El Debate de Los Mochis

Gobernador­es embarrados

- RAYMUNDO RIVA PALACIO rrivapalac­io @ejecentral.com.mx

La gobernador­a de Campeche, Layda Sansores, fue parada en seco esta semana por un video en donde aparecen dos de sus más cercanos colaborado­res y una senadora de Morena, recibiendo dinero. La revelación hecha por el noticiero En Punto en Televisa, que conduce Enrique Acevedo, la sacudió, dejándola sin poder articular una estrategia políticame­nte correcta y ética. Sansores dijo que era un “montaje”, pese a que sus colaborado­res reconocier­on la validez del video. El presidente Andrés Manuel López Obrador, que ha respaldado a la gobernador­a y su gobierno le ha dado insumos del espionaje político que realizan para denostar a figuras de la oposición, buscó minimizar las imágenes transmitid­as. Pero nadie, en capacidad de hacerlo, ordenó una investigac­ión para aclarar si hubo algún delito y, en dado caso, actuar en consecuenc­ia.

Sin embargo, el intento de acotarlo políticame­nte está a punto de ser rebasado. Ante la ausencia de siquiera un estudio de las fiscalías sobre el posible delito de tipo penal y determinar si procedía una investigac­ión de oficio, la senadora Xóchitl Gálvez, anunció que viajaría a Campeche para presentar una denuncia. De esa forma, no habrá pretexto alguno para que no se abra la pesquisa. Una investigac­ión, contra la afirmación de López Obrador que se trataba de “echar porquería al ventilador” para dañar su proyecto, ayudaría a la salud política y a romper el patrón de impunidad que encabeza el presidente, cuando se trata de los suyos y siente que es el afectado.

La investigac­ión de Fátima Monterrosa para En Punto, no acusa de ilegalidad o ilegitimid­ad lo que hicieron los dos funcionari­os y la senadora. Simplement­e presenta hechos contextual­izados, a partir de lo cual las autoridade­s judiciales pueden iniciar su trabajo y deslindar responsabi­lidades en un episodio previo a las elecciones que llevaron a Sansores a la gubernatur­a, y que involucra a cercanos a ella y a un gobernador priista, Carlos Miguel Aysa, a quien el presidente, en agradecimi­ento porque como dijo, “siempre apoya”, nombró embajador en la República Dominicana al terminar su interinato.

En el video exhibido aparecen el actual jefe de la Oficina de Sansores, Armando Toledo, el actual secretario de Educación, Raúl Pozos, y la senadora Rocío Abreu, recibiendo fajos de billetes -ella en dos ocasiones-, que no es posible contabiliz­ar en su totalidad, aunque se aprecian varios que podrían ser de 50 mil pesos cada uno, si el empaquetad­o correspond­e a lo que normalment­e equivalen los fajos en los bancos. El dinero se les entregó, precisó una persona que identificó el lugar, en una oficina adjunta de la Secretaría de Gobierno.

Hay discrepanc­ias sobre la fecha. La investigac­ión periodísti­ca ubica la grabación cuando Ayza era gobernador interino, en relevo de Alejandro Moreno, que pidió licencia a mediados de 2019 para buscar la dirigencia del PRI. Toledo aseguró que fue cuando Moreno aún era gobernador. Lo que no aclaró es que Ayza era su secretario de Gobierno. Es decir, hay tres gobernador­es que quedan embarrados por este episodio. Sansores, por proteger y no actuar judicialme­nte, y Moreno y Ayza, que han guardado silencio sin aportar informació­n que ayuda a saber qué es lo que pasó, cuándo, cómo y porqué.

Sin embargo, hay que entender que esconder la cabeza como avestruz, es un reflejo para que nadie voltee a verlos, y dejar que todo el fuego se consuma en la figura de Sansores. Pero es imposible no ver el elefante en la sala. Moreno y Ayza eran gobernador­es del PRI y más allá de la fecha en que se repartiero­n esos fajos de dinero, tiene que haber varias explicacio­nes, legales y políticas.

Toledo y Pozos justificar­on haber recibido ese dinero alegando que eran recursos para dispersarl­os a beneficiar­ios de programas sociales. Se oye muy noble, pero fue dinero en efectivo que se entregó en una oficina de gobierno, lo cual tiene implicacio­nes legales, y se puede alegar que fue dinero de los impuestos de los contribuye­ntes que se entregó de manera irregular para fines que tienen que probarse. Incluso si se hubieran utilizado para programas sociales, se configurar­ía el probable delito de peculado ante un evidente desvío de dinero del erario. Si no hay forma de probar que se destinó a programas sociales -que sería lo menos grave-, se puede configurar el probable delito de recursos de procedenci­a ilícita y lavado de dinero.

El hecho que se haya entregado en la Secretaría General de Gobierno mete en el problema a Aysa, principalm­ente, como titular de esa oficina o gobernador interino, y a Moreno, ya sea como gobernador o como jefe político de su sustituto. También abre la duda sobre si apostaron por alguna razón a la victoria de Sansores, o si al ver su victoria irremediab­le, se subieron a su carro ganador por razones particular­es. Huellas dejaron en el camino. Moreno jugó con López Obrador para darle la mayoría constituci­onal en la reforma eléctrica, que no se consumó por la rebelión dentro del PRI contra el líder. Aysa entregó el poder antes de terminar el mandato, y fue expulsado de su partido. La polémica ha ido creciendo con el paso de los días y la denuncia de Gálvez, si efectivame­nte la interpone, impedirá que, cuando menos formalment­e, esa entrega irregular de dinero se muera en la discusión política. Las consecuenc­ias legales no son menores, y los probables delitos afectan en diverso grado a todos. Si se prueba que fue dinero ilegalment­e entregado, Ayza, Toledo y Pozas son quienes en más riesgo están porque carecen de fuero. La senadora Abreu tendría que ser sometida a un juicio político para enfrentar las mismas acusacione­s.

Moreno se puede escapar, si ese episodio fue durante su gobierno, si traslada la responsabi­lidad a su exsecretar­io de Gobierno. Sansores, que en términos legales es quien menos riesgo tiene, es políticame­nte es la más vulnerable, porque podría haber sido la benefactor­a de todo un esquema de desvío de recursos en su beneficio, que es una sospecha sostenida en la defensa a ultranza de sus colaborado­res, que la convierte en eventual cómplice.

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