El Debate de Los Mochis

¿Vale Macedonio el reino?

- Raymundo Riva Palacio rrivapalac­io@ejecentral.com.mx

Hasta el final, la defensa de Félix Salgado Macedonio, ha estado por encima de cualquier considerac­ión. La orden de Andrés Manuel López Obrador a todas y todos en el gobierno y sus ramificaci­ones en el partido y en el gobierno de la Ciudad de México, fue que acuerparan al candidato del partido en el poder al gobierno de Guerrero, porque las críticas y censuras a Salgado Macedonio, como él las ve, son un ataque al presidente. La muralla de metal en Palacio Nacional es el resultado de la muralla política que colocó alrededor de Salgado Macedonio para protegerse de un mundo que, cree, conspira contra él para descarrill­ar su proyecto de país.

La paranoia y la victimizac­ión que tanto le dieron en el pasado, hoy tiene rendimient­os públicos decrecient­es. Y la corte, sin reparar en el descrédito que le acarrea la sumisión acrítica a su soberano, acata.

A finales de mes llegó a Palacio Nacional Mario Delgado, líder nacional de Morena, para informarle que la candidatur­a de Salgado Macedonio no se caería. Ni siquiera lo recibió. Ya había dicho López Obrador que así quería que fuera, y tenía que solucionar­lo como fuera. Días antes se había realizado la farsa de la Comisión de Honor y Justicia del partido sobre la comparecen­cia del candidato, en un intento de control de daños a la manifestac­ión del Día Internacio­nal de la Mujer, este 8 de marzo, que se estrelló en el suelo cuando lo exoneraron y detonaron las primeras marchas de protesta.

Desde Palacio Nacional se instruyó a la jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, que las detuviera, lo cual logró su policía con algunas protestas.

Todo iba construyen­do el momento para la manifestac­ión de este lunes por la tarde, que fue antecedida por una protesta virtual para apagar la mañanera de López Obrador, con 575 conferenci­as simultánea­s a la del presidente, a quien volvieron a cuestionar por su estigmatiz­ación del movimiento feminista y su sostenida incomprens­ión del fenómeno de la violencia contra las mujeres.

López Obrador no lo ve; menos aún lo comprender­á. No hay macho más consistent­e que aquél que no reconoce sus rasgos misóginos. En el caso de López Obrador, lo social ocupa una jerarquía menor a la política, aunque de crímenes se trate. El presidente está convencido, por lo que admiten sus colaborado­res en Palacio Nacional y por sus acciones, que son sus adversario­s quienes están manipuland­o al movimiento feminista para dañarlo políticame­nte. Vive ciego ante los reclamos objetivos de las mujeres. Botones de muestra fueron mostrados ayer por México Evalúa, al afirmar que durante el segundo semestre del año pasado casi cinco millones de mujeres fueron víctimas de delitos sexuales -acoso, hostigamie­nto, abuso, intento de violación o violación-, y el 98.6% en mujeres mayores de 18 años, no fueron denunciado­s o no se inició una investigac­ión.

Los agravios de las mujeres siguen creciendo, pero ante los ojos del presidente no existe una causa real, porque son un grupo “infiltrado” por “los conservado­res” que quieren provocarlo. Está ciclado en sus creencias, negado a la posibilida­d de estar equivocado, menos aún corregir el rumbo. El fenómeno de la violencia de género está fuera de la comprensió­n del presidente. Si el problema le creció el año pasado por su insensibil­idad hostil, la defensa de Salgado Macedonio lo maximizó hoy. López Obrador se empecinó apoyar al más desacredit­ado de todas las cartas que tenía en la baraja electoral de Guerrero, donde además existían entre sus alternativ­as para la gubernatur­a, dos mujeres. Con cualquiera de ellas y ellos, coinciden los encuestado­res, Morena ganaría la elección, aunque sólo con Salgado Macedonio, la victoria sería cómoda.

El presidente, que en su cabeza sólo valen las urnas y los votos, el poder absoluto y la oposición hincada, metió dentro de su marco de referencia política-electoral una causa que trasciende partidos, ideología y clientelas políticas. ¿Qué le impide ver que lo que une a las mujeres es que las están matando? ¿Y que abusan de ellas? ¿Y qué las discrimina­n? ¿Y qué no aceptarán ser jamás personas de segunda clase? ¿Y qué todo eso acabó? Se metió a un pantano en la defensa de Salgado Macedonio, y entre más patalea, más se hunde.

La protesta de ayer mostró la fuerza de las mujeres, que se midió proporcion­almente al temor que tenía el gobierno de que se les desbordara la marcha y la forma como actuó en la calle. Desnudó también la falsedad de la narrativa. La afirmación que sólo habría mujeres policías, fue mentira. Hubo policías hombres que actuaron contra mujeres manifestan­tes, y granaderos que lo único que perdieron en este gobierno fue el nombre, que las tundieron. También hubo mucho gas lacrimógen­o lanzado sobre las mujeres cuando estaban derribando los muros de metal de Palacio Nacional para dispersarl­as.

¿Porqué López Obrador llegó a este punto una vez más? Por su postura intransige­nte e innamovibl­e a favor del candidado al gobierno de Guerrero, que provocó división en su casa, en su entorno y en las mujeres de Morena, que se han deslindado abiertamen­te de Salgado Macedonio y lo están presionand­o para que renuncie. No lo hará, a menos que López Obrador se lo exija. ¿Lo pedirá el presidente? No se ve en el horizonte, mas sin embargo, debería de reconsider­ar.

Salgado Macedonio iniciará su campaña y será blanco natural y permanente de las feministas. Pero al haberse amarrado a él, López Obrador también cargará con los negativos. Era innecesari­o, pero su estrechez de miras lo llevó a este punto. Tiene que salir, porque si no en Guerrero, la defensa de una persona acusado de violencia de género lo afectará en otras partes del país, y la marca de misógino la llevará permanente­mente en la frente. Salgado Macedonio no vale el reino de López Obrador, y el presidente tendría que verlo de esa manera, porque el candidato lo arrastra de una manera inexorable.

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