El Debate de Mazatlan

Pesadillas Americanas

- AGUSTÍN GALVÁN elduendeca­llejero@gmail.com @duendecall­ejero

Con garra de hierro (2023, Reino Unido y Estados Unidos), el director, guionista y productor canadiense Sean Durkin (1981) cierra una suerte de trilogía que bien podría llamarse: Pesadillas americanas. La referida “trilogía” inició en el 2011 con su primer largometra­je: Martha Marcy May Marlene, que explora la vida de una joven que decide escaparse de un culto dominado por la violencia, pero que no logra adaptarse a una vida ordinaria. Siguió en el 2020 con El refugio, sobre una familia que, por decisión del patriarca, que a pesar de sus logros siente que no ha hecho nada realmente importante, deja su cómoda vida en Estados Unidos para mudarse a una decrépita mansión en la campiña inglesa. A ambas cintas las une la decisión de sus protagonis­tas por provocar cambios en su vida: la primera para escapar de una serie de abusos, el segundo por encontrar un sentido. Y en ambos, esas decisiones lo único que logran es empeorarle­s sus respectiva­s vidas. Así que a uno como espectador nos toca preguntar si Durkin está plantando la idea que sustenta eso que se ha venido a llamar como: “horror cósmico” en sus películas. La idea tras el “horror cósmico” viene de la incapacida­d del ser humano para hacerle frente a eventos que ni puede explicar ni prever ni controlar. También al hecho de que mientras ignoramos la existencia de “algo” podemos llevar una vida sin problemas ni pesares. Basta que la curiosidad nos haga explorar esa parte inexplorad­a que nos circunda, para que se desaten las calamidade­s. Al final, más que protagonis­tas, los personajes acaban siendo testigos que luego darán fe de los horrores que trae consigo la propia existencia, advirtiend­o sobre los riesgos de querer lograr algo o conocerlo. Y sí, sé que a todo eso se le relaciona con la obra de escritores como HP Lovecraft, pero eso no quiere decir que sea exclusivo de esas historias sobre titanes que aguardan bajo el mar el momento de levantarse y vengarse de los humanos. Garra de hierro narra las historias de la familia Von Erich, liderada por el patriarca y exestrella de la lucha libre norteameri­cana Fritz Von Erich (Holt McCallany). Fritz está seguro que hay una maldición de ronda por su familia, que la plaga de infortunio­s, así que está decidido a romperla. Para ello, orilla a sus hijos: Kevin (Zac Efron), David (Harris Dickinson), Kerry (Jeremy Allen White) y Mike (Stanley Simmons), a dedicarse a la lucha libre en cuerpo y alma. Eso incluye que renuncien a aspiracion­es personales, que busquen y logren esa gloria que estuvo vetada para él por razones que le resultan incomprens­ibles. Pero, como en las dos anteriores cintas, esa decisión de ir contra ¿el destino?, ¿la vida? Lo único que trae es desgracia tras desgracia. Garra de hierro no es, pues, una película sobre el ascenso y descenso de una gloria deportiva, tampoco un mero estudio sobre la masculinid­ad tóxica. Considerán­dola el tercer capítulo de una obra de la que aún no sabemos cuántos capítulos nos faltan, estamos ante la más ambiciosa de las tres: un retrato generacion­al sobre la incapacida­d del humano por entender que no son dueños de su destino. Y no solo eso, de las tres aquí es donde está el “final feliz”.

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