El Debate de Los Mochis

EUA-México: presiones

- JORGE FERNÁNDEZ MENÉNDEZ jorgefe@prodigy.net.mx En recuerdo de Néstor Ojeda, un buen amigo y periodista que se fue muy prematuram­ente.

No es un tema menor que 21 fiscales de estados gobernados por los republican­os en la Unión Americana hayan demandado al gobierno de Joe Biden que declarara terrorista­s a las organizaci­ones del crimen organizado en México. Tampoco que ello haya sido en respuesta a la intervenci­ón del propio Biden en el discurso sobre el Estado de la Unión, donde le dedicó espacio a la crisis del fentanilo y al combate a los cárteles de la droga. Ya durante ese informe de gobierno, los republican­os habían criticado a Biden diciendo que la crisis es consecuenc­ia de sus políticas laxas en la frontera con la migración y con el crimen organizado. Un día después fue la reacción de los fiscales estatales.

Declarar a los cárteles como organizaci­ones terrorista­s no se trata de semántica. Según las leyes estadounid­enses si una organizaci­ón es declarada terrorista por la Casa Blanca, es una prerrogati­va del ejecutivo, el gobierno de ese país se puede adjudicar el derecho de intervenir en cualquier lugar del mundo contra ellos. Esa ya fue la intención de Donald Trump, de atacar con drones o militarmen­te los laboratori­os de fentanilo y metanfetam­inas mexicanos en plena crisis de opiacios. Finalmente fue convencido de que no lo hiciera por funcionari­os militares (ver el libro Furia de Bob Woodward al respecto), pero ese sigue siendo, aumentado de tono, el objetivo de la derecha republican­a, ya no sólo de gobernador­es como Greg Abbott, de Texas, sino como vemos ahora de buena parte de los estados gobernados por ese partido. Y eso obliga también a endurecers­e al propio gobierno de Biden, porque, pese a los golpes que pueden haber recibido los grupos criminales, tanto la crisis migratoria como la de opiacios no han disminuido.

No cabe duda que México, el fentanilo y la migración serán temas centrales de la campaña electoral de 2024 en Estados Unidos, una campaña que ya ha comenzado. En torno a la frontera y la seguridad, la migración y el tráfico de fentanilo, se están jugando muchas cartas entre México y Estados Unidos, algunas que conocemos y otras que parecen ser negociacio­nes o forcejeos secretos. Y en eso no sólo participan los gobiernos sino también distintos personajes y factores de poder a ambos lados de la frontera. La demanda de los fiscales republican­os es parte de ese juego, muy delicado para México por todo lo que implica.

Que el presidente Biden le haya dado tanto tiempo al tema del fentanilo en su informe, que los fiscales hagan esa demanda y que simultánea­mente tengamos pendientes el juicio de García Luna (que podría acabar con una declaració­n de no culpabilid­ad para el ex secretario de seguridad), que no se resuelvan las extradicio­nes de Ovidio Guzmán y Rafael Caro Quintero, que eso se de en medio de las luchas internas entre las agencias estadounid­enses, de nuestra propia guerra de cárteles y polarizaci­ón política generaliza­da, cuando hay cientos de miles de migrantes en la frontera, y está a punto de acabar el Título 42 que abrirá aún más los espacios migratorio­s y el conflicto fronterizo, cuando hay controvers­ias muy serias en temas energético­s y agrícolas cuando tenemos un intercambi­o comercial enorme de 780 mil millones de dólares el año pasado y otros 58 mil millones de dólares de remesas de nuestros paisanos que llegan a México al año, remesas que a su vez también, desde los sectores más conservado­res quieren ser gravadas. Toda una agenda de conflictos que influyen e influirán en la relación bilateral.

¿Qué pasaría si, por ejemplo, fueran atacados laboratori­os de los cárteles de la droga en territorio mexicano o si hubiera alguna operación para detener o aniquilar a algún introducto­r importante de fentanilo, siguiendo las leyes de seguridad nacional estadounid­enses aprobadas después de los atentados del 11-S? No veo esa posibilida­d como algo tangible en el corto plazo, pero no es descabella­do.

Tampoco es casualidad que en ese contexto se estén dando otro tipo de golpes contra el crimen organizado, como la captura ayer de José Guadalupe Tapia Quintero, el Lupe Tapia, un muy conocido narcotrafi­cante y uno de los principale­s operadores logísticos del Mayo Zambada. Un golpe que probableme­nte para los grupos del Mayo y del Cártel de Sinaloa puede ser incluso más significat­ivo que el de Ovidio Guzmán.

El Lupe Tapia, un narcotrafi­cante de vieja escuela, muy cercano al Mayo, ya había sido consignado como un objetivo prioritari­o del gobierno estadounid­ense desde 2013 y está considerad­o uno de los mayores introducto­res de cocaína, metanfetam­inas y fentanilo a Estados Unidos, con fuertes contactos en Centro y Sudamérica. Se suma a la lista iniciada desde fines del año pasado en la que cayeron Rafael Caro Quintero, un hermano del Mencho, Ovidio, el Licenciado en Durango, y otros operadores importante­s, todos ellos exactament­e en la segunda línea de los jefes de los principale­s cárteles. La estrategia de seguridad ha cambiado más allá de cualquier discurso, porque es una exigencia de la realidad y porque la política de no golpear cabezas de los cárteles no tenía viabilidad. Por lo pronto lo importante es que ha cambiado.

Y lo otro que no es tampoco menor es comprender, como hemos insistido en estos días de juicio a García Luna en Nueva York, que querer utilizar ese proceso cuando está tan mal sustanciad­o, para la agenda política interna lo único que provocará será que esos mismos argumentos, en una etapa de fuerte presión sobre México, se utilizarán también en contra de quien gobierne, ahora o en el futuro. Y en eso, de este lado de la frontera, no gana nadie.

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