Tanto ha aumentado la maldad del hombre que hasta lucifer se ha de estremecer
Seguramente muchos de ustedes recordarán el tristemente famoso (por las consecuencias que tuvo), pero a la vez muy ilustrativo experimento que en 1971 realizó el psicólogo estadounidense Philip Zimbardo, quien para sustentar su teoría de “El efecto lucifer” (plasmada en su libro del mismo nombre), acondicionó un espacio de la Universidad de Stanford (EUA), para demostrar cómo una “buena persona” puede actuar de manera violenta e inmoral por la simple presión del ambiente o entorno que le rodea.
Hay de hecho una película del 2010 (remake de una versión alemana filmada diez años antes), la cual si bien no retrata fielmente todos los elementos del libro, no deja de ser interesante y cautivadora, sobre todo por las actuaciones de actores de primer nivel como Forest Whitaker, Adrien Brody y Clifton Collins Jr. Sobre El efecto lucifer, ya en alguna ocasión tuve a bien abordarlo en una de mis entregas, cuestionando si sus efectos llegan a invadir también a los niños, quienes se supone podrían ser inmunes a ello, dada su inocencia o mente inmaculada (ver en el sitio web de El Debate, la columna La Hoguera del 14 /01/2020).
En su experimento, el doctor Zimbardo comprobó que más allá de traumas personales o factores psicológicos inmersos en el proceso de socialización, son las condiciones del ambiente lo que en un momento dado puede sacar la esencia más primitiva del hombre, la cual puede prender fácilmente la chispa de la maldad, el caos y la violencia, algo que nos hace dudar de las aseveraciones románticas de Juan Jacobo Roseeau, quien afirmaba que el hombre es bueno por naturaleza. Desgraciadamente, la maldad parece ir aumentando irremediablemente, tanto en sucesos como en la crueldad de los mismos. Basta enterarnos por los medios para encontrar continuamente execrables notas que dan fe de la vileza a la que puede llegar el ser humano.
Sin embargo, incluso ante casos tan abominables e inconcebibles como esa violencia homicida que no respeta ni a los menores, solemos actuar con displicencia o indiferencia. Ah, pero eso sí, es común después pronunciar, como si nos justificáramos con ello, frases trilladas que más bien parecen una moda, como aquellas que señalan “la descomposición del tejido social” o “la pérdida de nuestra capacidad de asombro”.
La sucesión de crímenes que se han venido repitiendo en nuestro país, donde el crimen organizado lleva a cabo sus ejecuciones, sin importarles que en esos ajustes de cuentas le quiten la vida a menores cuyo único pecado es estar en el lugar y momento equivocado, es una situación que debe movilizarnos para alzar la voz, condenando estos hechos y exigiendo que sean atendidos como una prioridad por las autoridades. Si lo hacemos por tantos motivos donde se defienden cosas de mucho menor relevancia y que en nada se compara con la vida de un niño, por qué no hacerlo contra estos crímenes que se están convirtiendo en una constante, como el sucedido antier en Zacatecas, donde un grupo armado volvió a arremeter indiscriminadamente contra una vivienda, sin importarles que sus balas alcanzaran y le arrebataran la vida a un menor de 4 años. Es tanta la crueldad e inhumanidad a la que puede llegar un ser humano influenciado por factores del entorno o acelerantes externos (drogas), que está visto cómo ni la edad es una limitante, ni la inocencia de las víctimas un elemento disuasivo. Y esta maldad imperante no es por supuesto privativo de una nación o una región, sino que se ha expandido por todo el mundo, basta traer a colación los continuos atentados terroristas en Medio Oriente, como el reciente envenenamiento con gas tóxico que sufrieron niños y niñas en escuelas de Irán, por la estulticia de grupos extremistas.
La maldad, pues se ha tornado tan alarmante, que los argumentos de la teoría de Philip Zimbardo parecen estar cobrando más fuerza que nunca, pero en cuanto al nombre de la misma, considero que a estas alturas este ya se quedó corto, ya que ante la violencia que estamos viviendo en México y en todo el mundo, hoy hasta el mismo lucifer se ha de estremecer con ellos.