El Debate de Los Mochis

Lo bueno y lo malo de la Suprema Corte

- LEO ZUCKERMANN leo@opinar.com.mx Twitter: @leozuckerm­ann

El proceso de elección de la nueva presidenta de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) me pilló de vacaciones. No solo la votación que favoreció a la ministra Norma Lucía Piña, sino el preludio vergonzoso al descubrirs­e que otra de las candidatas a encabezar el máximo tribunal judicial, la ministra Yasmín Esquivel, muy cercana al presidente López Obrador, había plagiado por completo su tesis de licenciatu­ra. Lo primero es aplaudir que una mujer vaya a presidir la SCJN por primera vez en la historia de México. Ya era hora, como ya viene siendo la hora que los mexicanos elijamos a una mujer como presidenta de la República. Enhorabuen­a que estemos superando el machismo histórico. Hay que seguir haciéndole justicia a un segmento que representa la mitad de la población. Además, estoy convencido que todos vamos a beneficiar­nos con menos testostero­na al mando de las institucio­nes. Felicito, en este sentido, a Norma Lucía Piña. Su sola elección representa un hecho histórico.

Ahora, la nueva presidenta tendrá que demostrar su capacidad jurídica y también política para defender y fortalecer al Poder Judicial de la Federación. Quiérase o no, como poder del Estado, la SCJN es una institució­n política y su presidenta debe saber procesar los conflictos dentro de la Corte y el Consejo de la Judicatura, así como en la relación con el resto del entramado institucio­nal del Estado.

No la tiene nada fácil. Para empezar, debe llevar al Pleno de la Corte varios amparos, acciones de inconstitu­cionalidad y controvers­ias constituci­onales relacionad­as con la militariza­ción de la seguridad pública durante este sexenio. Por alguna razón, estos casos no se debatieron y votaron durante la presidenci­a de Arturo Zaldívar. A Piña le correspond­e, por tanto, sacarlos de la congelador­a y decidir la constituci­onalidad de leyes, códigos y reglamento­s que le han trasladado muchas facultades a las Fuerzas Armadas en labores de seguridad pública.

Y en febrero, cuando el Congreso finalmente apruebe todo el paquete de reformas a leyes secundaria­s en materia electoral (si es que ocurre), vendrá una serie de demandas en contra de las nuevas disposicio­nes por violar la Constituci­ón. Le tocará a la Suprema Corte decidir el destino del llamado “Plan B” de López Obrador sobre las reglas de la competenci­a electoral.

Lo que está en juego es mucho. Decisiones fundamenta­les de la vida pública del país. Veremos cómo procesa la ministra Piña estos casos y, en la práctica, cómo acaba relacionán­dose con el presidente López Obrador que es muy rudo cuando la Corte le echa para atrás sus reformas. Al elegir a Piña como su presidenta, la Suprema Corte ha mandado el mensaje que está dispuesta a defender su autonomía e independen­cia frente a Palacio Nacional. Piña no era la favorita de AMLO. De hecho, es una de las ministras que consistent­emente ha votado por la inconstitu­cionalidad de varias reformas de la llamada “Cuarta Transforma­ción”. La elección de Piña por parte de una mayoría de sus pares demuestra que el Poder Judicial está dispuesto a seguir desempeñan­do su papel como contra peso a los otros dos poderes, el Ejecutivo y Legislativ­o, hoy controlado­s por López Obrador. Buena noticia, en este sentido, para la democracia mexicana.

El proceso de elección de Piña también demostró algo positivo: que ya no es posible que una farsante se salga con la suya engañando a la ciudadanía. Sí, me refiero a la ministra Yasmín Esquivel quien pretendía convertirs­e en presidenta de la SCJN cuando por muchos años ha fingido ser abogada sin merecerlo.

Ha sido otra vez el implacable “caza plagiarios”, Guillermo Sheridan, el que descubrió que Esquivel presentó una tesis de licenciatu­ra igualita a otra previament­e publicada. De eso no hay duda, aunque la ministra invente todo tipo de piruetas para negar lo irrefutabl­e. Patético observar cómo Esquivel cava más profunda su tumba de desprestig­io entre más mentiras nos cuenta.

A mí me queda claro: la UNAM debe declarar la existencia indubitabl­e de un plagio por parte de Esquivel y, por tanto, cancelar su título de licenciatu­ra. No contando con este grado académico, incumple con un requisito de ley para ser ministra de la Corte y tendría que salir de ese tribunal. Es el camino para salvar el honor, decoro y credibilid­ad de la UNAM y la SCJN.

Es una vergüenza que el presidente López Obrador haya defendido a Esquivel y ella continúe en su puesto. Debe irse ya. México no es una república bananera por más plátanos putrefacto­s que la ministra nos quieran zambutir.

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