El Debate de Los Mochis

Sobre el discernimi­ento. ¿Soy libre ante mi destino?

- JOSÉ MARTÍNEZ COLÍN Presbítero articulosd­og@gmail.com

PARA SABER “Podemos perdonar fácilmente a un niño que tiene miedo de la oscuridad; la verdadera tragedia de la vida es cuando los hombres tienen miedo de la luz” (Platón). Si el hombre se cierra a la verdad, se queda en tinieblas. Importa estar abiertos para escuchar y discernir lo mejor. El papa Francisco ha dedicado varias de sus Audiencias, para reflexiona­r sobre el discernimi­ento. Señala que es una cuestión importante, pues tiene que ver con todos, ya que las elecciones son parte esencial de la vida: Uno elige la comida, la ropa, un curso de estudio, un trabajo, una relación… e incluso nuestras respuestas a Dios para formar nuestro proyecto de vida.

PARA PENSAR

En la mitología griega se creía que el destino era una fuerza cósmica que regulaba todo lo que ocurría. Esa fuerza la representa­ban en tres viejas hilanderas de aspecto severo llamadas Moiras: La primera, Cloto, devanaba el hilo de la vida con un huso y una rueca; Láquesis, medía el largo del hilo, y Átropos, la más temida, es quien cortaba el hilo, decidiendo cuándo y cómo se habría de morir. En este pensamient­o la libertad no tiene lugar.

El cristianis­mo resolvió el dilema: el hombre con su libertad marca su destino. Si esa voluntad se conforme a la Voluntad Divina, conseguirá su felicidad.

PARA VIVIR

El discernimi­ento siempre es personal. Aunque los adultos pueden pedir consejo, la decisión final siempre es propia. No podemos echarle la culpa a otro por mis propias y malas decisiones. Es fácil equivocars­e si no se discierne, como nos relata la Biblia: desde el primer pecado y los siguientes. El hombre podía haber decidido hacer de la tierra un magnífico jardín, pero lo convirtió en un desierto de muerte. Sin embargo, Dios es Padre y no nos deja solos, siempre dispuesto a aconsejar y animarnos. No impone su voluntad, porque quiere ser amado libremente por sus hijos y no por esclavos, ya que el amor solo puede vivirse en libertad. Para aprender a amar correctame­nte se precisa discernir: si acudimos al Espíritu Santo, nos aconsejará cuando tengamos que tomar decisiones.

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