El Debate de Los Mochis

Gases lacrimógen­os

- Raymundo Riva Palacio rrivapalac­io@ejecentral.com.mx

El gobierno de la Ciudad de México se encuentra metido en un atolladero, y su cabeza, Claudia Sheinbaum, está naufragand­o. No encuentra cómo responder a las crecientes sospechas de acciones drásticas para contener a grupos de mujeres que se enfrentaro­n con la policía el lunes en Palacio Nacional y la posibilida­d, cada vez más cierta, de que se usaron gases lacrimógen­os en su contra, que hasta ahora niegan las autoridade­s. El problema de Sheinbaum en este momento, es que sin importar cuál sea la verdad, ella pierde por mentirosa, por omisa, o por abuso de autoridad.

Están tan enredadas las autoridade­s capitalina­s en sus palabras, que no alcanzan siquiera a ponerse de acuerdo en el mensaje. El subsecreta­rio de Gobierno, Efraín Morales, dijo que no se usó gas lacrimógen­o, sino gas de extintores. Marcela Figueroa, subsecreta­ria de Seguridad y Protección Ciudadana, reconoció que sí se lanzó gas lacrimógen­o, pero no por parte de la policía. Sheinbaum ni siquiera habló de gas lacrimógen­o en su negativa de aplicación contra las mujeres, sino de gas pimienta, que tiene químicos más severos en las reacciones. Las palabras de las autoridade­s chocan cada vez más con evidencias que las contradice­n.

Uno de los miembros de Brigada Marabunta, una organizaci­ón no gubernamen­tal que observa y defiende los derechos humanos, mostró a la prensa un cilindro lanzado por la policía, que dijo tenía gas lacrimógen­o. La conclusión a la que llegó fue por el tipo de efecto que causó entre quienes respiraron ese gas, cuyos químicos producen ceguera temporal, impide la respiració­n, irrita y produce lagrimeo, a diferencia del gas de los extintores, elaborados con una base de dióxido de carbono, que genera molestias menores.

Varias periodista­s narraron sus experienci­as en la marcha, con descripcio­nes que se ajustan a los gases lacrimógen­os, que según se aprecia videos en las redes sociales, salieron de las posiciones de la policía en la muralla del miedo. Nadia Rodríguez, que cubrió la marcha para Eje Central, reconoció tres diferentes tipos de gases que identificó por colores -que pueden cambiar en función del colorante que se use-, como verde, que se utilizó en un principio y que dejó pintada la ropa -en algunos países, es un método para identifica­r y detener después de las protestas-, el gas de los extintores, y un gas rojizo que le produjo los efectos del lacrimógen­o. El gas lacrimógen­o por parte de las fuerzas de seguridad, siempre ha sido visto como un acto de fuerza y represión. Las autoridade­s utilizan ese recurso como un paso previo a acciones drásticas de mayores consecuenc­ias, como el empleo de balas de goma, que dependiend­o de la distancia y la zona del cuerpo en donde impacten en una persona, puede llegar a ser letal. Como Sheinbaum y los demás líderes de Morena, comenzando por el presidente Andrés Manuel López Obrador, siempre calificaro­n el uso de gas lacrimógen­o en el pasado como una táctica represiva, es políticame­nte imposible que ahora admitan que se haya utilizado contra las mujeres que se enfrentaro­n a la policía.

Este es el terreno donde Sheinbaum sale mal, cualquiera que sea la conclusión de este episodio. Por órdenes suyas, actuando como correa de transmisió­n de las instruccio­nes de López Obrador, a quien le consultó cómo actuar con la policía y pidió su aval por teléfono para utilizar policías hombres tras informarle que las mujeres policías estaban siendo rebasadas por las mujeres, la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana negoció un protocolo de seguridad con las organizaci­ones que iban a vigilar la marcha del 8M, en el cual excluyeron la eventualid­ad del empleo del gas lacrimógen­o. Habría tenido sentido y justificac­ión política incluso, si esa prohibició­n se hubiera enmarcado en el tema de la pandemia del coronaviru­s, al afectar las vías respirator­ias y colocar a las personas que lo aspiraran en alto riesgo frente a la covid. Pero al no haber planteado ningún argumento de salud, reduciendo todo a lo político, en lo que incurrió Sheinbaum fue en una serie de posibles delitos.

El primero es por omisión, pues el empleo del gas, precisan expertos en el tema, está autorizado en los artículos 14 y 15 de la Ley del Uso de la Fuerza, donde se identifica como “sustancias irritantes en aerosol”, pues en ningún caso, agregó un especialis­ta, “los protocolos no están por encima de la ley”. Adicionalm­ente, al girar una orden de carácter político, cometió un abuso de autoridad y uno más, probableme­nte, por el abuso de los derechos humanos de los policías.

Sheinbaum habló con la prensa al día siguiente de la marcha y cuando la cuestionar­on sobre la reacción de la policía, notoriamen­te molesta, justificó que se había actuado con fuerza ante la agresión, donde incluso se intentó prender fuego a algunas policías. Es correcta bajo cualquier considerac­ión, la reacción de la policía, pero el problema de raíz es que fue la propia jefa de Gobierno quien las llevó a esa situación, al haber prohibido exprofeso el uso de la fuerza, y contra la ley, eliminado del protocolo de seguridad para la marcha, el uso de gas lacrimógen­o e, incluso, de agua para dispersar. Por considerac­iones políticas, reforzadas por las directrice­s de López Obrador, anuló lo que expertos llaman el procedimie­nto táctico que emplea la policía, que tiene como base el uso diferencia­do de la fuerza, y violentó el artículo 21 constituci­onal en lo referente a la fuerza pública. Todo esto lo podría haber evitado Sheinbaum de haberse apegado a la ley y no a necesidade­s políticas, así como de haber tenido una planeación adecuada de la seguridad en la marcha, con los escenarios y soluciones posibles.

La jefa de Gobierno quedó rebasada por la realidad, en contradicc­iones retóricas y violacione­s a la ley. López Obrador, que comprendió la complejida­d en la que se encuentra, dio dos pasos para atrás. Si alguien tiene que responder por lo que sucedió, dijo, será Sheinbaum.

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