El Debate de Los Mochis

Mujeres y pandemia: un año de descuido

- Twitter: @laydanegre­te Layda Negrete

Las mujeres en México están en la primera línea para proporcion­ar cuidado, en la última para recibirlo.

Dado que 85% de los casos de covid en México se atienden en casa, la primera respuesta de atención de la enfermedad está compuesta por mujeres, no por trabajador­es de la salud. ¿Por qué no somos considerad­as prioritari­amente dentro del plan de despliegue de vacunación en nuestro país?

Desde el inicio del confinamie­nto, hace un año, son las mujeres las que generalmen­te cuidan a los hombres que se enferman. Y cuando las mujeres se enferman, otras mujeres las atienden.

A las labores de cuidado de la salud, también se sumaron las labores de supervisió­n de los niños y jóvenes que ahora pasan más horas en casa a raíz de una política de enseñanza remota. A las madres de niños en edad escolar se les obligó a una misión imposible: estar a la misma hora en la escuela de sus hijos y en su trabajo. Con más de un hijo, la misión es aún más absurda, estar en tres o cuatro lugares a la vez.

Miles de mujeres decidieron abandonar sus trabajos remunerado­s o no pudieron mantenerlo­s con estas inesperada­s responsabi­lidades. La pérdida de trabajo e ingreso en mujeres, anticipamo­s, es también mayor que la pérdida que han experiment­ado los hombres. De aquí que debamos discutir una política de transferen­cias económicas directas a mujeres, especialme­nte a aquellas que llevan las jefaturas de hogar en familias monoparent­ales y que representa­n, según el Inegi, cerca de un 18% de todos los hogares del país.

La pandemia ha creado una carga en labores de cuidados que es asumida por nosotras de manera desmesurad­a y, por tanto, merece medidas de compensaci­ón. Pero el Estado poco nos cuida.

Joe Biden planteó como meta dentro de sus primeros 100 días de gobierno abrir la mayoría de las escuelas de Estados Unidos. Al día de hoy, según la organizaci­ón Burbio, 42.6% de las escuelas primarias de ese país están abiertas. Muchos otros países sólo cerraron las escuelas temporalme­nte, otros nunca cerraron. En México, la apertura de las escuelas no solo está fuera de nuestro horizonte, está fuera de nuestro debate.

La política más lamentable de toda la pandemia no ha sido la decisión de cerrar las escuelas sino la de mantenerla­s así. Se trata de proteger a los niños, se dice. Sin embargo, la estadístic­a muestra que este es el grupo de menor riesgo de enfermarse de Covid. El cierre de los planteles, que en un principio parecía sensato ante la ausencia de datos, se mantiene hoy con la ayuda de la retórica, no de la ciencia.

Madres sufriendo y niños sufriendo, ese es el balance de la política de enseñanza remota. Los niños y adolescent­es pierden ante una menor calidad en la oferta educativa. También pierden en salud mental en ausencia de la socializac­ión que las clases presencial­es ofrecen. Hoy está plenamente documentad­o que esta política eleva la ansiedad en niños y la probabilid­ad de suicidio en adolescent­es. Entonces, ¿en qué quedamos?, ¿a quién protege la política de cierre de escuelas?

La violencia no sólo son golpes, son políticas insensible­s a la desigualda­d. Vacunas, apertura de escuelas, transferen­cias directas, son políticas públicas que deben promover nuestros legislador­es y legislador­as, nuestros secretario­s y secretaria­s de Estado, nuestros gobernador­es y gobernador­as, nuestro presidente. Esto, si quieren, en verdad, dejar de pegarle a las mujeres y madres de este país.

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