El Diario de Chihuahua

DE NUEVO EN LA FILA COTIDIANA

- Mons. Jesús Sanz Montes ofm

Como broche de cierre de este tiempo especial navideño, la liturgia nos regala la fiesta del Bautismo del Señor. Jesús con su Bautismo inaugura su quehacer público. Deja el anonimato en el que ha vivido hasta entonces para zambullirs­e en la misión salvadora para la cual vino. Con el Bautismo de Jesús, Dios se inserta en esa historia de la que jamás dejó de estar presente, para estar de un modo más palpable y audible.

En estos días hemos recordado que Jesús es la Palabra que el Padre Dios acampó en nuestra tierra, pero Palabra que ha asumido hasta el final la condición humana, y por lo tanto, ha querido aprender a hablar nuestros lenguajes. Esta Palabra de nuestro Dios no tiene un sabor revanchist­a, como si Él se hubiera enojado ante nuestra pertinaz dureza e incomprens­ión de tantos mensajes y tantos mensajeros como nos ha ido enviando desde que decidimos desoír la primera palabra que nos dirigió en el umbral de la creación. No, no es Jesús la “palabra enfadada”, la palabra “despadrada” del Padre Dios. Vuelve a ser una palabra llena de misericord­ia entrañable.

Ahora vuelve aquella escena que recuerda la primera voz de Dios: el Espíritu de Dios que aletea como una paloma sobre nuestra tierra y nuestra historia. Es una Palabra que nos devuelve la felicidad perdida o pendiente de estreno. Jesús es una Palabra en la que podemos reconocer el lenguaje de nuestro corazón, porque Él pondrá la mejor “letra” a tantos tarareos que nos gastamos con esfuerzo desmedido e ineficaz. Él se ha humanado para enseñarnos a ser humanos, Él ha aprendido a decirse en nuestras lenguas para que nosotros comencemos a balbucir la suya, la que se habla en el hogar trinitario al que estamos destinados felizmente todos nosotros.

Después de las navidades volvemos al trabajo de cada día, como Jesús reemprendi­ó su presencia entre nosotros de un modo nuevo tras su Bautismo. Se nos invita a mirarle, a escucharle, porque en Él está nuestro espejo intuido y nuestro eco mejor. La alegría que está donde siempre estuvo y que no depende de consignas de grupo ni de guión de festejos, el gusto por la vida que llena de pasión cada cosa que se hace.

Para esto ha venido Jesús, para esto ha comenzado su ministerio. En Él, la creación vuelve a ser pura, creíble, apasionant­e. Dios nos da su Palabra más amada y preferida... y nuestras voces encuentran finalmente el sentido de su hablar si logramos escucharla y entrar en su santa conversaci­ón. (homiletica.org)

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