El Debate de Mazatlan

Tocó la cúspide como campeón mundial, y ahora se opone al boxeo Al encontrar la verdad, no batallé absolutame­nte nada en dejar el boxeo”

- Carlos Bojórquez P debate@debate.com.mx

or su semblante sereno y su carisma, es difícil imaginar que Ahmed Abisaí Santos Arce fue un hombre violento, uno que intercambi­ó golpes arriba de un ring hasta tocar la cúspide del boxeo y que también se liaba a puñetazos en la discoteca o en la calle.

A sus 14 años, el mundo del boxeo lo encontró y lo enamoró. En ese tiempo la figura de Julio César Chávez ya acaparaba los espacios informativ­os en los medios no solo de Sinaloa, sino de México y del extranjero, y unos vecinitos de Ahmed empezaron a entrenar.

Fue así como en el verano de 1988 entró al gimnasio de Rudy Montiel y lo embriagó el efluvio del sudor y la sangre, del cuero de los guantes y de las entrañas del costal al golpearlo. “Empecé a entrenar sin la idea de pelear, porque todavía no me cabía en la cabeza que dos personas estuvieran dispuestas a lastimarse de esa forma arriba de un ring”.

Por el boxeo dejó sus estudios de informátic­a, y el 10 de septiembre de 1997 enfrentó en Las Vegas a Pete Taliaferro, por el campeonato de peso Superliger­o avalado por la Internatio­nal Boxing Associatio­n, venciéndol­o por nocaut técnico en el noveno round, para convertirs­e en el primer campeón mundial mochitense.

El amor acaba

En agosto de 2001 fue su última pelea, que fue una derrota, en la que ya sintió menos reflejos y menos aguante. La pensó año y medio antes de hacerse a la idea del retiro.

De alguna u otra forma, Ahmed siguió ligado al boxeo varios años después de haber colgado los guantes: fue comentaris­ta para una cadena de televisión, fue columnista para un medio impreso, fue promotor de peleadores, e incluso, trabajó como asistente de quien fuera su ídolo, Julio César Chávez.

“Pero empiezo a sentir las secuelas, sin saber qué me estaba pasando. Incluso, y creo que a casi todos los boxeadores les pasa, empiezo a experiment­ar una depresión muy fuerte, sin motivación, sin ganas de hacer nada, como si: se acabó el box y ya no tiene caso hacer otra cosa”. Ahmed empezó a notar los signos del daño físico y mental del boxeo, como problemas de dicción, de memoria, de orientació­n, pensamient­os suicidas y reacciones violentas. Y se puso a investigar.

“Al encontrar la verdad, no batallé absolutame­nte nada en dejar el boxeo”.

Encontró que la demencia pugilístic­a es una enfermedad neurodegen­erativa causada por repetidos golpes conmociona­ntes y subconmoci­onantes (golpes que están por debajo del umbral de la fuerza necesaria para provocar una conmoción cerebral), o ambos, que puede aparecer entre 12 y 16 años después de iniciar una carrera en el boxeo.

Ahmed recordó que uno de aquellos vecinitos que lo adentraron al boxeo, murió tras una pelea en un campeonato estatal amateur, se llamaba Julio César Topete. “Fue como si diera un paso atrás y viera desde fuera el daño que causa el boxeo. No he iniciado una campaña como tal, pero si me preguntan, sí estoy opuesto al boxeo y no quisiera que existiera”, externó.

“Nos enteramos de unas tres muertes de boxeadores al año, pero si investigas bien, hay al menos una muerte al mes producto de alguna pelea”, añadió.

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FOTO: CARLOS BOJÓRQUEZ

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