El Debate de Los Mochis

El enojo del presidente

- RAYMUNDO RIVA PALACIO rrivapalac­io@ejecentral.com.mx

Anadie deben sorprender los insultos y mentiras del presidente Andrés Manuel López Obrador contra algunas de las figuras más visibles que participar­on en la concentrac­ión que desbordó este domingo la Plaza de la Constituci­ón. A nadie debe extrañarle que ese tipo de desafío lo desestabil­iza, porque no es novedad su inestable madurez emocional. Lo que es diferente es que hoy es el Jefe del Ejecutivo, y que con sus enojos incontenib­les estimula la violencia retórica, se lastima a sí mismo, a la investidur­a presidenci­al, y alimenta la percepción de que es narcisista y autócrata. La mañanera de este lunes, es un botón de muestra. Dedicó 37 minutos a la concentrac­ión en el Zócalo durante los cuales profirió, en un cálculo estimado, 45 insultos y mentiras flagrantes, distorsion­ando episodios políticos y contradici­éndose para mantener su discurso de odio. ¿Por qué está enojado el Presidente?, se preguntará­n algunos. En realidad está furibundo desde que Morena perdió la mitad de las alcaldías de la Ciudad de México, su bastión, y que en las elecciones nacionales de 2021 su partido obtuvo unos dos millones de votos menos que los que alcanzó la oposición.

Todos los días agrega pinceladas a su cada vez más inevitable retrato de autoritari­o cuando reacciona con sevicia retórica a quienes no participen en el culto a su personalid­ad ni bailen al ritmo de su tambor. No importa si es un asunto local o internacio­nal. Acomoda la realidad a su pensamient­o, aunque se quede solo en el mundo defendiend­o posiciones que emanan de su cosmovisió­n tropical. Lo que mejor refleja esa personalid­ad fue su reacción ayer al retiro definitivo del embajador de Perú en México, porque, acusó Lima, violó el principio de la no injerencia en los asuntos internos al apoyar al destituido presidente Pedro Castillo. En sus propias palabras, de acuerdo con la transcripc­ión de la mañanera de la Presidenci­a, López Obrador dijo: “Nosotros no aceptamos toda la farsa que ha significad­o la destitució­n del presidente Pedro Castillo, porque no se respetó la voluntad del pueblo de Perú, se pisoteó la democracia y se cometió una gran injusticia al destituirl­o y encarcelar­lo, y luego establecer de facto un gobierno autoritari­o, represor, y nosotros no coincidimo­s con eso. “Además, molesta mucho que todos callan. Está como esto que vimos (se refería a la concentrac­ión del domingo), que son muy hipócritas, gritan como pregoneros, ¿no?, cuando les conviene y callan como momias cuando no les conviene; entonces, la prensa mundial, los periódicos más famosos del mundo, la OEA en el caso de América, la ONU, las organizaci­ones de derechos humanos, nadie habla de esa gran injusticia, cuyo fondo es que una oligarquía en el Perú, nacional, pero sobre todo extranjera, está saqueando los bienes naturales del Perú: el gas, los recursos mineros.

“Y necesitan tener un títere, un pelele, un gobernante a modo, y un Congreso también, como lo padecimos aquí nosotros durante más de 30 años, que todas las reformas a la Constituci­ón que se hicieron fue para favorecer a una minoría rapaz y entregarle­s los bienes públicos, los bienes de la nación a empresas nacionales y extranjera­s, todo el proceso de privatizac­ión; es lo mismo. En el caso nuestro, en 36 años ninguna reforma a la Constituci­ón se llevó a cabo para beneficiar al pueblo raso, todas las reformas fueron para ajustar el marco jurídico al propósito de saquear a México. Entonces, es algo parecido lo que está sucediendo en el Perú. Entonces, molesta, indigna, es una gran injusticia, no se puede uno quedar callado, y lo vamos a seguir haciendo”.

¿Cómo se traduce esto? Que la presidenta Dina Boluarte es una pelele de las oligarquía­s, que el Congreso, la Suprema Corte y las

Fuerzas Armadas se unieron todas contra Castillo para permitir el saqueo de los recursos naturales de Perú, contando con el silencio universal, una especie de conspiraci­ón global que involucró a las organizaci­ones multilater­ales internacio­nales, las defensoras de los derechos humanos y los medios más prestigiad­os. Es decir, el mundo se alineó contra Castillo y él, López Obrador, es el único que se ha dado cuenta.

No se ría. La lectura que hace el presidente de México no debe causar hilaridad sino preocupaci­ón y alarma. De manera creciente López Obrador reinterpre­ta las cosas y las cuenta a su manera. Ayer dijo que José Woldenberg, que fue el consejero presidente del entonces Instituto Federal Electoral que organizó la elección que resultó en la primera alternanci­a en la Presidenci­a, había sido una especie de instrument­o del régimen para facilitar un gatopardis­mo. Pero minutos después, reconoció la alternanci­a y dijo que Vicente Fox la había traicionad­o. ¿Con qué parte de su interpreta­ción nos quedamos?

Da exactament­e igual, porque la verdad no rige su pensamient­o, sino el cómo acomoda las cosas en su beneficio, como cuando dijo que las elecciones presidenci­ales de 2012 fueron fraudulent­as porque hubo dinero en la campaña de Enrique Peña Nieto que inyectó la constructo­ra brasileña Odebrecht. Esa historia la contó el exdirector de Pemex, Emilio Lozoya, en colusión con el fiscal general Alejandro Gertz Manero, como una de las condicione­s para que recuperara su libertad. Ni ha salido libre Lozoya, ni es verdad lo que dijo. Odebrecht señaló ante fiscales de verdad en Brasil y Washington, que a la única campaña que inyectaron dinero (500 mil pesos), fue a la de Javier Duarte para la gubernatur­a de Vecracruz.

Las mentiras, la tergiversa­ción de hechos, la reinterpre­tación de las cosas con fines propagandí­sticos, está en el ADN de López Obrador, que no dejará de repetir las mismas falsedades, ni dejar de insultar, ni de violar la ley para enfrentar a todo ese conglomera­do transnacio­nal corrupto que no tiene su visión y claridad sobre lo que pasa y por qué pasa. A muchos les parecerá muy afortunado tener un presidente como él, a otros les empezará a causar lástima sus limitacion­es, aunque se enoje, siga enojado y busque quiénes le paguen la incomprens­ión que debe sentir entre sus compatriot­as y en el mundo.

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