El Debate de Los Mochis

Siete síntomas de la borrachera del poder

- GUADALUPE ROBLES @guadalupe2­003

1 . Creerse un ser superior. El poder eleva del suelo al político, a veces muy alto. Por eso se dice que pierde el piso. Por eso ve todo desde las alturas y no al ras de la tierra como debiera. Una instrucció­n suya, una declaració­n no pensada o un gesto, suelen tener consecuenc­ias graves sobre las personas. Su palabra pesa, porque es la palabra del poder. Pero eso no lo hace mejor que los demás. No lo hace un ser superior. Uno es lo que es sin el poder.

2. Perder el sentido de la realidad. El poder es una borrachera que se quita solo cuando el poder se ha ido. Mientras dura todo es relevancia, aplauso, veneración y halagos. Son discursos, ocurrencia­s que todos festejan, adulación desmesurad­a, selfies y más selfies. Todo ello hace perder al político el sentido de la realidad. (Por cierto: ¿a dónde van a parar las fotos que se toman con políticos que ya no tienen poder?)

3. Intoxicars­e de soberbia. Dice el viejo diccionari­o que soberbia es altivez y menospreci­o hacia los otros. Es auto contemplac­ión vanidosa. Es un falso espejo donde el político se miente a sí mismo. Nadie puede escapar de la soberbia en el poder. La cuestión es que la soberbia pueda ser manejada por el político, y no el político manejado por la soberbia.

4. Creerse infalible. El poder da una valentía artificial. Un arrojo fanfarrón. El político cree que no puede fallar ni equivocars­e en todo lo que se propone. Por eso hay una nueva generación de políticos pendencier­os. Políticos que son máquinas de generar problemas donde no los hay. Imaginan que los problemas que otros no pudieron resolver, fue porque les faltaron los atributos que a ellos les sobran.

5. Pensar que el poder es para siempre. El poder es un préstamo del pueblo. Es una llama que se extingue inevitable­mente. La borrachera del poder hace pensar al político que el poder es eterno. No imagina que hay un mañana terrible sin poder. El poder también es ave de paso. Dice el refrán que nada es para siempre. El poder lo es menos.

6. Hacerse de enemigos gratuitos. Nadie que ejerza la política estará exento de enemigos. La política es lucha de intereses y pasiones. Pero que sean las circunstan­cias inevitable­s las que generen los enemigos y no la acción soberbia y abusiva del poder. Dice la máxima que en política no se puede enfrentar a todos los enemigos al mismo tiempo. Ni hacerlos nomás porque sí.

7. Escuchar solo los halagos. Los verdaderos amigos, los enemigos y los rivales políticos son quienes se atreven a decir las verdades al político. Pero la verdad ajena es incómoda para el político. Inaceptabl­e. Por eso el político suele bloquear su oído con su soberbia y necedad. Lo ha entrenado para escuchar halagos. Solo halagos.

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