SIN RETÓRICA Otra vez sobre los cortesanos o aduladores: qué hacer frente a ellos
Los cortesanos, dicho elegantemente, son individuos que sirven obsequiosamente a un superior. Aunque en esta aldea local se les llama “arrastrados o lambiscones”. Algunas personas los nombran desde la perspectiva antropología y zoológica como “reptiles”; quizá ello sea así porque ese tipo de sujetos se comportan de esa manera al tener un interés muy particular, o por deleitarse de ciertos privilegios, o simplemente para gozar de perversidades o maldades, utilizando a sus jefes enfermos e ignorantes; o incluso, son hasta traidores y desagradecidos, a quienes las circunstancias les brindó una oportunidad que no supieron aprovechar por rodearse de individuos también ignorantes y holgazanes, y al mismo tiempo convenencieros y perversos que no aportan nada positivo a determinado proyecto, pues solo hacen el ridículo dentro del servicio público. Además, son personas altamente tóxicas e ignorantes que son detestadas por sus maldades y torpezas, y que ya no los aguantan en ninguna parte.
Visto este lamentable fenómeno en el terreno académico, observamos que la psicología social y evolutiva, determina científicamente que esta especie de personas por lo general tienen muy baja autoestima - aunque quieran aparentar otra cosa -; y que, a raíz de ello, contrariamente frente a sus subordinados se comportan de manera despótica, abusiva o aprovechada por recomendación o instigación de los cortesanos. Aunque hay que aclarar que dicho fenómeno también se suscita en otros entornos, como por ejemplo en el empresarial.
Sin embargo, la presente colaboración la circunscribimos únicamente a la política y al contexto gubernamental de manera general, con ciertas bases epistémicas, pero con un lenguaje liso y llano para toda clase de público, con el propósito de que los amables lectores, identifiquen a las distintas personas que conocen o los rodean circunstancialmente de alguna manera.
A este tipo de individuos, ya lo hemos mencionado en otras colaboraciones, de que hace alrededor de 500 años, Nicolás Maquiavelo les llamaba aduladores en su obra El príncipe, en cuyo capítulo XXIII lo enuncia: “Cómo huir de los aduladores”. En ella a pesar de tener poco más de cinco siglos, prácticamente todas sus reflexiones se encuentran vigentes, ya que la naturaleza humana continúa siendo la misma desde hace miles de años, muy a pesar de que hoy nos encontramos en la llamada Cuarta Revolución Industrial.
En el citado capítulo, Maquiavelo inicia con una especie de preámbulo que dice: “No quiero pasar por alto un asunto importante, y es la falta en que con facilidad caen los príncipes; ello sucede si no son muy prudentes o no saben elegir bien”. Para luego referirse dicho autor a los aduladores; los cuales en nuestra época abundan en todas partes del mundo, en México y por supuesto en Sinaloa y sus municipios.
Lo anterior es útil que se tenga presente en el sector público, para que los gobernantes no incurran en el autoengaño para gobernar un “principado”, ya sea un municipio, estado o nación; tomando en cuenta que esta especie de personas –los aduladores o cortesanos– abundan por todas partes, y “… porque los hombres se complacen de sus propias obras…” –decía Maquiavelo–; de tal modo que se autoengañan y no atinan a defenderse de aquella calamidad, y cuando quieren hacerlo, “… se exponen al peligro de hacerse despreciables…”, nos dice el autor de referencia, tal y como sucede en este momento, puesto que los gobernantes prefieren a los cortesanos o a los “amigos” o conocidos para formar su equipo de trabajo, aunque estos les hagan daño, en lugar de seleccionar a personas con criterio propio, conocimiento técnico y dominio profundo de las cosas, y de todo el contexto que rodea lo público. Sobre todo, contar con mucha agudeza mental y el mencionado sentido común para servir y no para otra cosa. Esos son los verdaderos asesores, no los cortesanos que por lo general tienen un interés personal.
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