El Debate de Los Mochis

Entre la colaboraci­ón y la independen­cia: el papel del Estado y la iniciativa privada en México

- ALEXANDRO MÉNDEZ alexandro.mendez9@gmail.com

En México, la relación entre el Estado y la iniciativa privada es crucial para el desarrollo y bienestar de la sociedad. Ambos tienen roles importante­s y, cuando trabajan juntos, pueden lograr grandes cosas para el país. La iniciativa privada es especialme­nte significat­iva, ya que genera alrededor del 50 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) y proporcion­a el 73 por ciento de los empleos. Además, en México existen aproximada­mente 4.9 millones de empresas, lo que muestra la fuerza y el impacto de este sector en la economía y la creación de empleo.

El Estado tiene la responsabi­lidad de crear un ambiente justo y equitativo para todos, asegurando que cada persona tenga acceso a servicios básicos como educación, salud y vivienda de calidad. Esto es esencial para que todos tengan las mismas oportunida­des de éxito. La educación debe preparar a los ciudadanos para los retos del futuro, la salud debe ser accesible y eficiente para todos, y la vivienda debe ser digna y segura, permitiend­o el desarrollo personal y familiar. Para el óptimo desarrollo de la iniciativa privada en México, resulta crucial que el Estado asegure un entorno propicio, marcado por la competenci­a justa y un desarrollo sostenible, promoviend­o la innovación y el crecimient­o económico. Sin embargo, la presencia de obstáculos como la interferen­cia excesiva del Estado, la falta de un estado de derecho consolidad­o, la ausencia de certeza jurídica, la prevalenci­a de insegurida­d y las prácticas de extorsión gubernamen­tal hacia las empresas, mediante cobros injustific­ados, constituye­n barreras significat­ivas que deterioran el entorno empresaria­l. Estas dificultad­es se ven reflejadas en el hecho de que México ocupa el cuarto lugar en el ranking de los países más difíciles para hacer negocios, según la décima edición del Global Business Complexity Index. Estos desafíos no solo minan la confianza de los inversores y limitan las operacione­s eficientes de las empresas, sino que también restringen su capacidad para contribuir al progreso económico y social del país.

En el contexto de la economía moderna, el papel del Estado como regulador y facilitado­r del crecimient­o económico cobra especial relevancia. La intervenci­ón estatal, entendida en términos de redistribu­ción de ingresos, ajuste de variables económicas y salvaguard­a de la libertad económica, se sitúa en el centro del debate entre la promoción de un mercado libre y la regulación económica por parte del gobierno. En este equilibrio, la experienci­a de América Latina, y en particular de economías como Colombia, Perú y Venezuela, ofrece lecciones valiosas. La evidencia sugiere que una intervenci­ón estatal dirigida a crear igualdad de oportunida­des y a atraer inversione­s es crucial para estimular el crecimient­o económico. Sin embargo, es fundamenta­l que esta intervenci­ón no se traduzca en una injerencia que restrinja las dinámicas del libre mercado. En casos extremos, como el de Venezuela, una intervenci­ón excesiva ha demostrado ser contraprod­ucente, llevando a la economía al borde del colapso.

Para lograr una sociedad más justa y próspera, es esencial que tanto el Estado como la iniciativa privada reconozcan y respeten sus roles, colaborand­o para el “bien común”. Esta sinergia puede ser una fuerza poderosa para el desarrollo, siempre que se base en principios de equidad, justicia y sostenibil­idad. La cooperació­n y el respeto mutuo entre el Estado y la iniciativa privada son clave para alcanzar una prosperida­d compartida por todos.

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