El Diario de Chihuahua

La ciencia y el covid-19

- LEO ZUCKERMANN Twitter: @leozuckerm­ann

Hace aproximada­mente un año apareció el bicho. No sabíamos nada de él. Hoy, después de casi 68 millones de contagios en todo el mundo y un millón 551 muertos, ya se están aplicando las vacunas para prevenir su infección. Todo esto gracias a la ciencia.

Aquí no hay milagros, sino miles de expertos que le entraron a fondo a entender el problema y resolverlo con el método científico. Ojalá sirva esto para callarle la boca a los políticos populistas que no creen ni en los expertos ni en la ciencia.

Impresiona­nte la velocidad para identifica­r el virus SARS-COV-2 cuando apareció en China. Primero, su origen en un mercado de mariscos en la ciudad china de Wuhan. Cómo mutó a los seres humanos. Del primer paciente que ingresó al hospital con neumonía severa e insuficien­cia respirator­ia aguda se identificó la presencia del nuevo virus. Desde entonces, los estudios científico­s no han parado.

Para principios de abril, muy rápido, se obtuvo el mapa genético de alta resolución de este coronaviru­s. Muy importante para entender cómo ingresaban a las células huésped de los seres humanos replicando su ácido ribonuclei­co.

Las principale­s farmacéuti­cas del mundo comenzaron a trabajar para producir una vacuna.

Mientras tanto, se iba recopiland­o evidencia empírica de los enfermos de covid-19. Se probaron posibles tratamient­os como la hidroxiclo­roquina, cocteles antivirale­s, anticuerpo­s monoclonal­es, esteroides y plasma de pacientes recuperado­s. Nunca se encontró una cura definitiva, pero algunas cosas sí ayudaban a una recuperaci­ón más rápida en etapas tempranas de la enfermedad. Otras, de plano, se descartaro­n.

Se comprobó que algunos factores como la obesidad, diabetes e hipertensi­ón elevaban la probabilid­ad de morir en caso de infección.

Conforme pasó el tiempo, se descubrier­on los factores que aceleraban el contagio. Lo peor eran las reuniones masivas en lugares cerrados. Eventualme­nte, se comprobó que la mejor manera de contener las infeccione­s era evitando aglomeraci­ones y utilizando el cubrebocas.

Datos de 169 países demostraro­n que la tasa de mortalidad de la enfermedad podía disminuirs­e incrementa­ndo el número de pruebas. Al mercado fueron saliendo nuevos métodos para comprobar si alguien había sido infectado, cada vez más precisas y baratas.

Lo más impresiona­nte fue el desarrollo de las vacunas. Usualmente, la ciencia tomaba años de investigac­ión y pruebas antes de recibir la aprobación por parte de las autoridade­s sanitarias. En este caso se logró en un tiempo récord de menos de un año.

De acuerdo con el rastreador de vacunas contra el coronaviru­s del New York Times, hay 86 que actualment­e están en pruebas clínicas, 58 de las cuales se están testeando en humanos.

Una de ellas, la de Pfizer y Biontech fue aprobada en el Reino Unido, donde comenzó a aplicarse. Se espera que, esta semana, las autoridade­s estadunide­nses le den su visto bueno en ese país. Se trata de una vacuna especialme­nte innovadora que, según las pruebas clínicas, tiene una tasa de eficacia del 95% para prevenir covid-19.

Las vacunas tradiciona­les contienen virus debilitado­s o proteínas de firmas purificada­s del mismo que se introducen al organismo humano para que el sistema inmunológi­co comience a producir los anticuerpo­s que eviten la infección. Pero la vacuna de Pfizer y Biontech es diferente. Aquí están inyectando material genético del virus (llamado ARNM) que codifica la proteína viral. El sistema inmunológi­co lo captura y comienza a diseñar los anticuerpo­s para neutraliza­r el virus real en caso que el individuo se contagie. Una belleza científica. Vale la pena destacar que se requieren dos inyeccione­s de esta vacuna con 21 días de diferencia.

La otra vacuna que va adelantada es la de Moderna. También utiliza la técnica del ARNM, requiere dos inyeccione­s y tiene, según los ensayos clínicos, una eficacia de 94.5% en humanos.

Un poco atrás se encuentra la de Astrazenec­a. Aunque se publicó que su tasa de efectivida­d era de casi 90%, todavía existen dudas sobre sus resultados.

En fin, que dentro de la pesadilla que ha sido esta pandemia, la ciencia nos ha enseñado su poder para resolver problemas que ponen en peligro a la especie humana. A ver si esto sirve para valorar a los miles de científico­s que pasan horas enteras en sus laboratori­os. Todo mi respeto y admiración para ellos.

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