Exhorto de la OMS sobre la pandemia y sus alcances
El lunes pasado, el director general de la Organización Mundial de la Salud, al tenor del análisis con cifras oficiales del comportamiento de la pandemia Covid-19 en México, exhortó al gobierno federal: “Queremos pedirle a México que se lo tome muy en serio”. Y añadió “está en mala situación frente a la epidemia, que vio duplicarse el número de casos y muertes entre mediados y finales de noviembre”. En otras palabras, las autoridades mexicanas, no han actuado adecuadamente ante el flagelo.
Todo mundo conoce, por los medios de comunicación o “en carne propia” (los decesos e infectados por coronavirus de parientes, amigos y conocidos cercanos) que la pandemia no sólo no se retrae, sino que aumenta. Pese a ello, el gobierno federal reitera su posición para no ampliar la aplicación de pruebas y así delimitar los focos de infección y darle seguimiento evitando su ampliación; negando la importancia de usar las mascarillas (“cubrebocas”) aun cuando se guarde la sana distancia; y un deterioro del sistema de salud en aumento. Estas omisiones de política sanitaria han tenido el ominoso resultado que hoy vivimos.
Ante el llamado de la OMS el subsecretario de Salud manifestó en la mañanera, que no era a él a quien iba dirigido el mensaje, que él había pronosticado que el deterioro de la situación se daría en octubre. Ante el primer elemento de sus dichos cabe recordar que la OMS es una Institución internacional, parte del sistema de las Naciones Unidas, constituida por 194 estados, con el propósito de apoyar y coordinar los esfuerzos para realizar el derecho a la salud propugnado por los Tratados Internacionales en la parte relativa. Los tratados implican una serie de obligaciones y derechos que los Estados suscriben a través de sus poderes ejecutivos. Cuando el titular de la OMS hace una recomendación se dirige al Estado miembro, y no trata de una abstracción. El representante en la Asamblea General del Organismo, no es otro que el Ejecutivo Federal. A nombre del Estado, el titular en turno signó en 1948 la Constitución del organismo. Esto es, adhirió al Estado a un tratado internacional.
El subsecretario de Salud ha hecho evidente que en materia de pandemia “nada más sus chicharrones truenan”, el titular es otro secretario florero. Y ha dado sobradas muestras de su afición por jugar con los contenidos de su retórica. En efecto, las recomendaciones no son para él, sino para el responsable de las políticas públicas, el presidente de la república. El subsecretario no pasa de ser un vocero del presidente, y en ese papel pretende asumir que los pronósticos sirven para predecir el un ominoso futuro, traicionando el propósito de su utilidad para la formulación de las políticas públicas. Esto es, si las medidas sanitarias aplicadas se mantienen se prevé un daño creciente a la salud pública, en congruencia se hacen los ajustes necesarios para disminuir el tamaño del impacto. Pero no, él insiste en las mismas omisiones, de modo que los mexicanos debemos asumir resignadamente en lo que nos afecta, un porvenir ominoso.
Desde la evaluación de director general de la OMS, que necesariamente considera el comportamiento de la pandemia en todos los países, la política sanitaria del gobierno mexicano es omisa, pues no toma en serio el flagelo. Ya no cabe en la narrativa oficial: el “vamos bien”; “la pandemia es está bajo control”; “el tapabocas no evita la infección”; pronosticar para no actuar, para justificar la inacción; escatimar los recursos para enfrentar la pandemia en todos los aspectos (infraestructura, recursos humanos, insumos y medicamentos, medidas preventivas, la modificación del marco normativo en salud).
Abrigar esperanzas de que a continuación de las recomendaciones de la OMS el
Gobierno Federal va a cambiar su actitud contemplativa a una proactiva ante la pandemia, sería demasiado optimista y fuera de la conducta observada en el campo de la salud y otros espacios. En consecuencia, se verá que el papel que han empezado a tomar las autoridades de los órdenes de gobierno estatales y municipales, se incremente y juegue un rol más activo para cubrir el vacío de la inacción del orden federal, involucrando de manera creciente a la sociedad y la iniciativa privada en la asunción de prácticas preventivas rigurosas.
La sociedad comienza y termina en cada persona. Debemos asumir la carga de la responsabilidad de cuidar la salud propia y de los demás. Los ilusos que creen que no están enfermos por ser asintomáticos, no tienen derecho a afectar la salud de otros. La percepción de que se está sano puede ser una mera presunción y por tanto, debemos ser responsables y presumir que podemos ser víctimas o promotores inconscientes de la trasmisión de la enfermedad ¡Más vale!