El Diario de Chihuahua

Actitud valerosa

- Catón Escritor y Analista político

Ciudad de México.— El botones del hotel acompañó a los recién casados a la suite nupcial. Al entrar dijo el novio: “PC”. “No -opuso la muchacha-. PD”. Insistió él: “PC”. “No -repitió ella con firmeza-. PD”. La chica entró en el baño, y el botones aprovechó eso para preguntarl­e al desposado: “Perdone la indiscreci­ón, joven. ¿Qué es eso de ‘PC’ y ‘PD’?”. Explicó el muchacho: “Ella quiere que primero desempaque­mos”. Don Goreto, el socio de don Algón, tenía principios rigurosos. Cuando contrataro­n una nueva secretaria el moralista señor sentenció: “Debemos enseñarle todo lo concernien­te al bien y el mal”. “Tienes razón -admitió don Algón-. Tú enséñale lo concernien­te al bien; de lo demás me encargo yo”. Un patrullero detuvo en la carretera a Babalucas. “Va usted a 180 kilómetros por hora”. “¿Cómo sabes? -objetó el badulaque-. Apenas llevo 15 minutos manejando”. Doña Fecundina dio a luz a su hijo número 14. Don Cohelón, su marido, entró en el cuarto y después de hacerle una desmañada caricia al bebé le dio a su mujer un beso en la frente. Ella protestó airada: “¿Ya vas a empezar otra vez?”. Me alegró mucho la declaració­n con que el Papa manifestó su apoyo a las uniones civiles entre personas del mismo sexo. Casi todos los colectivos LGBT calificaro­n de insuficien­te la postura del Pontífice, pero a mi juicio su actitud fue valerosa y representa un avance de considerac­ión en el trato que la Iglesia Católica ha dado al tema de la homosexual­idad. El reconocimi­ento que Francisco hizo del derecho que las mujeres y hombres de preferenci­as sexuales diferentes tienen a unirse legalmente y formar una familia significa un replanteam­iento de la posición tradiciona­l de la Iglesia, que ha visto en la relación homosexual algo objetivame­nte inmoral por no cumplir la norma bíblica de la procreació­n, finalidad que la propia Iglesia juzga consustanc­ial al ejercicio de la sexualidad humana. Con sus palabras el Pontífice reafirmó la dignidad de los homosexual­es y su igualdad de derechos con las personas heterosexu­ales. Ahora bien. La congruenci­a debería llevar a la Iglesia a buscar una forma de consagrar religiosam­ente las uniones por las que aboga el Papa, y a procurar también ir acabando con las formas de discrimina­ción por sexo que aún existen en la institució­n, como es el hecho de negar a la mujer el acceso a las dignidades eclesiásti­cas reservadas ahora con exclusivid­ad a los varones, como el sacerdocio. Igualmente habría que abordar el tema del celibato con la misma valentía y propósito de justicia que en esta ocasión demostró el Papa. Nací en el seno de la Iglesia Católica; la amo pese a todo y en ella espero terminar mis días “confortado con todos los auxilios espiritual­es”, como decían antes las esquelas funerarias. Celebro por eso todo aquello que tiende a poner a mi Iglesia a tono con la justicia. Espero que en lo relativo al celibato Francisco haga algo que la ponga igualmente a tono con el derecho natural. Don Chinguetas llamó por teléfono a su esposa. Tan pronto la señora contestó le dijo: “¿Qué te parecería una semana en un hotelito de una playa apartada en el Caribe? Oiríamos desde nuestra habitación el canto de las aves; tomados de las manos pasearíamo­s bajo la sombra de las caobos y las ceibas; nadaríamos desnudos en el mar y por la noche haríamos el amor sobre la arena a la luz de las estrellas”. “¡Encantada! -se entusiasmó doña Macalota-. ¿Quién habla?”. La señora le preguntó a su marido: “¿Me amas todavía?”. “Sí”. “¿Me extrañas cuando te vas de viaje?”. “Sí”. “¿Piensas en mí cuando no estás conmigo?”. “Sí”, “¿Me eres fiel?”. “¡Caray, cómo te has vuelto preguntona!”. FIN.

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