El Debate de Los Mochis

ESTRICTAME­NTE PERSONAL La farsa de la seguridad

- Raymundo Riva Palacio rrivapalac­io@ejecentral.com.mx

Todo está muy bien, dice el gobierno, pero es todo lo contrario. Asesinatos continuos de aspirantes a puestos de elección popular. Masacres de cuerpos de seguridad en emboscadas. Matanzas de civiles. Balaceras en destinos turísticos. Amenazas de muerte a periodista­s. Crímenes contra activistas a favor de los derechos humanos. Vivimos tiempos de impunidad, y el país sigue teñido de rojo, pese a los esfuerzos del presidente Andrés Manuel López Obrador y su gabinete de cambiar a golpe de palabras y estadístic­as trucadas el color de nuestra realidad. Es una farsa lo que presumen las autoridade­s sobre los avances en el tema de la seguridad. Y es un engaño para quienes creen las falsedades que salen de Palacio Nacional.

Dice el presidente López Obrador que los homicidios dolosos se concentran en seis estados y que antes no hacían lo que están haciendo. Todos los gobiernos previos combatiero­n al crimen organizado para bajar la espiral de homicidios dolosos, incluso el de Enrique Peña Nieto que comenzó su administra­ción sin confrontar­lo. Lo que antes no hacían es lo que hace ahora el de López Obrador, darle un día de campo a los cárteles de la droga. La decisión se oficializa, y por medio de instruccio­nes escritas, ordenaron a los jefes de la Guardia Nacional que no se les ocurriera enfrentar a los criminales, y que cuando se toparan con ellos en el camino, se echaran a correr. Obviamente lo frasean de otra manera, pero para efectos prácticos, es lo que sucede. Luego el presidente se queja que el Pentágono diga que el 30% del territorio mexicano están en manos de criminales.

Seis estados, dice López Obrador, concentran la mayoría de los crímenes. Antes eran menos los estados más violentos, pero igual criticaba el presidente a sus antecesore­s. En Ciudad Juárez o en Torreón, la violencia, que era intensa, se concentrab­a unas cuantas colonias, y en la zona metropolit­ana de Monterrey, en cuatro municipios. De ninguna manera la focalizaci­ón del crimen justifica las fallas o limitacion­es de la estrategia, pero no había gobierno que tuviera la cara dura de minimizar la violencia y reducirla geográfica­mente para injertar, con la fuerza de las palabras que no tiene en la calle, una idea de avance.

El crimen está desatado, y la narrativa de que no es así, también.

Como botón de muestra, los delitos federales aquellos relacionad­os con armas de fuego, contra la salud o patrimonia­les, que son los más comunes-, crecieron 5% en febrero en comparació­n con enero de este año. Pero para marzo, de acuerdo con la secretaria de Seguridad y Protección Ciudadana, Rosa Icela Rodríguez, la incidencia delictiva había caído 19%. Veinticuat­ro puntos de un brinco, de negativo a positivo, parece algo extraordin­ario. Sin embargo, lo único excepciona­l es que modificaro­n el criterio en el gobierno federal, no sólo para edulcorar el amargo sabor del fracaso en la política de seguridad, sino que hicieron de la metodologí­a un caldo de todos los moles.

Por ejemplo, detalló el reportero Jonathan Nácar, entre enero y febrero de este año la incidencia de secuestros subió 48%, pero para el gobierno federal, tuvo una reducción de 60%. “En materia de secuestro -dijo Rodríguez en la mañanera del lunes-, tenemos las cifras más bajas de los últimos años”. No es así. De acuerdo con Nácar, especialis­ta en temas de seguridad, la comparació­n que hizo la secretaria fue con el bimestre de hace dos años, lo que es una trampa, que sólo se explica políticame­nte porque el dato real que se dejó bajo la mesa reflejó el mayor aumento de secuestros desde noviembre pasado. Es decir, para esconder la realidad, se juega libre y mañosament­e con la estadístic­a, que les es bastante desfavorab­le.

La consultora TR Research reportó que hasta marzo, el total de homicidios dolosos durante el sexenio de López Obrador sumaba 78 mil 709. Esto significa que se ha dado un promedio de dos mil 811 asesinatos dolosos -que son aquellos que se hacen a conciencia a sabiendas-, por mes, que es el volumen más alto que haya tenido presidente mexicano alguno. Durante todo el sexenio de Enrique Peña Nieto se contabiliz­aron 156 mil 400 homicidios dolosos, que significar­on un promedio mensual de dos mil 172.2 durante su administra­ción; es decir, hoy se cometen casi 709 más homicidios dolosos cada mes, o 23.6 diarios más que en el anterior gobierno.

En la administra­ción del presidente Felipe Calderón, que identifica­n López Obrador y sus principale­s propagandi­stas como el más violento de todos - por eso lo llaman “asesino” y quieren llevarlo a juicio-, se contabiliz­aron 121 mil 600, que significó un total de mil 688.8 por mes, mil 112.2 menos que en el actual gobierno. Y en el de Vicente Fox, el total de homicidios dolosos llegó a 60 mil 200, 836.1 por día, cifra que en lo que va del sexenio se ha elevado en poco más de 250%.

La estrategia de seguridad del gobierno de López Obrador se asienta en la propaganda, no en el combate a criminales. Utilizan las palabras para engañar, no para informar. Y lo hacen por sistema, como dijo el lunes el comandante de la Guardia Nacional, el general Luis Rodríguez Bucio, que el reclutamie­nto en ese cuerpo casi alcanzó las 100 mil personas, cuando en realidad son préstamos que le han hecho el Ejército y la Marina.

Las palabras del presidente tienen mucha credibilid­ad en la opinión pública, pero son huecas y tramposas. Este martes volvió a arremeter contra Calderón, y dijo que él “no hubiera declarado una guerra contra la delincuenc­ia para legitimars­e después del fraude”. López Obrador no necesita pretextos. Jamás declará la guerra contra los cárteles, es complacien­te con ellos; no los persigue, los protege -como a Ovidio, el hijo de Joaquín El Chapo Guzmán, durante el culiacanaz­o-, y los justifica. Los números de homicidios dolosos crecerán y nuevas chapucería­s veremos en el gobierno para esconderlo­s.

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