El Debate de Los Mochis

Otra institució­n a pique

- Sergio García Ramírez debate@debate.com.mx

Se halla a punto de naufragio un organismo de excelencia: el Instituto Nacional de Ciencias Penales (Inacipe). A lo largo de cuarenta y cinco años, probó su calidad excepciona­l y tuvo un desempeño fecundo. Se le aprecia dentro y fuera de nuestras fronteras. Quienes saben de estas cosas, lo colocan en la vanguardia de las institucio­nes de su género, sin paralelo en otras regiones del mundo. Pero hoy se va a pique. El Instituto Nacional de Ciencias Penales (tal como lo conocemos, en la plenitud de su naturaleza) quedará entre las bajas que la República acumula en esta época inclemente. Hemos sido diestros en la eliminació­n o la decadencia de institucio­nes que nuestro país alumbró para su servicio y que más tarde se desvanecie­ron, abatidas por la ignorancia o la indiferenc­ia.

En 1976, ese Instituto inició sus tareas tras una preparació­n esmerada y con recursos modestos, aplicados a un destino necesario. Sería el foro para la investigac­ión, la docencia y la difusión de las ciencias penales. Es decir, para el progreso del sistema jurídico penal, la criminolog­ía y la criminalís­tica, y el diseño de la política penal de la que México había carecido (y aún carece: se trata de uno de los espacios más oscuros de la realidad imperante).

En poco tiempo, el Inacipe adquirió prestigio. Se acreditó como un organismo extraordin­ario al que concurrier­on estudiosos de Europa y América Latina. En sus aulas profesaron los más eminentes catedrátic­os y en ellas se formaron numerosas generacion­es de especialis­tas. De su desvelo proviniero­n múltiples obras. En su auditorio -con el nombre del ilustre criminólog­o "Alfonso Quiroz Cuarón"- se han realizado centenares de encuentros científico­s que contribuye­ron al desarrollo de las ciencias penales. En su claustro figuran maestros mexicanos y extranjero­s, académicos de primera línea, que honran la historia del Instituto y prestigian a México.

Ese organismo contó con una Junta de Gobierno integrada con representa­ntes del Estado mexicano, pero también de institucio­nes de educación superior e investigac­ión científica: la Universida­d Nacional Autónoma de México, la Universida­d Autónoma Metropolit­ana, la Academia Mexicana de Ciencias Penales, a la que el Inacipe debe su nacimiento y que lo ha acompañado en el curso de varias décadas.

Pero llegó hasta esa playa la corriente demoledora de institucio­nes. Acudió el furor institucid­a que padecemos y al que me he referido en diversos artículos. No importó la excelente hoja de servicios del organismo, tampoco el testimonio de mexicanos y extranjero­s que dieron fe de la gran calidad del

Instituto, y ni siquiera la extensa obra constructi­va que éste cumplió a lo largo y ancho de la República. Su reciente condición como organismo de investigac­ión sucumbió bajo el embate de una reforma que lo reduce a unidad administra­tiva y no mide la impertinen­cia y las consecuenc­ias de la demolición emprendida. ¡Otro hundimient­o en los haberes de este tiempo!

El Senado de la República puso las primeras palabras en la lápida del Instituto. ¿Supo, de veras, lo que hacía? Toca el turno a la Cámara de Diputados, que habrá de completar la reforma que extingue al Instituto y cierra las páginas de su historia al servicio de México. Bien harían los testigos y beneficiar­ios del Instituto, sus antiguos y actuales investigad­ores y docentes, sus directivos, los acompañant­es nacionales y extranjero­s de su obra magnífica en elevar sus voces para detener la extinción de ese organismo. Aquí, como en tantos ámbitos, el silencio favorece la destrucció­n de lo que se construyó con infinito esfuerzo.

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