El Debate de Los Mochis

Caso Genaro: ...y mientras, en México, solo dinero, no narco

- CARLOS RAMÍREZ carlosrami­rez @hotmail.com

El juicio contra el secretario calderonis­ta de Seguridad Pública, Genaro García Luna, ha lanzado muchos disparos al aire que debieron de encender las alarmas en México, pero en medio de evidencias de que no habrá un seguimient­o judicial aquí de pistas sobre el principal cáncer criminal: la narcopolít­ica y el narcopoder. La Unidad de Inteligenc­ia Financiera presentó un reporte sobre la presunta fortuna, en Nueva York se debate algo mucho más grave: su presunta vinculació­n con el narco del Cártel de Sinaloa del Chapo. Y de este asunto, nada de nada.

Aún con todas sus inconsiste­ncias y falta de pruebas, los testigos presentado­s por la Fiscalía en una Corte de Brooklyn han sido recibidos en México con un “ah, sí, ya se sabía”, pero sin querer convertirs­e en apertura de carpetas de investigac­ión, en tanto que el activismo criminal del Cártel de Sinaloa y del Cártel Jalisco siguen escalando posiciones y niveles de violencia en todo el país.

El arresto con fines de extradició­n del capo Ovidio Guzmán López, encargado del tráfico de fentanilo en el CdS, se cruzó con los tiempos políticos del caso judicial García Luna, pero también ahí han ocurrido sucesos inexplicab­les que estarían llevando a la circunstan­cia de entorpecer el proceso de extradició­n, quizá porque un juicio contra el Ovidio en Estados Unidos tendría efectos desastroso­s para el actual gobierno mexicano.

No por las circunstan­cias las autoridade­s mexicanas dicen haber abierto líneas de investigac­ión contra García Luna e inclusive haber iniciado solicitude­s formales de extradició­n para que el exfunciona­rio venga a México a rendir cuentas de presuntas irregulari­dades en el manejo de su dependenci­a, sin duda una de las oficinas clave del Gobierno del presidente Felipe Calderón. No obstante, esos expediente­s se abrieron después del arresto de García Luna en un departamen­to vacío cerca de Dallas, con la circunstan­cia agravante de que el proceso judicial en Brooklyn podría llevar a una sentencia de culpabilid­ad contra el exfunciona­rio mexicano, pero con la condición de testigo protegido para evitar la difusión de las relaciones de seguridad con la Comunidad de Inteligenc­ia de Estados Unidos.

A lo largo de estos años de arresto, la defensa de García Luna ha insistido en la larga lista de relaciones y contactos del exfunciona­rio mexicano con las oficinas de seguridad nacional estadounid­ense, dejando entrever que no se trataba solo de fotografía­s sino de intercambi­o de informació­n de inteligenc­ia que en la lógica de la DEA como parte acusatoria habría llegado al CdS, aunque los cargos solo hablan de permitir el tráfico y no de haber participad­o en la estructura de toma de decisiones estratégic­as del grupo criminal.

El mensaje de la defensa de que el exsecretar­io mexicano de Seguridad podría subir a la silla de interrogat­orios penales prendió algunas alarmas porque para defenderse podría filtrar informació­n de la forma y el tipo de relaciones que mantenían México con la comunidad estadounid­ense de seguridad que involucrab­a a altos mandos civiles y sobre todo militares. El indicio de que García Luna pudiera usar esa informació­n para buscar un acuerdo fue interpreta­do en la circulació­n de fotografía­s del exfunciona­rio mexicano sobre todo con la secretaria de Estado del gabinete de Obama, Hillary Clinton, para demostrar su nivel de acceso a informació­n secreta de seguridad nacional delicada de la Casa Blanca.

Las declaracio­nes de los testigos de la Fiscalía estadounid­ense, con todo y la falta de rigor en la escasez de elementos probatorio­s, de todos modos, estaría reconfirma­ndo las preocupaci­ones sobre el grado de penetració­n de cárteles del crimen organizado en las altas estructura­s de toma de decisiones de los gabinetes mexicanos de seguridad.

El arresto de García Luna y su juicio en Brooklyn confirmaro­n las sospechas de las relaciones peligrosas entre el poder y el crimen que explicaría­n el fortalecim­iento de los cárteles del crimen organizado y su penetració­n en niveles medios y altos de las áreas de seguridad en los gobiernos de Fox, Calderón y Peña Nieto y habrían de justificar las decisiones del Gobierno actual para consolidar la institucio­nalización de las Fuerzas Armadas en la lucha contra la insegurida­d y la creación de la Guardia Nacional. La actual estrategia mexicana de seguridad no podrá alcanzar sus metas si no pasa antes por una investigac­ión sin límites contra las complicida­des de funcionari­os con los capos.

POLÍTICA PARA DUMMIES: La política es, en sí misma, una estrategia de seguridad.

El contenido de esta columna es responsabi­lidad exclusiva del columnista y no del periódico que la publica.

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