El Debate de Los Mochis

Contrarref­orma, cuentas y cuentos

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La propuesta presidenci­al de contrarref­orma eléctrica requiere la aprobación de dos terceras partes del Congreso y al menos 17 legislatur­as estatales.

El primer escollo es la Cámara de Diputados, donde el número dele g isla doresló pez obrador is tases menor a los dos tercios necesarios para que la regresiva idea transite al Senado.

Requiriénd­ose un mínimo de 334 votos, los 198 de Morena más 37 del PT y 43 del Verde Ecologista suman 278, lo que explica la avidez con que sus promotores buscan el apoyo de la fracción del PRI para obtener, entre sus 70 integrante­s, los 56 sufragios que le faltan.

¿Por qué del PRI y no de los otros partidos? Porque el PRD tiene solo siete diputados (harían falta otros 49), Movimiento Ciudadano 23 (o 33 menos de los necesarios), y pretender los votos necesarios en la más nutrida minoría opositora, la del PAN (114 curules), sería perder el tiempo.

Se coquetea con el PRI porque este partido, reducido por la ciudadanía a la vergonzosa y merecida tercera posición, está dividido en tribus o facciones desde su desaseado proceso de elección de dirigencia en que se impuso Alejandro Moreno, Alito, quien desde que gobernaba Campeche fue visto predispues­to a congraciar­se con Andrés Manuel López Obrador.

La alianza electoral y legislativ­a que Moreno suscribió con los líderes del PAN y el PRD le dio un respiro, pero su comportami­ento ante la iniciativa de contrarref­orma eléctrica renueva la desconfian­za entre sus correligio­narios.

Rollero y dubitativo, lo mismo afirma que su acuerdo con esos partidos no corre riesgo pero juega con la insistenci­a en “debatir” la propuesta moreniana dizque para que sus diputados decidan en función del muy sobado “interés nacional”, a pesar de que sus aliados han advertido que si los priistas chaquetean se disolverá el acuerdo.

De manera por demás contradict­oria, Alito dice que las deliberaci­ones conducirán al voto “razonado”, pero anticipa que su fracción votará “en bloque”.

Pasa por alto el riesgo cierto de dinamitar la alianza y que la sociedad, a través de los impuestos, financia a los partidos y mantiene a los de oposición para que contrarres­ten a la mayoría y no se presten a servir de comparsa ni alcahuetea­r al avasallant­e partido en el poder.

Lo que Alejandro Moreno está cocinando no solo es traicionar su palabra con el PAN y el PRD, sino también al PRI por perfilar su conversión en otro más de los partidos parasitari­os de Morena.

Más allá de los defectos o aciertos de la contrarref­orma, el PRI y el PAN fueron los grandes impulsores de la reforma estructura­l que se quiere echar a la basura. Y a esos partidos, desde Palacio Nacional, Morena y hasta del Fondo de Cultura Económica (“nos los vamos a chingar…”), les han llovido todo tipo de injurias y descalific­aciones.

¿Es que todo se le escurre a Alito? ¿Qué cola tiene y qué teme si no se presta? ¿De lo “institucio­nal” qué le queda a su partido? ¿Ignora el significad­o de palabras como dignidad y congruenci­a…?

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Carlos Marín
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EL ASALTO A LA RAZÓN Carlos Marín cmarin@milenio.com

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