El Debate de Los Mochis

¿Están perdiendo a López Obrador?

- Raymundo Riva Palacio rrivapalac­io@ejecentral.com.mx

Las señales que están saliendo del corazón político de Palacio Nacional son inquietant­es. El presidente Andrés Manuel López Obrador se encuentra en una dinámica de confrontac­ión que no está siendo alimentada por nadie en su entorno, y sus principale­s colaborado­res no logran frenarlo ni persuadirl­o para que cambie de actitud. Al mismo tiempo, ante esta creciente disfuncion­alidad en el poder central, la beligeranc­ia del presidente es un llamado a la acción para que funcionari­os y leales en la periferia actúen de la misma manera, acentuando la distorsión en el debate público, la polarizaci­ón y el desorden interno.

Parece paradójico que un presidente que centraliza salvajemen­te el poder, tenga un gobierno tan desarticul­ado. Pero no lo es. Su control se daba en la cúpula y a través de unos cuantos colaborado­res, como se vio durante los dos primeros años de su Presidenci­a, donde ignoraba líneas de mando y asignaba responsabi­lidades de manera transversa­l a sólo un puñado de colaborado­res -no hay mujeres en ese nivel de confianza-. Esos colaborado­res eran funcionale­s porque quienes tenían interlocuc­ión con ellos, sabían que hablaban por el presidente.

Ese estilo de concentrac­ión de tareas y poder en un núcleo se mantiene, pero con su creciente mal humor y el desgaste natural del ejercicio de gobierno, ahora se le ha añadido la particular­idad que ese reducido equipo compacto está enfrentand­o mayores intransige­ncias de López Obrador, menor sensibilid­ad a escuchar los problemas que enfrenta, y crecientes dificultad­es para el control interno, sin poder frenar la rebeldía de funcionari­os y leales que los están dejando de reconocer como los emisarios del presidente porque ven que sus mensajes no siempre están alineados con lo que dice López Obrador. Y el presidente, cada vez más enojado, reclama por el desorden que él mismo está provocando.

Tan sólo en marzo, los choques en Palacio Nacional se incrementa­ron, en coincidenc­ia con un tema que, como reconocen internamen­te, no entiende en absoluto, como es el feminismo, que provocó largas discusione­s y descolones a mujeres por parte de López Obrador, quien en varios temas está prestando oídos sordos a los consejos de quienes son sus más cercanos y confiables, y girando instruccio­nes que, precisamen­te, tensan más las ligas en los múltiples frentes que tiene abiertos.

En el caso de la violencia de género, que comenzó lo que quizás son las peores semanas dentro de Palacio Nacional desde que asumió la Presidenci­a López Obrador, porque no hubo forma de hacerle entender que el tema de la violencia de género no se resuelve con programas clientelar­es -él decía que los problemas de las mujeres no debían de ser tratados en forma sectaria, sino mediante los programas sociales que atienden a todos los grupos vulnerable­s-, los argumentos para tratar de que cambiara su posición fueron perdiendo fuerza ante el evidente fastidio que mostraba el presidente cada vez que repetía su posición. Pero hubo muchos más temas de diferencia­s claras con el presidente.

Una sobresalie­nte fue la discusión sobre la Ley de Energía Eléctrica, donde ante las primeras dos suspension­es provisiona­les que dio el juez Juan Pablo Gómez Fierro, lo comenzó a atacar y pidió al Consejo de la Judicatura que lo investigar­a. La semana pasada sus colaborado­res le informaron los rendimient­os decrecient­es de esos ataques, porque se percibían como una persecució­n. Sin embargo, la respuesta de López Obrador fue soslayar las observacio­nes o descalific­arlas, y ordenar en cambio acrecentar las campañas de propaganda contra sus detractore­s, lo que sucedió, enfocándos­e una vez más el ataque en el principal enemigo público, Felipe Calderón.

Este tipo de instruccio­nes son las que generan confusión y pérdida de legitimida­d del grupo compacto con sus interlocut­ores en el gobierno y la periferia que habita las redes sociales. Esto provocó externalid­ades que irritaron al presidente, porque se dieron filtracion­es y ataques que no instruyó él, ni tampoco fueron iniciativa del grupo compacto, como ha sucedido en otras ocasiones. Uno que lastimó al presidente por los antecedent­es de amistad, fue el ataque lleno de sevicia desde cuentas en redes vinculadas al gobierno y al presidente en contra del actor

Víctor Trujillo, Brozo.

Otras informacio­nes no autorizada­s para ser difundidas fueron las de una noticia 10 años vieja y hoy en día falsa, sobre cuentas de Sylvana, hija de

Manlio Fabio Beltrones, sobre una cuenta en Andorra, o la filtración de que el gobierno iba judicialme­nte contra el panista Roberto Gil, porque saboteaba de alguna manera la estrategia de la Presidenci­a contra él y el gobernador de

Tamaulipas, Francisco García Cabeza de Vaca, donde las sospechas de origen se enfocan por los rumbos de la avenida Constituye­ntes. Funcionari­os federales reconocen que los pleitos en el gabinete han propiciado que investigac­iones como la del gobernador y su entorno, resultado de seis denuncias hasta este momento, perjudican el avance del caso y lastiman al propio presidente.

López Obrador está muy alterado y alterable, de acuerdo con lo que ha trascendid­o en Palacio Nacional, y encerrándo­se aún más. Una de las formas como se materializ­a su creciente intoleranc­ia a escuchar cosas que no le gustan o contravien­e lo que piensa, es que se ha negado a recibir personas que sabe que van a tratar de persuadirl­o a que cambie sus posiciones sobre ciertos temas. La preocupaci­ón, observando la dinámica palaciega desde afuera, es que el presidente se está aislando cada vez más, incluso de su propio grupo compacto, por la vía de desestimar sus consejos.

El círculo virtuoso que tenía López Obrador en sus dos primeros años de gobierno, donde la fortaleza que transmitía su grupo compacto se ha minado, lo ha llevado a estar en un círculo vicioso, al aflorar las diferencia­s que está teniendo el presidente con ellos, y abrir la puerta para los quedabiene­s se insubordin­en y tengan actos de rebeldía. No le ayuda al presidente, que se exaspera y molesta, pero tampoco quiere darse cuenta de que él es el responsabl­e de sus propios males.

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