pandemia, que en el mundo ya mató a más de 2 millones de personas. De estas víctimas, alrededor de 184 mil — cifras con subregistro— han fallecido en nuestro país. En 2020, el producto interno bruto tuvo una caída superior al 8.3 por ciento, y el crecimiento de 2021 será insuficiente para llenar el boquete que se generó en la actividad económica el año pasado. Esta pandemia nos puso ante el peor desplome económico desde 1932.
A eso se suma que decisiones políticas, como las cancelaciones de proyectos, como el NAIM o la más reciente modificación a la Ley de la Industria Eléctrica, no hacen más que generar una peor imagen de México ante los inversionistas, pues todo esto hace subir la percepción de riesgo e inhibe a los capitales.
Los efectos en el corto plazo han sido cierres de miles de negocios y pérdida de empleos. Mientras que en el mediano y el largo plazo se traduce en más pobreza. Limita la movilidad social, ya que se ha incrementando la llamada “pobreza laboral”, que implica que la gente, aunque tenga un empleo, tiene ingresos inferiores a lo que necesita para vivir, incluso para cubrir la canasta básica alimenticia.
Es por esto que Sinaloa no ha cerrado como lo han hecho otros estados, pues se teme que los efectos de una paralización termine por aniquilar más empleos e incrementar la marginación social en la entidad.