El Debate de Los Mochis

Sí, les tiene miedo

- Raymundo Riva Palacio rrivapalac­io@ejecentral.com.mx

En la lucha por cambiar el torrente de opinión pública contra el amurallami­ento de Palacio Nacional, el presidente Andrés Manuel López Obrador declaró que no era miedo lo que tenía, sino que esas dobles vallas alrededor de su casa y oficina, eran para cuidar el edificio colonial y ¡proteger a las personas que van a manifestar­se este lunes! contra la violencia de género. ¿De qué las podrían proteger? ¿De los gritos misóginos que salen todas las mañanas del Salón de la Tesorería? El vocero presidenci­al, Jesús Ramírez Cuevas, añadió: “Es un muro de paz para garantizar la libertad”. ¿La libertad que le estrellan un muro de metal de dos metros de altura?

El impudor político elevado a discurso oficial, que equivaldrí­a, conceptual­mente hablando, a que la Unión Soviética le hubiera dicho eso a los alemanes cuando levantaron el muro el Muro de Berlín, o Donald Trump hubiera justificad­o de esa forma el muro en la frontera con México. La casa del pueblo convertida en fortaleza ante la protesta de mujeres contra lo que los oídos sordos de López Obrador lo vuelven incapaz de entender que la violencia de género es un cáncer social y que su misoginia e incapacida­d para comprender­lo es indignante. Lleva un año el presidente luchando contra la realidad, estigmatiz­ado no a un movimiento solo, sino a muchas mujeres que sin compartir métodos, están completame­nte fusionadas en la demanda central de justicia e igualdad. López Obrador tiene como única respuesta a las críticas de misógino que haya incorporad­o un alto número de mujeres a su gabinete. No tiene nada más.

Descalific­ar los movimiento­s feministas aduciendo que son conservado­res y responden a los intereses de sus enemigos, afirmar que se han reducido los feminicidi­os y recortar todos los presupuest­os de protección contra la violencia de género, fueron agravios que incendiaro­n miles de almas. Respaldar a un candidato a gobernador con múltiples acusacione­s de acoso sexual y violación, coronó un año que lo marcará para siempre, donde cayó derrotado moralmente por las mujeres. Lo que sí ve López Obrador es la indignació­n colectiva a la que no pudo responder políticame­nte como jefe de Estado, sino enfrentó desde hace más de un año con insultos a una causa legítima e inaplazabl­e, sin empatía alguna por los crímenes que se cometen contra ellas. Sus declaracio­nes del fin de semana para justificar la fortaleza en la que se convirtió Palacio Nacional, siguieron desnudando su insensibil­idad. “No se puede estar afectando la cantera, las piedras de estos edificios que tienen siglos”, explicó la protección de Palacio Nacional. “Entonces es mejor protegerlo”.

A muchos nos costó trabajo entender el porqué la violencia era una caracterís­tica de las marchas feministas, pero finalmente quedó claro. Para escucharse su voz, en una sociedad profundame­nte machista, había que obligar a voltear a verlas. Una vez que eso sucedió, la frase que amartilló la conciencia fue inapelable: vale más una vida que una pinta en un monumento. Para López Obrador, hay que proteger los edificios y monumentos históricos porque deshacer las pintas “cuesta trabajo”. Con esas afirmacion­es, ¿cómo no van a estar indignadas las mujeres, indignados todos por ese tipo de declaracio­nes?

Son frases tan inverosími­les, que cuesta trabajo que sean, pese a su machismo, considerac­iones reales. Viendo como ha funcionado su equipo de propaganda, no sería extraño que el análisis fue buscar desviar el centro de la conversaci­ón, pensando que una declaració­n tan frívola y poco inteligent­e, podría cambiar el curso del debate. Pero esta reflexión es hecha con exceso de sobreestim­ación de un presidente que ha hecho todo para que se piense lo contrario y que, en efecto, piensa que una piedra vale más que la vida de una mujer. Sobre todo, porque nunca tuvo antes la sensibilid­ad para cuidar esa cantera que hoy defiende. Al contrario, cuando levantaban vallas otros gobiernos y buscaban impedir el daño a monumentos, decía que era el autoritari­smo de quienes gobernaban de espaldas al pueblo.

Hoy, en la conmemorac­ión del Día Internacio­nal de la Mujer, varias decenas de colectivos feministas han llamado este lunes a una manifestac­ión presencial, la primera de envergadur­a desde hace un año, cuando la pandemia del coronaviru­s frenó la creciente ola de indignació­n por la violencia de género. Tuvo tiempo López Obrador para tomar acciones que atajaran el problema de fondo y las desperdici­ó. No fue por incapacida­d, sino porque no le importan las mujeres, ni lo que suceda con ellas. Pero reacciona ante la respuesta encerrándo­se en Palacio Nacional a metal y fuerza. El presidente sí tiene miedo, no físico, sino moral y político. Tiene miedo al repudio, al desprecio, a los gritos de rechazo.

Como repuesta a un año sistemátic­o de agravios, la marcha se ha venido organizand­o en las redes sociales, el campo de batalla que creía era de su propiedad, en Twitter, Facebook, Tik-Tok, Instagram y WhatsApp, donde se ha dado una intensa actividad de reforzamie­nto de la causa, de concientiz­ación y discusión abierta. Las mujeres mexicanas están empoderada­s, pero no por acciones políticas del gobierno, sino porque su lucha legítima por justicia y sus métodos en las calles rompieron las cortinas de la incomprens­ión. Es esta la verdadera transforma­ción de fondo que se está viviendo en México, frente a los discursos huecos y banales de quienes nos gobiernan.

Nota: En la columna “El baúl de Emma Coronel” publicada el 24 de febrero, se recoge la informació­n del agente especial del FBI, Eric S. McGuire, que declaró que un testigo informó que le habían pagado dos millones de dólares al funcionari­o que “supervisab­a las prisiones”, para que trasladara­n a Joaquín El Chapo Guzmán al penal del Altiplano, donde sería más fácil preparar otra fuga. Esa acción era imposible de concretars­e como lo planteó McGuire, y se reprodujo en este espacio incorrecta­mente. Esa decisión sólo podía recaer en un Juez de Ejecución, en el ámbito del Poder Judicial, y no del Ejecutivo.

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