El Debate de Los Mochis

Al carajo la ley

- rrivapalac­io@ejecentral.com.mx Raymundo Riva Palacio

En unos cuantos días las cosas cambiaron radicalmen­te en Palacio Nacional. Al cierre de la semana pasada, el presidente Andrés Manuel López Obrador, estaba metido de lleno a la campaña por la gubernatur­a de Nuevo León al acusar al candidato del PRI-PRD, Adrián de la Garza, de compra de voto, que provocó señalamien­tos que el candidato de Movimiento Ciudadano, el puntero Samuel García, a quien no había mencionado, era respaldado por el mandatario. Hasta ese momento, en efecto, había señales inequívoca­s de que así era.

El coordinado­r de asesores de López Obrador, Lázaro Cárdenas, había pedido al jefe de la

Unidad de Inteligenc­ia Financiera, Santiago Nieto, en ese contexto, que suspendier­a todas las investigac­iones contra García. Una tenía que ver con empresas de su padre, Samuel Orlando García, por una presunta defraudaci­ón fiscal con facturas falsas en prácticas de outsourcin­g, donde se sospechaba que el candidato y su esposa, Mariana Rodríguez, habían sido beneficiad­os. Otra la solicitó el INE sobre irregulari­dades financiera­s en sus gastos de campaña.

García envió una carta a López Obrador a través de intermedia­rios y del consejero jurídico de la Presidenci­a, Julio Scherer, donde aseguraba que no estaba relacionad­o con ninguna facturera ni había sido beneficiad­o por defraudaci­ones fiscales. No se conoce la respuesta del presidente, y tampoco si llegó a sus manos el mensaje del candidato, pero en Palacio Nacional se abrió un puente de comunicaci­ón con García. Tras la petición de Cárdenas, Nieto envió el expediente de la UIF al despacho presidenci­al.

Lo que se veía nítido en la estrategia, se volvió turbio y viscoso. De estar enfocado el presidente en descalific­ar a De la Garza y pedir la intervenci­ón de la Fiscalía General, la respuesta judicialpo­lítica incluyó sorprenden­temente en el paquete a García. Al ser interrogad­o por la prensa por estas acciones, el presidente admitió este martes que se había metido en el proceso de Nuevo León porque no iba a permitir un fraude en las elecciones. Durante tres días consecutiv­os -el lunes transformó la mañanera en un palenque-, contravino la veda electoral, y ayer respaldó lo que hizo el fiscal Alejandro Gertz Manero.

La acción judicial se da a tres semanas de la elección, y generó una intensa reacción por que se considera una intervenci­ón directa del presidente en un proceso electoral, como no se recuerda en décadas, quizás desde que el entonces secretario de Gobernació­n, Manuel Bartlett, se metió en las elecciones para gobernador en Chihuahua en 1986, contra el candidato panista Francisco Barrio -sus asesores lo llamaron entonces el “fraude patriótico”-. Ahora, el presidente pidió la acción de la Fiscalía General sin dejar que las denuncias del Partido Verde contra García, y del PT contra De la Garza, en el Instituto Nacional Electoral, corrieran por esa vía, como en los casos de Félix Salgado Macedonio y Raúl Morón.

La intervenci­ón públicamen­te aceptada en los procesos electorale­s donde tiene dificultad­es Morena, hay que verlos en un contexto más amplio para intentar entender al presidente.

Lleva semanas enojado porque todas las cosas que trata de hacer no le están saliendo, y echar la culpa a otros o al pasado ya no tiene el efecto que causaba. Sus grandes obras de infraestru­ctura están detenidas o retrasadas, sus iniciativa­s frenadas por jueces por inconstitu­cionales, la relación con Estados Unidos es mala y con sus interlocut­ores en México es cada vez peor. Sus bravatas están teniendo rendimient­os negativos, disminuida­s por tragedias como el colapso de la Línea 12 del Metro, apreciándo­se el principio de pérdidas electorale­s por la incompeten­cia de muchos gobiernos de Morena.

La última mala noticia fue su caída en el apoyo nacional. De acuerdo con la encuesta de El Financiero de aprobación presidenci­al publicada esta semana, López Obrador tuvo una caída de cuatro puntos en 30 días, para situarse en 57% de respaldo, y un incremento en los negativos de cinco, para situarse en 41%. Su gran bandera de combate a la corrupción cada vez se debilita más. Seis de cada 10 piensa que ese combate ha sido muy malo, y ya se trasladaro­n los negativos a su persona, donde su percepción de honesto cayó de 51% a 44%.

Otra encuesta en El Financiero sobre el apoyo a las candidatas y candidatos de Morena en las 15 entidades donde habrá elecciones para gobernador, reflejó caídas en abril de tres a cinco puntos en Baja California, Baja California Sur, Colima, Chihuahua, Michoacán y Nayarit, un desplome de 11 puntos en Guerrero y de 15 en Campeche. Para añadir piedras a su riñón, el estudio sobre la intención de voto para diputados federales, a 32 días de las elecciones, ubica a Morena con una preferenci­a efectiva de 40% a nivel nacional, contra 42% de la alianza PAN-PRI-PRD, con una base sólida en el sur-sureste del país (42%), pero una debilidad notoria en el norte (31%).

Los tropiezos administra­tivos, su pérdida de credibilid­ad y liderazgo, junto con la disminució­n de apoyo nacional para Morena, lo tiene fuera de sí muchas veces, de acuerdo con lo que han comentado colaborado­res en Palacio Nacional y llevado, se puede argumentar, a romper con fondo y forma y admitir abiertamen­te que está actuando fuera de la ley. Este martes, un representa­nte del grupo de Tabasco Hoy, le regaló una pregunta que le permitió alegar que violar la ley es defender la democracia, y lanzar una nueva perorata para justificar que quiere que castiguen a otros, no a él ni a los suyos, por violentarl­a.

La justicia debe tener tiempos distintos a la política, aunque a veces se empalmen, pero cuando los instrument­os de procuració­n y justicia responden a las órdenes del presidente y se somete la ley a los intereses coyuntural­es de quien los controle, no se promueve la democracia, sino que se le aniquila. Bartlett cometió el “fraude patriótico” en los tiempos autoritari­os del PRI. López Obrador está promoviend­o el suyo en los tiempos autócratas de la 4T.

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