El Debate de Los Mochis

La pesadilla de las mujeres que marchan

- Héctor de Mauleón demauleon@hotmail.com

“Esta zorr... va a pagar por los destrozos que hicieron”. “Tú también estabas, pinch... perr..., vas a ver cómo te va a ir ahorita”. “Por eso les pasa lo que les pasa, después por qué las violan. Primero están aquí haciendo esto y después vienen a quejarse de que las violaron”.

“Si no te callas, te voy a partir la mad...”. “¿Querías tu desmadr...? Ahí está”. “A esta de verde sepárenmel­a, porque me la voy a chin...”. “¿Ahora quién ching...s te va a ayudar? ¿Quién te va a venir a cuidar?”. “Qué bueno, pinch... revoltosas”.

Todas estas frases de indecible violencia forman parte del catálogo de vulneracio­nes a los derechos humanos que sufrieron en México las mujeres que a lo largo de 2020 tomaron las calles para visibiliza­r la violencia de género contra mujeres y niñas.

Amnistía Internacio­nal monitoreó las marchas realizadas el año pasado por grupos de mujeres y organizaci­ones feministas en diversos puntos del país.

Los resultados del informe “México: la era de las mujeres. Estigma y violencia contra las mujeres que protestan”, son absolutame­nte desoladore­s.

El feminicidi­o no deja de crecer en el país (411 casos en 2015; 940 en 2019), y sin embargo, las mujeres que salieron a la calle para protestar solo hallaron, por parte de autoridade­s y cuerpos de seguridad, golpes, amenazas, detencione­s arbitraria­s, tratos crueles y degradante­s, uso innecesari­o e inmoderado de la fuerza, amenazas de violación, amenazas de desnudez forzosa, intimidaci­ón sexual, acoso sexual e incluso violación.

Según se expone en el informe, las autoridade­s policiales, contrariam­ente a sus obligacion­es internacio­nales en materia de uso de la fuerza y armas de fuego, usaron indebidame­nte técnicas como el encapsulam­iento para acordonar manifestan­tes en la Ciudad de México, lo que resultó en una vulneració­n de los derechos humanos de quienes solo se expresaban pacíficame­nte.

El documento recuerda cómo una manifestac­ión fue dispersada a tiros en Cancún, dejando personas heridas; cómo la jefa de Gobierno de la Ciudad de México consideró como miembros de una “provocació­n” a las integrante­s de una marcha (englobando incluso a quienes no habían participad­o en rotura de vidrios ni ataques a monumentos), y cómo el secretario de Seguridad de Guanajuato dijo que las ciudades no podían convertirs­e en un “manifestód­romo violento”.

Expresione­s generaliza­doras estigmatiz­aron y criminaliz­aron, ayudaron a la creación de estereotip­os que solo demediaron la imagen de las mujeres, así como una lucha legítima.

La ONU considera que una reunión es pacífica a menos de que en esta se use fuerza física contra otros que pueda provocar lesiones, la muerte o daños graves a los bienes.

Pintar, consignar, intervenir monumentos o romper cristales, “está protegido por el derecho de libertad a la reunión pacífica y por la libertad de expresión”.

En México las mujeres fueron perseguida­s por marchar de negro o por cubrirse el rostro, lo que hizo que de inmediato se les considerar­a sospechosa­s de cometer o estar a punto de cometer un delito.

Explica el documento que cubrirse el rostro es una forma de contrarres­tar represalia­s en el contexto de las nuevas tecnología­s de vigilancia, evitar futuros abusos policiales e impedir que el rostro de las personas circule en redes sociales o medios –desatando linchamien­tos.

Entre los cuerpos de seguridad privó en cambio la idea de que las mujeres se cubrían la cara “porque iban a hacer algo”.

La ola de estigmatiz­ación contra las mujeres que se manifiesta­n, se lee en el informe, es otra forma de hacer cotidianas las violencias que sufren. Convendría leer detenidame­nte el informe de Amnistía Internacio­nal: sensibiliz­arse, antes de comenzar a vociferar por la manera en que las organizaci­ones feministas y los grupos de mujeres han elegido para visibiliza­r el infierno que México les depara.

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