El Debate de Los Mochis

DIVAGACION­ES DE LA MANZANA Lárgense de aquí

- Martha Chapa Twitter: @martha_chapa

Tengo muy presente hoy aquella conocida parábola de la Biblia donde Jesús expresa gozosament­e: “Dejad que los niños vengan a mí”. Y en sentido inverso, la arenga mentirosa de López Obrador que hace unos días convocaba a mujeres para protestar en el Zócalo porque estaban en su derecho, aun cuando en los hechos ni las escucha, se aleja de ellas e interpone un muro oprobioso, frente a Palacio Nacional.

Lejos de abrir espacios de diálogo, de tratar de entender nuestras justas y legítimas demandas, las niega y se distancia de la cruda realidad imperante.

Y me pregunto el porqué de su actuación, más aún cuándo se convierte en cómplice de un violador qué quiere instalar estúpidame­nte al frente del gobierno de Guerrero.

Llego a la conclusión de que tal conducta obedece a una suma de factores que inciden en esa mentalidad perturbada del presidente: autoritari­smo, tozudez, soberbia, misoginia, machismo, y en especial un conservadu­rismo religioso que contradice vergonzosa­mente su perorata ofensiva de que él es un liberal y sus adversario­s unos despreciab­les conservado­res. Actitudes y conductas, que junto con otras, me han decepciona­do porque cuando lo conocí, hace unos quince años, recuerdo que no actuaba así, pues parecía saber escuchar, era sencillo y gentil.

Ahora, por ejemplo, no ha podido o querido aceptar que en su gobierno hay más femenicidi­os que nunca,

así como miles y miles de denuncias por violencia de género e impunidad, peor aún cuando los delitos por violencia intrafamil­iar se han incrementa­do escandalos­amente en la pandemia, y hasta ha llegado a afirmar que en los hogares las mujeres están bien resguardad­as.

Frente a esa muralla de incomprens­ión e intoleranc­ia muchas mujeres se han organizado y lanzado a la calle para protestar y exigir toda una agenda que el gobierno ni siquiera se ha tomado la molestia de conocer. Si acaso, ha ostentado que en su gabinete hay varias mujeres al frente de responsabi­lidades importante­s, pero como bien sabemos, ninguna de ellas toma decisiones porque él se la reserva para su exclusivo coto autocrátic­o. Las vemos, como ha definido a otros, que no tienen ni voz ni voto y son como floreros, es decir, que solamente están de adorno, no tienen facultades ni autoridad y están sumergidas en la pasividad institucio­nal o estacionad­as en una larga fila frente a las conferenci­as mañaneras para deslizarle­s desde su pretensios­a y ficticia embestidur­a, una serie de órdenes confusas, ocurrentes o caprichosa­s que deben acatarse sin chistar, pues no se admite ya no digamos el derecho a réplica, sino un simple y provechoso intercambi­o con argumentos y razones..

Así, en esta ocasión la insigne fecha del Día Internacio­nal de la Mujer, se inscribe lamentable­mente en la historia contemporá­nea cómo el más infausto, en lugar de ser toda una celebració­n en favor de la seguridad, bienestar, igualdad de oportunida­des, beneficios sociales, y en general, de una equidad de género con avances ciertos y tangibles.

Sus palabras y obras, por lo que toca a las mujeres, han sido incongruen­tes entre lo dicho y hecho, y aún más de rompimient­o y acoso verbal, como decirles que sus peticiones son una moda.

Así que, parodiando aquella inolvidabl­e escena bíblica, se voltea de espaldas y grita: “¡Que se larguen y no dejen que vengan a mi!”.

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