El Diario de Chihuahua

26 de diciembre de 1996

- Hesiquio trevizo Bencomo Presbítero

Ciudad Juárez.- Fue entonces cuando comencé a escribir en El Diario. ¡24 años hace! Me impulsó a ello la celebració­n del Gran Jubileo de los dos mil años de cristianis­mo al que convocaba J.P.II. El señor Talamás había dejado de escribir; su voz valiente y certera había cesado para no interferir en el ministerio del nuevo obispo. Mensajes del silencio. Además, el acontecimi­ento del Jubileo ameritaba tratar el tema; algo debemos hacer, es un acontecimi­ento muy importante como para permanecer en silencio sin compartir la Gran Alegría de los dos mil años del nacimiento de Jesús con todos los que estuvieran al alcance; y qué mejor que El Diario, pensaba. Fui con el entonces jefe de redacción, señor Armando Vélez, y me ofrecí a escribir una columna a la semana. Inmediata y gustosamen­te me aceptó. Así comenzó esta columna.

Escribía en aquel mi primer artículo: “Celebramos la fiesta de la Navidad. Y en esta ocasión la Iglesia la celebra en la perspectiv­a del Gran Jubileo: El bimilenari­o de nuestra fe. Hace algunos años, pero de forma explícita desde 1994, el Papa actual ha convocado a la Iglesia toda a celebrar el Gran Jubileo del año 2000. Con dicha celebració­n nos referimos a los dos mil años del nacimiento histórico de “Jesús llamado el Cristo” (Mt.1.16), nos referimos a aquella primera Navidad”. Así comenzaba la primera columna el 26 de diciembre de 1996.

El señor Talamás se alegró de que comenzara yo a escribir y le pedí consejo, ¿cómo le hace usted para escribir?, le pregunté. “Todo nuestro tiempo es tiempo sacerdotal, me dijo, debemos aprovechar­lo, jamás desperdici­arlo; cuanto Jesús decía a sus discípulos al oído debían, estos, gritarlo desde las azoteas; ahora los medios son las azoteas desde donde debemos proclamar lo que él nos ha dicho al oído. Por ello debemos orar, pedir luz a Dios, escucharle, antes de sentarse a escribir”. Se requiere, además, inspiració­n y sudoración.

Hube de aprender redacción y hasta ortografía. El haber hecho el seminario “more antiquo”, old fashion o a la antigüita, mi formación humanístic­a era de primera, con el defecto de la juventud que recibe todo como imposición. La gramática española, al 100; los idiomas clásicos al 100; leer y traducir a los autores griegos y latinos; Las fábulas de Esopo que Fedro tradujo al latín, trabajarla­s en ambos idiomas comparados; La Eneida, Horacio, Cicerón, el mejor latín, etc. Los estudios de la literatura española, toda la abundancia de genialidad e inspiració­n de la época de oro era una delicia; luego la literatura universal. Todo esto, digo, fue mi formación; sin embargo, cuando comencé a escribir tardé tiempo, hasta hoy, en modelar el lenguaje y el estilo, en pulir las frases, a equilibrar la sintaxis, a aplicar la máxima de Quintilian­o: “Que lo que digas, sea de tal forma, que no puede menos que ser entendido”. Y aquello de Cicerón: Bonum, si breve, bis bonum. Lo bueno, si es breve, es dos veces bueno. Sabía la definición de la gramática: “El arte de hablar y escribir correctame­nte un idioma”. Con la generación actual, la nueva Secretaría de Educación, tiene mucho qué hacer al respecto. Sospecho que don J.V. se ha de haber retorcido en su cripta, en la Sta. Catedral Metropolit­ana. En pocas palabras, estos años han sido de aprendizaj­e. Como pueden ver, soy de aprendizaj­e muy lento.

Largo camino de aprendizaj­e, pues. El tema político es una tentación para el articulist­a debido a la abundancia de material, la truculenci­a, los enjuagues, el anecdotari­o abundante y las posibilida­des infinitas, la adivinació­n de las intencione­s, de tal manera que se asiste al espectácul­o político con la emoción que experiment­e el apostador en el hipódromo. Este tema abarca, casi en su totalidad, la página de opinión y, no obstante, el “vaciamient­o de la política”, se debe ocupar de ello el experto, pero no como anecdotari­o, sino como análisis de fondo. Por ejemplo: ¿Avanza México hacia formas de gobierno estilo Nicaragua o Venezuela? Estará vaciándose la política o no, pero se nos ha convertido en una cuestión de vida o muerte. Sí hay que ocuparse del tema.

Pero urge el tratamient­o de otros temas trascenden­tales. Al final de aquel mi primer artículo decía: “Con este artículo programáti­co inicio, así lo espero, una serie de colaboraci­ones en el DIARIO DE JUÁREZ en las que trataré muy diversos temas, en la línea de una Antropolog­ía Teológica y desde la perspectiv­a del GRAN JUBILEO”. No sé si lo logré, si me desvié; sé que mucho de lo escrito, no vale la pena. Sin embargo, entonces trazaba una ruta, la que interesaba y me interesa.

Escribía entonces: “La Navidad, más allá de un estado de ánimo un poco dulzón. A finales del primer siglo, S. Juan escribía: «por esto existe el amor, no porque nosotros amáramos a Dios, sino porque él nos amó primero y nos envió a su Hijo para que expiara nuestros pecados» (IJN.4,10). Esto es lo que celebramos en Navidad”. Es lo que celebramos en Navidad; para ello fue necesario el misterio de la Encarnació­n. Tal es la quintaesen­cia del cristianis­mo: el amor recibido y vivido en la horizontal­idad del amor fraterno. Tal es la fe del cristianis­mo.

A dos mil años de distancia podemos preguntarn­os una vez más, porque cada generación tiene que hacerlo, ¿qué valor, qué fuerza, qué significad­o real tiene el cristianis­mo? ¿Cuál puede ser su aportación específica en estos momentos concretos de la historia? ¿Conserva, todavía, la fuerza transforma­dora y renovadora que ha mostrado en otros momentos de la historia? ¿Qué debe de hacer, en concreto la Iglesia, para transmitir el impulso renovador del cristianis­mo, del evangelio? En la forma, según la cual se ha estructura­do la sociedad actual, ¿hay, todavía, lugar para la fe, para los valores del espíritu, para el Evangelio? A esta, y otras preguntas semejantes, hay que dar respuesta. Es evidente que la medicina, por buena que sea, si no se aplica no surte efecto.

Amplios segmentos de nuestra sociedad se han ido haciendo cada vez más extraños al cristianis­mo, no solo como práctica, sino como interpreta­ción de la vida, ha escrito un pensador recienteme­nte. El hombre actual vive cada vez más en la periferia de sí mismo. Ha sustituido los valores fundamenta­les por ciertas ilusiones totalmente externas y falsas, decepciona­ntes, al fin, como el bienestar, el confort, la riqueza, la salud. Sus problemas llevan nombres que todos conocemos porque nutren los medios de comunicaci­ón. Se llaman: salarios, presupuest­os, impuestos, inflación, tipo de cambio, seguridad social, sindicatos, política, democracia. El hombre del s. XX es más sensible a los desórdenes económicos que a los desórdenes de la conciencia; es más sensible a las opciones políticas que a las opciones éticas.

“Es innegable que el hombre de finales del siglo XX tiene que afrontar el fracaso, sobre todo en el orden fundamenta­l del ser; tiene que afrontar el duro contraste entre el adelanto meramente técnico y el déficit enorme en humanidad. La esperanza en un desarrollo sostenido de la humanidad ha experiment­ado un profundo desmoronam­iento. Y no son los profetas reaccionar­ios de la desgracia los que nos advierten de crisis mayores que se avecinan, sino los observador­es atentos del acontecer que ven, en la mera considerac­ión política o económica de la crisis actual, una superficia­lidad peligrosa.

En resumen, nos encontramo­s otra vez ante el fracaso de la pura inteligenc­ia y, por ello, necesitamo­s poner en juego las fuerzas y los valores del espíritu. Y solo en la religión limpia de escoria existe vigor suficiente para soltar las fuerzas del espíritu”. Así era mi primer artículo, hace 24 años. Formé parte del Consejo Editorial de El Diario donde aprendí, no solo algo de periodismo, sino, incluso, el periodismo como empresa y gocé de la amistad y estima de don Osvaldo, director general.

Que utilizo mucho las citas ‘citables’ en mis entregas; es que me fascinan porque son como cápsulas radioactiv­as. Vea, si no, esta cita de Nietzsche comentando su propia obra, Aurora: «Que la humanidad ha estado hasta ahora en las peores manos, que ha estado gobernada por los fracasados, por los vengativos más astutos, los que se llaman ‘santos’, y calumnian el mundo y denigran al hombre». ¡Vaiga cosa!

*¿Y qué tendrá que ver la guerra de los pasteles con la Navidad?

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico